Como debe ser, todo disco comienza (a escucharse) por la tapa. Los Años Salvajes circula desde hace pocos días, Fito Páez lo presenta mañana a las 21 en el Hipódromo de la ciudad, y la foto del disco funciona como flashback y chispazo. Un ida y vuelta temporal cifra ese rostro en primer plano, de un blanco y negro analógico, pelo ensortijado y lentes que reflejan lo que sigue. El autor es el rosarino Alejandro Lamas, y la historia que guarda esa fotografía está allí, en el reflejo de esos cristales de lentes grandotes y mirada pacífica, si se quiere contradictoria con el título “salvaje” que la acompaña.
“Fue un encargo de mi amigo David Leiva, que dirigía la revista Risario. Fito ya tenía cierta proyección, y esto fue en su casa de la calle Balcarce, antes de que se fuera a Buenos Aires, en el ’83. David me dijo ‘éste es su teléfono, llamalo’. Lo llamé una mañana y me respondió ‘a la tarde puedo’. Habitualmente, a los reportajes íbamos junto con el periodista, pero aquí fui solo. Me lo encontré a él y fue algo muy especial, porque las cosas que yo pedía, que me imaginaba, la luz, los encuadres, los pude hacer muy libre. No había nadie hablando con él y fue una sesión fotográfica muy interesante. De esa sesión, en la revista fueron publicadas una o dos fotografías” recuerda Lamas a Rosario/12.
“Pasó mucho tiempo, y esas fotos me las llevé en negativo a Madrid. Cuando me volví, hubo muchas que quedaron, que todavía están allá. Lo cierto es que cuando estaba preparando las valijas para volver, apareció en el archivo una carpeta con toda esa sesión. Me acuerdo perfectamente del momento cuando la metí en la valija. Cuando llegó la pandemia, me apareció la idea de hacer Material de Archivo (muestra virtual del CC Roberto Fontanarrosa), luego de haber hecho Fantasmas de película en papel (en CC Cine Lumière). Por esas cuestiones colaterales que trajo la pandemia, que hizo que la gente mire lo que tiene, yo comencé a mover el archivo. Entre esas fotografías que aparecieron, había alguna de cuando hice mi primera exposición –Rostros y Rastros de la Aldea–, en el Centro Cultural del Bajo (ahora La Casa del Artista Plástico) en el ‘85, donde me invitó Rafael Ielpi. Y aparecieron también las fotografías de Fito, en negativo. Las escaneo y a una de ellas, donde está junto al piano, la subí a Facebook. Viste cómo son las redes, la gente la veía y ponía me gusta. Pero la vio alguien que se conectó con la gente de Fito y a él le intereso”, continúa.
Aquí viene todavía lo mejor, porque pueden suponerse varios motivos por los cuales el músico haya depositado aquí su elección para el arte de tapa. Pero también pensar que el recorrido de alguna manera lo hizo la propia fotografía. “También por lo que he escuchado últimamente, yo pienso que ‘los años salvajes’ no necesariamente fueron aquellos años, los de la foto, pero ahí sí está esa cuestión del principio, del origen de todo. Después de 38 años, esa fotografía encontró su lugar, que es la portada del disco. Además, fue pedida por él. Hay gente que le ha preguntado a Fito si se trata de algo nostálgico, pero ha dicho que no y yo estoy de acuerdo con él, no se trata de apelar a la nostalgia sino de reflotar aquellas sensaciones, las que tuvo en ese momento. No se trata de una foto que aluda a aquella época, de cuando Fito estaba en Rosario, para nada, es algo que tiene que ver con un punch que a mí se me escapa. Yo soy el autor material de la foto y como fotógrafo por supuesto que veo, pero él ve otras cosas”, señala Lamas.
-Estuviste en el momento preciso, donde todo estaba a punto de ocurrir.
-Justo antes de que él se vaya, ahí estuve. Es lo que tiene que ver con el fotógrafo: tiene que estar en el momento y en el tiempo. Y también es lo que tenemos los fotógrafos: el referente.
-El “esto ha sido”, como diría Barthes.
-Estás ahí. No hay una recreación ni una imagen mental que vos volcás, sino que estás pegado al referente, como el trueno al rayo; eso es lo que dice Philippe Dubois en El acto fotográfico. A veces te toca. No lo podés pensar, por suerte, sino la cámara me hubiera temblado. Esa foto encontró su lugar. De mi parte, podría decir que se produjo un movimiento extraño, que tuvo que ver con algo de la pandemia. Uno hace cosas sobre las que no tiene consciencia, la publiqué y pasó esto. Pero vamos a dejarlo en el misterio, porque de haberme propuesto algo así, no hubiera llegado a nada. Es algo que me produce una conmoción, una satisfacción. Hay que rescatar la parte mágica de esto, por la serie de casualidades o causalidades para que esta foto llegara a su lugar, a la portada del disco. Es una sensación que viaja al presente.