Con la disolución de la Unión Soviética y otras naciones socialistas a comienzos de la década de 1990, Estados Unidos quedó configurada como la única gran potencia mundial. Comenzaba la "globalización", denominada así debido a uno de los rasgos de la etapa: la forma de expansión de los capitales monopolistas, cuya característica más destacada es su proceso de transnacionalización y desnacionalización, con el mayor relajamiento de las barreras nacionales que presentan trabas para la acumulación. Tras distintos ensayos categoriales, comenzó a hablarse de Cadenas Globales de Valor.
En la actualidad, los capitales monopolistas con origen o asiento principal en Estados Unidos no logran imponer sus planes de máxima porque ese Estado nacional encuentra dificultades crecientes para continuar desenvolviéndose de modo unilateral, principalmente por el contrapeso en múltiples planos del tándem China-Rusia, dando lugar a un mundo multipolar.
Además, la pandemia generó nuevas dificultades para continuar con la misma fragmentación geográfica de la producción y, por otro lado, muchos eslabones productivos que hace tres o cuatro décadas eran mano de obra intensivos, ya no lo son, por lo que algunos están regresando a las naciones en las que se asientan sus casas matrices.
Estas tensiones también ocurren con eslabones sensibles como el de la producción de semiconductores, chips en particular. A este respecto, el concepto de la política que representa Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, es el de Cadenas Regionales de Valor. Para este enfoque, Latinoamérica es vital en todos los planos.
Financiarización, endeudamiento y crisis
Pero no todo es producción. El economista Chesnais interpreta que el concepto de régimen de acumulación se relaciona con una forma de superación transitoria de los límites inmanentes del modo de producción capitalista. Este autor entiende que el rol del sistema financiero en el capitalismo es la de financiar la producción pero que, sin embargo, desde la década de 1970 la producción se puso en función de las finanzas como la forma transitoria más potente de elusión de la caída de la tasa de ganancia de los capitales más concentrados.
Vinculado a este fenómeno, la deuda global de naciones y empresas superó el 350 por ciento del PIB mundial en 2020, de acuerdo al instituto Internacional de Finanzas.
Opiniones calificadas de diversas corrientes del pensamiento económico vaticinan una gran crisis disparada por la imposibilidad pago de deudas, en circunstancias de estancamiento relativo del Producto, creciente desempleo e inflación. Un informe reciente del Banco Central de Rusia analiza la posibilidad de este escenario para 2023.
Argentina, fuga y deuda
Desde 1976, en el país todos los gobiernos definieron su rumbo sobre la base de la actitud ante el problema principal desde entonces: la deuda. Sólo en el período 2003-2015 se enfrentó a los acreedores externos, se realizó una quita y una reestructuración, generando un proceso de desendeudamiento, crecimiento y mejoramiento de las condiciones de vida la mayoría del pueblo.
Desde las últimas décadas del siglo XX, la deuda representa excedente que emigra de naciones desarrolladas a subdesarrolladas para valorizarse de forma financiera, al margen del proceso productivo; y la fuga de divisas, sobreacumulación relativa de capitales que egresa de las subdesarrolladas e ingresa a las desarrolladas para invertirse en activos productivos o instrumentos financieros de otras naciones.
La deuda no sólo se destina a instrumentos que no generan capacidad de repago, sino que disminuye la posibilidad de devolverla. Se reducen los grados de libertad de la política monetaria y se reduce la política fiscal. También se utiliza como mecanismo para el control de la economía de países en desarrollo.
Para los holdings locales transnacionalizados, la deuda es una gran proveedora de divisas que no son invertidas en Argentina. Desde 1976, el endeudamiento a través del Estado y la fuga por parte de estos sectores no constituyen un fenómeno coyuntural sino condiciones esenciales para su acumulación.
De acuerdo a un informe del Indec referido al segundo trimestre de 2021, "al 30 de junio de 2021, la economía argentina registró una posición de inversión internacional neta acreedora a valor de mercado de 127.399 millones de dólares".
Si se analiza la evolución sólo del sector privado no financiero, tanto empresas como personas físicas, la posición neta rondaba los 158.183 millones de dólares en el segundo trimestre de 2018 y 211.370 millones de dólares en el cuarto trimestre de 2019, es decir, una diferencia de 53.187 millones de dólares.
¿Esta es una de las posibles fuentes para pagar los 44.000 millones de dólares del préstamo del FMI que contrajo el gobierno encabezado por Macri que fueron fugados?
* Economista UBA-UNdAv e integrante de Economía Política para la Argentina (EPPA).