El fútbol acostumbra a sus hinchas a la desazón. Lo dicen las estadísticas, lo saben las casas de apuestas y lo confirman sus pocas excepciones: los que celebran son minoría. El Barcelona puede darse el lujo de encontrar su nombre dentro de ese selecto y pequeño grupo de equipos que, durante algún tiempo histórico, logró regalar más alegrías que pesares a sus fanáticas y fanáticos. Y no solo eso: puede presumir (y vaya si lo habrán hecho sus seguidores, en los días más dulces) de que aquella felicidad fue particularmente larga. La del Barcelona se ha atrevido a durar 21 largos años. Y si la caída ante el Bayern Munich le ha dolido especialmente fue porque justamente se animó a evocar aquella felicidad y a su principal artífice: Lionel Messi, quien fue blaugrana durante los mismos 21 años que llevaba el Barça sin quedar afuera de la Champions en fase de grupos.
El Barça ha sufrido especialmente cada encuentro de su historia reciente con el Bayern Munich. Aun con Messi, el equipo alemán se coronó en 2020 tras el histórico e inolvidable 8-2 en Lisboa. Pero lo cierto es que el 3-0 de ayer supuso un golpe diferente. Un dolor significativo, poblado de signos que recuerdan este tiempo de transición que habita el Barcelona y que ponen en valor todo lo que ha sido el astro rosarino para el club catalán.
Messi ha sido tanto para la institución culé que hasta la Champions parece haberse resentido con su ausencia en el Barcelona. Su eliminación temprana (para la historia culé) pero esperable (para la del Bayern, al que nunca le ganó de visitante) no hace más que recordar un vacío tanto sentimental como futbolístico que no debiera sorprender a nadie. Quizás los dos signos en forma de cifras que activó la derrota con el Bayern sirvan para eso: para decir adiós otra vez y para aceptar un nuevo comienzo.
Porque el astro argentino, el jugador más campeón con la camiseta del Barça, se despidió del club catalán justamente este 2021, el año que cierra un ciclo (casi) perfecto de 21 años sin que el Barcelona se despidiera de una Champions antes de pisar la fase final. Y también porque el rosarino, con solo 13 años, entró en la vida blaugrana en septiembre del 2000, precisamente el año que marcó el otro vértice de ese tiempo de dichosa continuidad. Allí también hay otro guiño del destino culé: Xavi Hernández, hoy entrenador del equipo, fue titular en aquel 5-0 sobre el Besiktas que, a pesar de la goleada, no bastó para lograr la clasificación.
Se dijo que la estadística de los últimos 21 años blaugranas en la Champions fue un ciclo (casi) perfecto. Y en ese paréntesis también habita Messi. Porque hay un asterisco en esa era, que se encuentra en la temporada 2003/04, cuando el Barcelona ni siquiera jugó la Champions por haber quedado sexto en la liga española. Su dorado crack aparece también allí porque aquella ausencia del Barça en la máxima competición europea precedió la edición en la que haría su debut (el 7 de diciembre de 2004, en la caída por 0-2 ante el Shakhtar Donets) el hombre que levantó cuatro veces la Orejona con la casaca culé.
Quienes hoy se rinden a las lógicas de los memes burlones o a esas otras del resultadismo exacerbado que no se sonroja al tildar de fracaso la eliminación del Barça, podrían empezar por reconocer el dolor cualitativamente distinto de esta derrota. Porque el Bayern, una vez más, dejó tendido al Barcelona. Pero esta vez, el golpe dolió especialmente porque le recordó su presente, un tiempo de transición en el que flotan aún signos de una presencia conmovedora y gigante: la de Lionel Messi.