La música popular jamaiquina vuelve a estar de luto. Aunque en este caso de manera sorpresiva: Robbie Shakespeare murió a los 68 años, tras una cirugía de riñón en los Estados Unidos. Su relevancia es tal que fue la ministra de Cultura de la nación caribeña, Olivia Grange, la que hizo el anuncio a través de un comunicado de prensa. “Estoy en estado de shock y tristeza después de recibir la noticia de que mi amigo y hermano falleció”, dijo la funcionaria. Si bien la noticia se dio a conocer en el ocaso del miércoles, logró trascender al día siguiente. Al punto de que Keith Richards expresó su dolor en la noche del jueves con un tuit que decía: “¡Qué tristeza enterarme de que mi viejo amigo falleció!”, acompañado por dos fotos en las que se los ve abrazados en un estudio de grabación. “Fue un bajista brillante. Siempre recordaré los mejores momentos con Sly and Robbie”.
Junto con el baterista Sly Dunbar, Robbie Shakespeare conformó una de las bases rítmicas más respetadas no sólo de su país sino de todo el mundo en las últimas tres décadas. Si bien comenzaron actuando en el circuito del reggae para artistas de la talla de Peter Tosh, Bunny Wailer, Gregory Isaacs y Black Uhuru, su leyenda se extendió a otros géneros musicales. Abrazaron el clímax de su popularidad en la década del ochenta, luego de grabar varios discos para su compatriota Grace Jones, con la que pusieron a prueba los límites de su experimentación. Con ella entendieron que desde el groove podían erigir una discoteca que podía oscilar entre la fuerza del funk y la espacialidad del drum and bass. Pero esto último recién lo consumaron en los noventa con la complicidad del productor escocés Howie B, tras ponerse al servicio de Mick Jagger, Bob Dylan, Yoko Ono, Serge Gainsbourg, Madonna y Herbie Hancock.
Nacido en una familia de músicos de Kingston, Shakespeare inicialmente agarró la guitarra acústica. Su vínculo con el bajo sucedió a partir de su encuentro con Aston “Family Man” Barrett, uno de los músicos de sesión más importantes de Jamaica en los sesenta (más tarde fue arreglista de Bob Marley and the Wailers). Además de enseñarlo a tocar las cuatro cuerdas, lo tomó bajo su protección. Fue a principios de los setenta cuando conoció a Dunbar, mientras tocaba en un club de la capital jamaiquina. Quedó tan impresionado con su maestría musical que le contó al productor Bunny Lee sobre él, lo que derivó en que ambos terminaran tocando juntos como parte de una banda de sesionistas. “Desde aquella vez, tuvimos una química especial”, contó Shakespeare. “Musicalmente, tendríamos que configurar un canal especial hacia Dios para preguntarle por qué tocamos tan bien”.
La dinámica del tándem era similar a la de un matrimonio. Incluso vivían cerca, con sus respectivas esposas. Se dice que Dunbar sabía controlar el carácter de Shakespeare, en tanto que el bajista le ponía el pecho a los negocios. En 1974, después de convertirse en la base rítmica más famosa de Jamaica, crearon la productora Taxi Records. A pesar de haber sido parte de miles de grabaciones, de las que destacan seis álbumes propios (aparecieron entre 1985 y 2014), con el artista con el que pudieron mostrar su esplendor fue con Black Uhuru. Justo con ellos vinieron a Buenos Aires en 2017, en la que terminó siendo su única visita al país. Sucedió en el marco del Festival Internacional de Reggae, en Parque Sarmiento. Antes de subirse al escenario, Shakespeare le contó a Página/12: “Tratamos de continuar experimentando, probando y generando música que sea creativa. Luego de tantos años, nunca nos cansamos de esto”.