Memoria, decir memoria es un decir siempre parcial e incompleto. Por más que nos empeñemos en rearmar el rompecabezas, la propia memoria son solo retazos, marcas que persisten en el cuerpo, en el inconsciente, la historia personal, fragmentos al fin al cabo.
El 2001 fue de cambios y cimbronazos, tuve que mudarme por cuarta vez, continué cargando la mochila de un emprendimiento económico en declive, vías de quebranto y a nivel familiar quedaron al desnudo viejas cuestiones irresueltas y por lo tanto muy angustiantes.
En vísperas del estallido social de diciembre de 2001 estaba en plena disponibilidad para sumarme a la revuelta y así fue.
El gobierno nacional nos descontó el 13% de los salarios, la miseria y la exclusión social crecían de manera galopante y en las elecciones un alto porcentaje de personas manifestaron su impugnación al sistema de delegación de poder.
Las jornadas previas al estallido el malestar emergía en los barrios. Una legisladora, escudera del gobierno provincial, decía que no había que echar leña al fuego mientras el hambre arreciaba en las barriadas.
El 19 de diciembre todo era confusión, la respuesta estatal a la protesta social fue la feroz represión. Esa noche de angustia e incertidumbre mientras aguardábamos la llegada de las ambulancias en el antiguo HECA aún oíamos las detonaciones en la villa de emergencia cercana. A la par, y en el retorno a mi nuevo domicilio, observaba las luces navideñas en los balcones y el ruido de cacerolas. A las pocas horas, ya en la madrugada del 20 de diciembre, miles de personas de las más variadas ideologías gritábamos que se vayan todos.
Lo que tantas veces habíamos palpitado parecía concretarse: multitudes y banderas decían "basta" al escarnio de la explotación y el ninguneo.
Transcurridas dos décadas la sociedad es más injusta y desigual, los macro poderes continúan hostigando a las mujeres y hombres de a pie, pero una vez más citaremos a Vincent Van Gogh cuando escribió que el molino ya no está pero el viento sopla todavía.
La esperanza de futuro distinto debe ser el acicate para romper con la pasividad y la indolencia; el camino de las luchas solidarias y autónomas la senda a recorrer.
Carlos A. Solero