Escribir y enseñar para hacer música, pero también y necesariamente de modo recíproco: tocar música para escribir y enseñar. Una instancia comunica con la otra, y la propuesta de Carlo Seminara integra de manera sustancial a todas ellas. Así lo corrobora Curtir el cuero: propuestas pedagógicas desde el tambor latinoamericano, el libro que el músico presenta, con entrada libre y gratuita, hoy a las 18.30 en el Galpón 15 de la Franja del Río, junto con presentaciones musicales de Paranatú, Bloco la Pegada, y un conversatorio compartido con Lali Corvalán y Augusto P. Guarnieri. “Viéndolo ahora, terminado, el libro representa un poco el recorrido propio y desde el lugar, con una temprana sensibilización personal, demasiado fuerte, por la música”, comenta Carlo Seminara a Rosario/12.
El recorrido de vida del percusionista, responsable de discos bellísimos como Tango ia Candombes, ensambla varias cuestiones, fundamentales para la razón de ser del libro: “Ya en la adolescencia comencé a sentirme atraído por la música e inmediatamente por el tambor. Empecé a estudiar con algunos referentes, como Juancho Perone, pero me tiraba mucho lo africano y afrolatino. Viajé a Buenos Aires y en el 2002 a Cuba. Ahí tomé otra dimensión de lo que representaba el tambor para las diferentes culturas, mientras estudiaba en el espacio de educación formal, para cumplir con los mandatos de hacer algo, de estudiar en serio. Pero había una brecha entre los modos de transmitir conocimiento, de generarlo, de vivir las prácticas musicales. Incluso en lo ideológico, con Argentina renegando de todo lo que tuviera que ver con lo afro, con esa sentencia de que si no sos brasilero no vas a tocar nunca como uno, que eso no se estudia, que se lleva en la sangre. O sea, no podía hacer música afrocubana porque no lo tenía en la sangre pero sí me tenía que pasar horas, cuando estudiaba contrabajo, con la sonata de un compositor italiano o búlgaro, porque a la música clásica no hacía falta llevarla en la sangre”.
Según Seminara, fue esto lo que le permitió reconocer “cuestiones estructurales de racismo, de clasismo. Ahí comencé a tomar dimensión del estado de situación que había en Argentina en cuanto a todo lo que tenía que ver con la herencia y el aporte afro, por un lado, y con los modos de generar y transmitir conocimiento en una academia. Después surgió la militancia del tambor con Tocolobombo, una ONG que tuvimos por varios años. Y hace 8 años tuve la posibilidad de dar forma a los cuatro años de la cátedra de Percusión Latinoamericana en el Profesorado de Música. Ahí fue como decir ‘acá hay que empezar el cambio de paradigma’. Ya desde el principio, en la institución hubo una apertura y estuvo la posibilidad de hacer esos cambios. Yo planteé que al ser el tambor un fenómeno colectivo necesitaba que las clases fueran grupales, y se dio esa posibilidad. Pero no podía trabajar solo cuestiones musicales, sino también sobre el contexto, sobre cómo llegó el tambor a Latinoamérica. Mucha gente no tiene demasiada dimensión sobre eso porque no forma parte de la historia enseñada. Está la figura del esclavo en el 25 de mayo pero en el 9 de julio ya no aparece, como si desaparecieran todos los negros y negras. Se habla de que murieron en las guerras pero no están en las representaciones de las tropas. Sabemos que San Martín tenía un caballo blanco pero no nos dicen que Cabral, que le salvó la vida en San Lorenzo, era negro”.
A partir de esta comprensión, de este análisis, el músico se propuso “empezar a generar conocimiento pero invirtiendo la lógica de lo que siempre se hace, que es adaptar la música popular a los modos hegemónicos de la academia, donde se escribe de una sola manera, desde un sistema de lectoescritura que es monométrico y no contempla escenarios donde pueda haber más de una pulsación, tal como sucede en todas estas músicas. O sea, no hay una única posibilidad de sentir y de llevar al cuerpo a la danza, a la música. A veces dicen que eso no se puede escribir, y no es así. No se puede escribir con ese sistema, y por eso proponemos adaptar este espacio formal a estos modos. Yo no quería cambiar los modos de transmisión del tambor y de la música. Allí fue cuando se hizo más firme la idea de escribir un libro y compartir en otro formato esta experiencia. No es una propuesta estática, tipo método, sino que es abierta, para que el lector y la lectora se lo agencien y lo cambien porque en realidad es bastante primario todo. Trata sobre la relación más lúdica con la música, llevada al cuerpo, con la voz hablada, cantando lo que tocamos”.
Carlo Seminara dice que el “el espíritu del tambor es colectivo. Se trata de tambores. El uso del término ‘tambor’ remite a las personas que tocan, bailan, cantan, a toda la comunidad reunida. Muchas veces se dice ‘vamos a un tambor’ y significa ir a uno de estos encuentros. ‘Tambor’ es todo eso, todos podemos ser ‘tambores’. Es el sentido colectivo. Y trato de poner en valor eso, sobre todo en los espacios académicos, donde suele desprestigiarse ese tipo de manifestaciones, cuando en realidad es alucinante el poder de lo colectivo y ver cómo está vigente en estas expresiones. Más aún en estos tiempos de meritocracia, en los que es importante encontrar líneas de fuga”.