“¿Te acordás cuando nos encontrábamos en la Plaza de Mayo todos los 10 de diciembre para celebrar en familia el Día de la Democracia? Siempre lo hicimos con muchísima alegría”. El video que difundió Cristina Fernández de Kirchner invitando a la fiesta popular en Plaza de Mayo comenzaba con estas palabras, nada inocentes. Desde los festejos por el Bicentenario en 2010, algo cambió en cuanto a las fechas conmemorativas en la Argentina. Cambió el signo de actos que históricamente habían tenido un carácter solemne, pesado, grave, para convertir esas fechas en días de celebración con el pueblo en la calle, cantando, bailando, disfrutando de jornadas dedicadas a la cultura y el arte. Este viernes, el Día de la Democracia volvió a ser una fiesta en la Plaza. Con la música como columna vertebral, miles de personas se juntaron para celebrar, una vez más y por primera vez tras cuatro años de macrismo y dos de pandemia, que el país vive una saludable, robusta y consistente democracia hace 38 años.
A las dos y media de la tarde, terminaba la prueba de sonido y por Diagonal Sur entraba la primera gran columna de militantes que llegaba a la Plaza. El panorama frente a la Casa Rosada era tranquilo. El cielo algo nublado, la venta de memorabilia iba desde pines, calcomanías, imanes, encendedores y gorros hasta copias en DVD de Perón. Sinfonía del sentimiento. Choripanes, hamburguesas y bondiolas a la parrilla se podían acompañar con cerveza, Fernet con cola y hasta Campari o vodka con naranja. De repente, comenzó a sonar "Rumba azul", de Caetano Veloso, mientras una pareja improvisaba unos pasos en la esquina de la Catedral. Dos muchachones con pecheras de la JP Santa Rosa con la inscripción “Militar hasta que lo imposible sea inevitable" chusmeaban la oferta de remeras. Una chica le cambiaba el pañal a su bebé en uno de los pastitos sobre Av. Rivadavia, frente al enorme portón del Banco Nación.
Pasadas las tres, las columnas que fueron ingresando ya llegaban hasta la altura de la Pirámide y los sueltos buscaban alguna sombrita donde guarecerse del sol, que había abandonado su timidez y pegaba de lleno. Poco antes de las cuatro, la esquina de Av. de Mayo se tiñó con las banderas y bengalas azules del Movimiento Evita. Por los parlantes sonaba "Mariposa Pontiac". A las cuatro y media, cuando finalmente dio inicio el acto, ya casi no quedaba hueco en la Plaza. Entraba la primera columna proveniente de Diagonal Norte, con militantes de la CTA. A esta altura, el flujo de gente por Av. De Mayo y Diagonal Sur era continuo. Charly y María Gabriela cantaban desenchufados eso de que si insisten, saben muy bien que lo conseguirán.
“Adivinen la cámara que tiene que tomar a quién es la que están tapando”, chicaneó simpáticamente la conductora Lourdes Zuazo a los militantes frente al escenario que todavía no enrollaban las banderas y retrasaban el inicio de la transmisión. Porque claro: música, baile, celebración, pero lo más esperado en esa plaza que se seguía llenando eran las palabras de cierre a cargo del ex presidente brasileño Luiz Inacio “Lula” Da Silva y de Cristina y Alberto, por supuesto. El tema de las banderas se solucionó rápidamente y dio comienzo al festival musical.
El arranque estuvo a cargo de los Súper Ratones. La banda marplatense calentó los motores rockeros y dio paso a Barbi Recanati que continuó con un breve set de tres temas. “Es un honor volver a estar en este escenario y en esta plaza dos años después. Que esta democracia dure una eternidad”, saludó Recanati antes de cederle el escenario a Massacre. “Vamos a traer a la plaza a alguien que hizo muchísimo por la democracia, por el arte, por la cultura, los derechos humanos y la diversidad: Luis Alberto Spinetta”, anunció Walas antes de cerrar el primer bloque con su versión de “Ana no duerme” y sobre el puente musical, agregó: “No se olviden del Plan Cóndor con los milicos. Ahora estamos viviendo algo parecido en Latinoamérica, sólo que no son los uniformados como los de antes, son CEOs con camperas de Uniqlo. ¿Cómo se llamará este plan de ahora?”.
En el primer intervalo, un grupo de diez adultos mayores se llevó todas las miradas y las cámaras cuando armaron un dancefloor cumbianchero sobre Diagonal Norte al ritmo de la Delio Valdez, con la imponente columna de La Cámpora avanzando al fondo, desde la 9 de Julio.
“Si hay alguien que le cantó siempre a la protesta y que siempre estuvo en los festejos, ese es Peteco Carabajal”, presentaron al santiagueño. “Estarán siempre presentes los que murieron luchando”, cantó y tocó, mientras una chica entre la multitud tiraba unos pasos de chacarera en una danza que era solitaria y colectiva a la vez. Más allá, entre la gente, se elevaba un cartel escrito sobre un cartón con fibra: “Falta Milagro en la Plaza”.
A continuación tomaron el escenario Víctor Heredia y Teresa Parodi, que conmovieron con “Como la Cigarra”, que contó con un hermoso coro susurrado por toda la asistencia en los estribillos, y “Todavía cantamos”, con su versión modificada por tantas y tantos entre el público, que cantaban aquello de “a pesar de las bombas, los fusilamientos…” con los los dedos en ve.
“Vinimos desde Brasil a recordarles que latinoamericanes unides, siempre”, se presentó Sebastián Pirecés-Ugarte, vocalista y baterista de Francisco el Hombre, el quinteto brasileño que aportó el punto internacional del evento, en honor a uno de sus oradores principales. “Las 600 mil personas que murieron de covid en Brasil no murieron por una mala gestión de gobierno. Bolsonaro fue muy activo contra la vacunación, contra los cuidados. Lo de Bolsonaro fue un genocidio”, aseguró. “Nada detendrá la primavera”, cantaban justo cuando el sol se hacía un hueco sobre el escenario, en una tarde que había vuelto a nublarse.
El cierre, antes del Himno Nacional en las voces de Dolores Solá y los miles que colmaban la Plaza y las avenidas de acceso fue, como no podía ser de otra manera, a puro baile y pasitos de cumbia con los hits incombustibles del grupo Ráfaga. Más temprano, al comienzo de la jornada, la voz de Fito Páez sonaba en los parlantes con "Tumbas de la gloria". Una señora envuelta en una bandera argentina con escudo del PJ en el centro se acercó a esta cronista con los brazos abiertos y una sonrisa que le ocupaba toda la cara: "Esto con el macrismo no existía", exclamó mientras seguía de largo, bailoteando hacia el centro de la Plaza. Porque con la democracia se come, se cura y se educa. Y, si hay voluntad política, también se disfruta.