A esta altura de la vida, la de Litto Nebbia es como la fábula del burro y la zanahoria… imposible de seguir. De alcanzar. De asir, casi. La analogía radica en que, cuando la entrevista pactada con Página/12 era por un libro y un disco -ambos flamantes-, él apareció con otra novedad, otro disco, en este caso llamado Nunca encontraré una casa como la que hay en mí. Pues entonces hay que apurarse a saber algo de él, antes que la velocidad de acción nebbiera provoque otra primicia. 

“Entre medio de tanta cosa, estoy muy entusiasmado con este otro álbum que acabo de publicar”, se entusiasma Litto, a los 73 años, acerca de su flamantísima obra de 16 canciones. Tres de ellas son versiones de temas antiguos. La que da nombre al disco, inédita y escrita durante las épocas de Huinca; otra llamada “Lo básico de hoy (Cuando alguien lo sepa)”, cuya versión original fue bonus track del álbum Demasiadas maneras de no saber nada (2013) y “Quién es quién para cada quien”, escrita en 1974 y publicada por primera vez en el -también- reciente Siempre en sábado. “Es un trabajo de nuevas canciones con letras escritas en este 'encierro' de cuidado que vivimos, en que casi no pudimos salir a tocar pero sí, al menos, continuar componiendo y grabando. Hay mucha melodía, bastante letra y gran acento puesto sobre el amor”, resume Nebbia, y el tiempo vuelve a su sintonía inicial.

Terreno despejado entonces para abordar lo dicho: Las letras de Nebbia, libro que el rosarino acaba de publicar con 268 letras de canciones suyas –de Los Gatos Salvajes hasta hoy- comentadas por él, y un disco con 21 temas paradójicamente instrumentales llamado Cuadernos de apuntes sonoros. Reordena el responsable: “Recibí un llamado de mi amigo, el poeta Jorge Boccanera, contándome que la Universidad Nacional de Córdoba tenía interés en publicar un libro sobre mis letras, una suerte de Antología, digamos, y me pareció interesante a esta altura de mi trayectoria. Muy pronto nos pusimos de acuerdo, y acordamos que yo lo armaría a mi gusto”, cuenta el músico, que el sábado 18 de diciembre tocará en el Café Berlín (Avenida San Martín 6656) a las 21, para luego recalar en Mar del Plata, Tandil y en el Lollapalooza, donde se presentará en formato quinteto, acompañado por Nica y Tomás Corley -Los Reyes del Falsete-, Leopoldo Deza y Ariel Minimal.

-Qué tareíta la del libro: tenés más de 1300 canciones y tuviste que elegir menos de 300. ¿Con qué criterio de selección te manejaste?

-Para nada quise aquello de “lo mejor…”. Más bien, traté que la selección representara de alguna manera el transcurrir cronológico de cómo fueron apareciendo las canciones. Así es que comienza con un par de letras que escribí a mis 14 o 15 años, época en que empecé con las primeras canciones para luego tocarlas con Los Gatos Salvajes. Me pareció que de esta manera podía mostrar los cambios que hubo en la composición, algunos provocados por el paso del tiempo, por propio crecimiento, y otros por la búsqueda de una evolución estética, aunque en todos los autores existen temáticas que son preocupaciones perpetuas en sus vidas.

-¿Cuáles son las tuyas? 

-Digamos que tengo muchas canciones que hablan sobre la libertad. Es más, conceptualmente todas están referidas a la misma preocupación, pero a través del tiempo han cambiado la narración, las metáforas, y quizás hasta el lugar desde donde uno se posiciona para referirse a ella. Aquí es donde comienzan a jugar la experiencia, los sueños, y por supuesto la realidad social que te rodea.

-¿Se puede pensar este libro como una especie de autobiografía vista a través de las letras de tus canciones?

-Diría que es de alguna manera un calendario del reflejo de mis pensamientos, mis amores, mis desventuras, y todo lo que me pasa en la vida.

-¿Qué importancia le das a las letras en la música, ya que estamos en terreno propicio?

-El ideal es que las dos cosas, letra y música, tengan nivel alto. La perfección es que el casamiento entre música y palabra de alguna manera sea inobjetable. Pero es bien difícil esto, no solo de poder lograrlo sino también porque tus intereses compositivos van variando según el tema. De pronto, tenés una música hermosa, completa, redonda… y ya no te preocupa tanto cómo será la letra. No quiero decir que entonces vas a escribir cualquier verdura, pero quizá con esa música ya sentís que el tema tiene una completud valiosa. Otras veces pasa que te aparece algo que has guardado en un viejo cuaderno para musicalizar algún día, y te das cuenta que tenés una letra buena, original, pero no querés apurarte en ponerle música, cosa que a nivel “oficio” quizá podrías hacer en un instante.

-Tendrás mil ejemplos, se intuye…

-Doy uno. Hay una canción muy sentida, que gusta mucho en todos lados. Me refiero a “Está en tus manos”. Hice la música un día al piano y la dejé en un casete, sin prestarle atención durante un par de años, hasta que una vez salí a pasear en auto por Uruguay, una mañana, y me llevé un manojo de estos casetes llenos de ideas musicales, que si no escuchaba en un viaje, capaz no escuchaba más. Íbamos charlando con mi acompañante, mientras de fondo se escuchaban mis tarareos aporreando el piano. De pronto apareció esta melodía, y me gustó… me llamó la atención por primera vez y empecé a construir la letra: “Lo que la vida se olvidó de repartir, está en tus manos…”. Cualquiera que la escucha hoy y no sabe esta anécdota, cree que escribí el mismo día y al mismo tiempo en letra y música. Pero no.

-¿La música o la letra?

-Bueno, hay veces que una composición vale más por su música, y otras por la letra. Yo esencialmente soy compositor. O sea, no escribiría letras si no estuviera la música.

-¿Hasta qué punto música y letra configuran una unidad, y hasta qué punto son autónomas una de otra, entonces?

-Yo siempre las entiendo como una unidad. Me refiero a “la” canción, pese a que en algunos temas tenga mayor relevancia una que otra… una sin la otra ya no son “la” canción, digo.

Nebbia en escena, en estudios, escribiendo, incansable (Imagen: Kala Moreno Parra).

-Resulta paradójico que el disco que acompaña el libro sea instrumental. ¿Por qué decidiste publicar disco y libro juntos?

-Porque por un lado se me ocurrió que sería original en una antología de letras poder regalar a modo de souvenir un CD con música instrumental del autor de las letras. Y por otro, porque no pude con mi genio de no poder parar de sacar discos (risas). La gente que me convocó de la Universidad de Córdoba fue muy atenta y gentil conmigo, al permitirme cumplir mis “caprichos”.

-¿Qué mirada íntima tenés sobre el disco, puntualmente?

-Aparte de escribir canciones todo el tiempo, también compongo mucha música instrumental. Me encanta poder hacer arreglos tan próximos a situaciones orquestales, crear esos contrapuntos que van narrando otra melodía, paralelos a la línea melódica central, y propiciar modulaciones que te hagan pasear armónicamente. Es cierto que a veces uso algo de estos elementos para las canciones con letras, pero digamos que hacer un álbum todo instrumental es una experiencia completa para el estilo. En este sentido, no puedo evitar que siempre que escribo algo instrumental tengo al mismo tiempo la imagen, lo visual. O sea, la música de películas… esto es debido a mi afición desde niño por el cine.

-La música de estos Cuadernos Sonoros podría tranquilamente acompañar un film, de hecho.

-Es que conozco mucho de la música de cine de los años 50 y 60. Tengo una gran colección de bandas sonoras, así como aprecio autores como Gardel-Le Pera, Lennon-McCartney o Jobim-de Moraes, a la vez que convivo también con toda esa línea de compositores de la talla de Max Steiner, Ernest Korngold, Franz Waxman, Dimitri Tiomkin y Bernard Herrmann, hasta llegar a un Ennio Morricone. Humildemente, este álbum trata de ser eso, una muestra de ideas que se podrían desarrollar más ampulosamente si uno dispusiera del presupuesto necesario para grabar con una gran orquesta. Igual, el público debe disfrutarlo emocionalmente sin tanta complicación. En este caso, ese público que está acostumbrado siempre a oírme cantar mis letras, de pronto se encuentra con unos discos sin palabras, para disfrutar las melodías y las armonías, porque en definitiva eso es lo que soy: un melodista con un estilo personal. En suma, este disco es para mí una especie de secuela del que publiqué un par de meses antes, bajo el nombre de Cuadernos del cine francés de los '60, donde evoco todo aquello de la Nouvelle Vague.

-Vuelta al libro: podrías haber tomado muchos ejemplos, pero en la introducción decidiste tomar el de los Hermanos Expósito, para destacar. ¿Por qué?

-Es que ellos son una de las tantas divinas duplas que tenemos en nuestra música popular, y además los conocí bastante. Hablaban mucho de la cancionística, ya casi como una técnica, aunque casi todos sus temas los habían escrito de forma natural, sentimental y emocional. Virgilio era un personaje increíble. Empezaba cantando al piano “era más blanda que el agua…”, paraba un instante, y te miraba la cara a ver cómo te había pegado... ¡extraordinario!

-¿A qué otros letristas admirás?

-A Enrique Cadícamo, Homero Manzi, Manuel J. Castilla, y Chico Buarque, entre tantos.

-¿Por qué creíste adecuado hablar de las diferencias entre poesía y cancionística?

-Muchas veces escuché trabajos discográficos musicalizando la poesía de tal o cual autor, y siento que la música está buscando la canción. Es decir que el compositor no encontró la onda justa para musicalizar al poeta, pese a que éste puede ser muy bueno y encumbrado, y el músico un virtuoso del instrumento. Esto es más o menos como en el cine, a veces anuncian un estreno con cinco actores súper famosos, dirigidos por un director súper famoso, con música de un compositor súper conocido, y luego resulta que la película no es buena. En el tango, por ejemplo, muchas veces un letrista tierno y necesario estilísticamente como Alfredo Le Pera ha sido subestimado. ¿Qué quieren? ¿Que escriba como Bob Dylan?, quiero decir con esto que muchas veces el compositor sacrifica una idea poética valiosa en favor de mantener la impronta rítmica de la línea melódica a la que le está poniendo letra. A ver, creer que Lennon-McCartney eran unos tontos porque la letra de “She Loves You” dice “te quiere sí, sí sí te quiere sí, sí, sí” (shelovesyouyeahyeahyeah…) es un gran error.

-Se entrevé por lo que decís en el libro que en tu caso, la metodología para componer empieza por la música y después va hacia la letra ¿es así?

-Uno escribe las canciones usando todas las posibilidades combinatorias que se conocen. Tenés la canción que te salió como iluminado, todo al mismo tiempo, pero hay otras en las que una música “aguardaba” por su letra, o también letras sin musicalizar. Y después, viene también el trabajo de coautoría. Esto es bien importante, porque de la química que se da entre dos autores, sale otra cosa. En este plano, también ocurre que un letrista que te gusta le pone palabras a tu música y al revés, cuando vos lo musicalizás. Quiero decir, no existe que prefieras una sobre otra, sino que se va dando. Así es el camino de la canción.

-Te voy a meter en un lío: ¿cuáles fueron las tres mejores tres letras que compusiste?

-Es un lío, realmente (risas). Hay letras y letras, y cada una de ellas la mayoría de las veces tienen sus razones. Pero si tuviera que mencionar tres así a la suerte de Dios, diría que “El Bohemio”, “Canción sin puñales” y “El otro cambio, los que se fueron”, las tres me parecen muy sentidas. Pero al instante se me ocurre otra tríada: “Algo de verdad”, “Sábado a la tarde” y “Quien es quién para cada quien”. No sé, dejémoslo ahí...

 

Una canción emblema

La memoria de Nebbia es tan prodigiosa como su hacer. Por caso –y viene al caso— recuerda con precisión de fechas el devenir de “Solo se trata de vivir”, una de sus canciones emblema. “La escribí el 17 de noviembre de 1979 (Día de la militancia, casualmente) en San Luis Potosí, México. La estrené al otro día en un concierto en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. La grabé en New York el 23 de febrero de 1980, y la publiqué por primera vez en junio de aquel año, en un disco que solo salió en México, llamado Creer”, evoca. El raid de fechas, claro, es sobre la canción y no sobre el formidable disco epónimo que está cumpliendo cuarenta años, dado que la mayoría de sus canciones fueron grabadas en diciembre de 1981 en los estudios Unique Recording, de Nueva York.

 

Rodeado epocalmente por 1981, el antedicho Creer y Solopiano volumen 1, Solo se trata… contiene no solo el clásico que musicalizaría el viaje en camión de Antonio Cafiero durante la campaña por las elecciones para gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1987, sino también temazos como “Canción del horizonte”, “Si no son más de las tres (El Bohemio)” o “Vivir en distintos barrios”. “En lo personal me da mucha emoción que algunas canciones mías de arraigo popular tengan su complejidad armónica y melódica”, asegura Litto, y centraliza en “Solo se trata…”. 

“Puntualmente, esta es una canción que no es fácil de tocar ni de cantar, sin embargo desde aquella primera vez que la estrené en México a horas de componerla, siempre la gente ha reaccionado favorablemente. Luego, a través del tiempo, te das cuenta que la comienzan a cantar en los géneros más disimiles, algo que también sucede con 'La Balsa', 'Viento dile a la lluvia', 'El Rey lloró' o 'No importa la razón', que también pasaron a ser temas del inventario afectivo popular, porque la gente las recuerda, y las asocia con algún hecho trascendental de sus vidas”.