Al llegar a la casa de Tucumán 2647, lo primero que se ve es un espacio de juegos infantiles. Graciela Rojas, de la ONG Mujeres Tras las Rejas, y Bernardette Blua, de la Asociación de Pensamiento Penal, cuentan que ese lugar está destinado a les hijes de las detenidas en transición hacia su libertad, recién liberadas o a las familiares que asisten a los talleres. El nombre elegido es Casa de Mujeres, Disidencias y su entorno atrapadas por el sistema punitivista. En la última habitación hay algunos cuadros y llantas: el taller de reparación de bicicletas es una actividad reciente, se hace desde octubre, y convocante. Confección y derechos menstruales, comunicación, identidad laboral, cerámica, son otros espacios que se ofrecen en la casa destinada a acompañar a las detenidas en su paso a la libertad. Un camino difícil. El proyecto incluye una Biblioteca de Criminología feminista y Abre, espacio de escucha y contención. El jueves se lo nombrará como Cristina Vázquez, en memoria de la mujer que pasó 11 años detenida injustamente en la provincia de Misiones y al egresar, sin apoyo del Estado, terminó suicidándose.

El proyecto conjunto de APP y Mujeres tras las Rejas lleva el nombre de Cristina porque consideran –como puntualiza Rojas- que es una situación que “las envuelve a todas”. De hecho, agregó que conocen “a chicas que en la pandemia se han suicidado por la situación de gran vulneración que viven”.

Si bien la ley de aplicación de la pena prevé un espacio de transición, el único que hubo hasta ahora en la provincia estuvo destinado a varones. Hacer uno para las mujeres fue el desafío, y la puesta en marcha fue a pulmón. Luego obtuvieron un convenio con el Ministerio de Igualdad y Género, que esperan pueda mantenerse en el tiempo, para continuar con el equipo interdisciplinario que lleva adelante el espacio ABRE.

La participación de las detenidas en los talleres se encuentra con el obstáculo de los tiempos del sistema penal para, por ejemplo, otorgar la autorización. “Lo que viene de parte nuestra es la persistencia y la resistencia”, plantea Rojas, que trabaja con Mujeres Tras las Rejas desde hace 16 años en la Unidad 5 de Rosario, antes en Ingeniero Thedy al 300, ahora en 27 de febrero al 7800.

Encerradas o acompañando encierros –las visitas de los varones presos son mayormente de mujeres, y las de mujeres detenidas, también-, las asistentes encuentran un espacio para tratar de salir del agujero del sistema penal. “En un taller, una de las chicas dijo que viene porque acá se olvida de todo”, cuenta sobre la intervención de la hermana de una interna.

ABRE es uno de los espacios pensados para el pre-egreso y el egreso. El objetivo es la inserción pospenitenciaria, un desafío mayor que incluye la autonomía económica. El taller de reparación de bicicletas surgió de Areli, y apuesta a la articulación con el programa Mi bici tu bici, también a brindar mensajería en bicicleta. Esperan que el intendente Pablo Javkin las reciba, para que la municipalidad tome a una mujer que trabaje en el espacio, y también les permita trabajar en las plazas. “Salimos a la cancha a sacarle la bicicletería a los varones”, se entusiasma Rojas.

Dispuestas es el nombre del taller de gestión menstrual, que comenzó con la confección de toallitas higiénicas a mano, y se amplió con la compra de máquinas de coser. Hoy son cinco integrantes en una cooperativa que apuesta a producir en serie, para autosustentarse.

Las dificultades en el sostén de las actividades son, en primer lugar, económica. “Muchas veces no tienen para el colectivo”, dice Blua. Las que están en pre-egreso (es decir, todavía detenidas) tienen además la gran cantidad de trámites que deben hacer, y también el régimen de tuición (tutorías). La tutora es Carmen Albarenque, que va a buscar a las detenidas y las lleva nuevamente al penal. "Desde el sistema penitenciario no la hacen fácil, todo lo contrario", cuenta Carmen. 

La mayor dificultad, sin embargo, es el estigma. “Cuando la mujer pasa de ser víctima a victimaria, se produce una ruptura”, cuenta Blua, mientras Rojas señala que “esa matriz cultural no se rompe ni siquiera dentro del feminismo”. Como activista, chocó una y otra vez con que “nadie identifica que el encierro femenino es una violencia. Hay una deuda muy grande con las mujeres presas”.