"¿Qué tuvimos que ceder?", preguntó un funcionario de gobierno en la Casa Rosada. "Nada", le respondieron. "¿Cómo nada?", fue la reacción inmediata del primero. Poco minutos antes, había concluido la reunión de las cuatro entidades de la Mesa de Enlace con el ministro Julián Domínguez, y había quedado sellado un acuerdo para revertir la tendencia declinante en la producción de carne "garantizando el consumo interno y las exportaciones". Las declaraciones de satisfacción y respaldo de los propios dirigentes ruralistas, hasta pocas semanas atrás enemigos irreconciliables del gobierno, dejaron confundidos a muchos.
Hasta no hace mucho, el equilibrio parecía imposible. El tironeo entre exportaciones y consumo, frente a una producción inelástica, llevaba inmediatamente a la imagen de "la manta corta": para taparse el pecho hay que destaparse los pies. Si se exporta más carne, escaseará la oferta para el mercado interno. Encima con precios internacionales en alza. El rebote en los precios internos parecía inevitable, salvo que se aplicara "mano de hierro" con la exportación. No parecía haber opción.
El desembarco de Julián Domínguez en el ministerio de Agricultura y Ganadería le puso otro color al debate. "Luis Basterra (el ministro saliente) es uno de los tipos que más sabe del sistema de producción argentina, estuvo en el INTA, en Diputados, conoce a los gobernadores", describió al ex titular de Agricultura y Ganadería un viejo dirigente del sector. "La diferencia con Domínguez es la capacidad política que tiene Julián para manejar el conflicto, y más un conflicto como éste, el de las carnes, que muchas veces tenés tantas aristas que no sabés a cuántos vas a beneficiar y a cuántos perjudicás en cada movida", completó.
Desde que asumió el cargo, el 20 de septiembre, prácticamente no hubo semana en la que Domínguez no viajara al interior. Discutió con gobernadores, involucrándolos en la resolución del tema, con dirigentes rurales de cada región, tomó en sus manos problemas locales y empezó a entrelazar las demandas locales con la solución del problema central.
"Encara los problemas con un estilo muy peronista, si tiene que hacer mil reuniones las hace, incluso con alguno que lo insultó en un encuentro anterior. En esta ronda de viajes por el interior, hasta se tuvo que sentar a conversar con algún dirigente rural con el que en las disputas del 2010 y 2011 estuvieron cerca de llegar a las trompadas", relata el mismo dirigente que conoce cada pliegue del paño.
Ganadería en tensión
Entre 2018 y 2020, Argentina perdió 1,5 millones de cabezas de ganado vacuno (de 55 millones a 53,5 millones), además con un alto índice de faena de hembras (48,5% en 2019). Con menos vientres disponibles, obviamente bajó la parición de terneros (500 mil menos en 2020 con respecto a 2018/19). Dos años después, la consecuencia era previsible: cayó en 2021 y caerá en 2022 la cantidad de cabezas (novillos y vaquillonas) que irá a faena.
Un dato adicional: mientras el resto de los países productores de hacienda va mejorando paulatinamente el peso del animal que va a faena, en Argentina este indicador permanece estancado. En Estados Unidos, el peso de la res terminada es, en promedio, de 341 kg. En Australia, 281 kg. Uruguay, 257 y Brasil, 256. En Argentina apenas alcanza a 226 kilogramos, prácticamente en el mismo valor de treinta años atrás. El problema estructural de oferta de carnes es evidente.
Por el lado de la demanda, el consumo histórico argentino osciló entre 60 y 65 kilogramos anuales por habitante. Este año llegó a caer a 48 kilos y cierra el año más cerca de 50, es decir históricamente bajo. En materia de exportaciones, la irrupción de la demanda china en los últimos años provocó una alteración en todos los mercados de paìses exportadores, pero en ninguno tanto como en Argentina. En el año 2020, las exportaciones a China representaron nada menos que el 75% de las ventas totales al exterior. En Brasil, llegan al 62% del total de las ventas al exterior. En Uruguay, al 58%.
"El aumento de la demanda de los países emergentes es una gran noticia, pero cuando tenemos problemas de oferta como pasa en Argentina puede ser un gran inconveniente", se planteó en cada encuentro que hubo entre productores y funcionarios en cada punto del país.
La propuesta de salida que elaboró el gobierno en esta etapa consistió, principalmente, en articular los intereses políticos económicos de los distintos sectores --productores ganaderos, industria frigorífica, consumidores-- y políticos, tanto de gobiernos provinciales como nacional. La tensión con el precio de la carne se convirtió, en las actuales instancias, en un problema político. La solución, necesariamente, debía tener ese mismo carácter.
La salida negociada
Aunque la mayor atención de los distintos actores estuvo puesta en las medidas inmediatas (precio de la carne, cupos a las exportaciones), el planteo de Julián Domínguez a las entidades rurales parte desde una propuesta de mediano y largo plazo. Propuso un Plan Ganadero 2022/2023 que, en su propia concepción, son los dos primeros años del que será un plan quinquenal. No estuvo expresado en el acuerdo con las organizaciones rurales, pero sí se conversó con los mandatarios provinciales en el contexto de la formulación un "Modelo Argentino para el Proyecto nacional", un modelo de país al cual el campo y su producción no le es ajeno.
Buscará alentar la recomposición del stock ganadero y aumentar el peso de la res que llegue al mercado. Para ello, se lanzará en los próximos días una línea de créditos a la producción fuertemente subsidiados (la tasa anual de interés será del 7%). Se destinarán 100 mil millones de pesos a este fin. Las provincias articularán sus propias políticas de promoción con estos créditos para hacerlos aun más atractivos.
Dejará resuelta una parte de las exportaciones, garantizando las ventas por convenio a la Unión Europea, América del Norte, Chile, Israel, Rusia y otros destinos históricos. Representan alrededor de 150 mil toneladas anuales. También anunció la apertura total para las vacas categoría D, E y F con destino a mercados emergentes, un pedido específico de las entidades. Se trata de una demanda que podría alcanzar los 130 a 150 mil toneladas, según estimaciones del propio mercado.
El gobierno mantiene la prohibición de los llamados cortes populares o "parrilleros": asado, tapa de asado, matambre, vacío, paleta, falda y nalga. Para la demanda de carne de animales jóvenes (vaquillona, novillo y novillito) de parte de mercados emergentes (categoría en la que se incluye a China), se propuso "un nuevo esquema" para la definición de las autorizaciones. Se creará "con rango institucional" un Consejo Consultivo para "el seguimiento de las medidas tomadas y posibles readecuaciones futuras".
Estará integrado por el Consejo Federal Agropecuario; las cuatro entidades de la Mesa de Enlace y las cámaras que representan a la Industria; los sindicatos de los trabajadores y la Cámara Argentina de Feedlot; la Cámara Argentina de Matarifes y Abastecedores; entre otros. En ese ámbito, de carácter mixto, se tomarán las definiciones respecto a la disponibilidad de producto para habilitar exportaciones, ya que tendrá también acceso a la información sobre evolución del stock y de la producción. Con estas herramientas, el gobierno espera lograr administrar una oferta escasa sin pujas por una manta corta.