Un nuevo aniversario del nacimiento de Carlos Gardel siempre es motivo para interpelar subjetividades en torno al tango. No importa donde uno pueda encontrarse, la internacionalidad de “el Zorzal” se hace presente.
El tango como género guarda misterios propios de su nacimiento en los arrabales del Río de la Plata. Una historia que enlaza inmigrantes europeos, negros, originarios y mestizos, inmersos en una expresión cultural en sus inicios relegada a lo marginal.
Algunos de esos misterios también se encarnan en la figura del más internacional de los tangueros, quien en épocas donde las distancias resultaban dificultosas de transitar y sin medios digitales que utilizar, internacionalizó el tango y con ello logró traerlo de la periferia al centro de la escena.
A 1600 kilómetros del arrabal porteño también arribó y permeó el tango. Aunque a la distancia Salta sea estereotipada con zamba y empanada, en tierras norteñas se despliegan múltiples artistas que exploran y sincretizan géneros y trayectorias en torno al tango.
Elegir el tango
Jeannette Erazú nació en la zona sur de la capital salteña. Tiene 26 años y trabajó en diferentes rubros relacionados al turismo y el comercio. Sin embargo, el tango la acompaña hace muchos años, una pasión que con el tiempo tomó centralidad en su vida.
“La inquietud por el tango me surgió sin querer un día que fui a una clase a la que me invitaron. Era muy chica, tenía 13 años y no quería participar porque me parecía una danza de grandes. Pero ese mismo día en la clase me enamoré perdidamente. Es una danza que llega al corazón, por eso los bailarines decimos siempre que ‘al tango se entra pero no se sale’”.
“Empecé bailando lo que se le llama el tango social o tango salón, y después de un tiempo entre al ballet Salta Tango. Desde ese momento nunca más dejé de bailarlo. Siempre fue un hobby que hoy se convirtió en trabajo, pero también en pasión y el sueño de mi vida” comenta Jeannette.
Iván Gutiérrez Cachullani vive en el barrio Aerolíneas de Salta Capital, una ciudad que lo acoge hace 20 años. Nacido en la provincia de San Juan, tiene 34 años, es licenciado en composición egresado de la Escuela Superior de Música: “Desde chico estudié canto, bandoneón y composición. Hace unos años se me ocurrió, por idea de unos profesores, armar un repertorio donde juntar el canto con el bandoneón, que eran las cosas que yo había estudiado individualmente. Así que empecé con ese repertorio de tangos solistas”, comenta Iván y enlaza su historia de vida con los caminos del género tanguero. “Yo canto desde siempre, vengo de una familia de músicos en San Juan. Mi abuelo es cantante y la inquietud por el tango llega de la mano de un tío abuelo. Poco a poco el género me empezó a llegar por las letras, y después por la música”.
Respirar tango a miles de kilómetros
La tarea del intérprete de tango, en todas sus facetas, a miles de kilómetros del lugar de origen, resulta titánica. Los medios hay que conseguirlos y armar la escena con gran empuje.
“En Salta hay poco tango en comparación a lo que hay en Buenos Aires, entonces las posibilidades son menores. Por eso muchas veces los bailarines nos tenemos que mover. En Buenos Aires hay una intensidad muy grande, es puro tango, y esto enamora... por eso la mayoría de los que estaban en Salta, también se fueron”, comenta Jeannette, quien hace unos meses se encuentra viviendo en la capital del país por esta razón.
La bailarina salteña agrega: “En un momento me fui a Córdoba buscando un poco más de tango, no me animaba a ir a Buenos Aires, me resultaba muy fuerte el cambio. Pero con el tiempo me dí cuenta que necesitaba ir porque cada vez me llevaba un pedacito más de tango que nos hacía crecer inmensamente a la hora de volver a bailar. Porque cuando nosotros bailamos no solo bailamos la música, sino que bailamos toda la historia que nos cuentan, el cómo y por qué”.
Gutiérrez Cachullani relata su experiencia: “Vivir el tango a miles de kilómetros tiene una parte negativa que es la soledad. No tenés mucho con quien compartir y a nivel laboral tampoco hay opciones. Lo viví siempre así, inclusive estudiar bandoneón en Salta... sos un bicho raro. Sin embargo, hay mucho para hacer porque no hay un movimiento muy grande. Una vez un maestro mío de Buenos Aires me marcaba que gracias a vivir acá puedo hacer una música un poco más genuina, separada de la copia natural, así como también alejarme de algunos vicios del tango de Buenos Aires. Así que parece que no es tan malo”.
En relación a la distancia, el bandoneonista relata una anécdota que todavía recuerda muy fresca: “Me pasó una vez que un gran cantante de tango, Osvaldo Peredo, me escucho cantar después de su espectáculo y se sorprendió de que en Salta se pueda cantar tango. Básicamente que se pueda hacer otra cosa que no sea folclore. Me pareció muy loco eso, como se vé... Si bien al marketing son las empanadas, la zamba o la chacarera, hay muchas cosas más”.
Sentir el tango
“Para mí bailar tango es como desconectarme del mundo. Se convierte en un momento donde no existe el tiempo, no hay nada más que ese segundo a segundo”, comenta con énfasis Jeannette y continúa el relato: "Son muchas cosas las que suceden a la hora de bailar. Desde el momento cero en que vas a una milonga y tenés que conectar visualmente con alguien que quiera bailar. Eso ya es empezar a vivir el tango. Cuando bailo realmente siento que el tango me corre por las venas”.
Aferrado a su bandoneón Iván comenta: “Cuando toco tango, a nivel espiritual siento libertad… y a nivel físico siento fuerza. Porque percibo en el tango la fuerza y el coraje de la persona... son sensaciones simples pero muy profundas que me genera”.
Ante un nuevo aniversario del nacimiento de Gardel, su figura siempre presente en las partituras de la música arrabalera, es materia de reflexión y pareciera nunca perder actualidad.
Así lo piensa Gutiérrez Cachullani: “Gardel no es fácil de tocar, pero a nivel histórico creo que representó la internacionalización del tango. Gardel era como Messi, un ídolo y un ícono. Era increíblemente famoso y puso la vara muy alta. También generó la aceptación del tango en Argentina, algo que vino después de que es recibido en el exterior, en Francia y Estados Unidos. Es la revolución más grande que tuvo el tango a nivel comercial”.
Jeannette agrega que “Gardel aportó mucho a la difusión al tango, sobre todo como cantante. Su música es para escuchar y disfrutar. Los bailarines no la elegimos para bailar, pero lo que él logró es que el mundo pase a escuchar el género con mucha atención. Aportó un valor muy grande al tango en todo el mundo”.
En cuanto a gustos personales la bailarina salteña cuenta: “Mi tango preferido es ‘Quien lo habría de pensar’, de Troilo. Es un tango que me llega no solo por su melodía sino por la letra... y mi orquesta preferida es la de D'Arienzo, por la fuerza que tienen los arreglos y porque te hace sentir cosas muy distintas a otras orquestas. En la milonga, cuando aparece D'Arienzo es un momento de fiesta. Lo que logró con su música no lo logró otra orquesta”.
“Mi tango preferido se llama ‘María’, de Anibal Troilo. El por qué es muy subjetivo, es una vivencia propia relacionada a mi tío abuelo que me hizo gustar del tango. No me habló del tango, simplemente cantó y yo me enamoré. Así que siempre vi que es esa canción el tango que me ganó el corazón”, rememora a su vez Iván.
A la distancia, remando contra estereotipos y encasillamientos, los artistas de tango de Salta se abren paso mostrando que la construcción de la escena, es posible.
Jeannette agrega con énfasis uno de sus grandes anhelos: “Mi idea es llevar el tango a Salta haciendo seminarios, clases, eventos, shows, todo lo que es parte de esta cultura y que se pueda dar la posibilidad para todos aquellos que no pueden llegar a Buenos Aires”.
Iván relata una anécdota que puede ser un parámetro de lo que el género representa hoy en la provincia: “Hace poco me pasé algo muy curioso que tiene que ver con el tango en Salta. Llevados por la pandemia estuvimos haciendo conciertos íntimos, y me llamó muchísimo la atención que en el lugar donde yo había crecido y pasado tantos años, donde hay poca oferta de música de tango, haya visto tanta gente emocionándose y pasándola muy bien con el espectáculo. Había perdido un poco la fe en el público y esto me demostró que estaba equivocado, hay mucha gente interesada genuinamente por el tango en Salta”.
Sacando viruta al piso, tocando el fuelle o entonando la gola, el tango en Salta es una realidad palpable en la cultura salteña. Un género que se abre camino nutriendo y enriqueciendo otros estilos, así como oxigenando con aire de los cerros los húmedos arrabales porteños.