Se necesitaba la fiesta completa. Se palpaba desde temprano en las diagonales -y las que no- de una ciudad emblema para el rock argentino: como en tantas otras celebraciones, el pueblo ricotero marchó en masa a la cita, porque necesitaba recuperar el cuerpo a cuerpo, aunque la pandemia no haya terminado y sigan las incógnitas. "La cita", por si hace falta aclararlo, era el doblete de shows de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, ya no a través de una pantalla sino en el Unico de La Plata. Una oferta demasiado poderosa, con el inestimable plus del Indio Solari en modo virtual. Un reencuentro con la misa, con el presente y la memoria de tantas veladas calientes con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Y allá fueron, entonces. Y llenaron el lugar, la primera fecha se agotó en 24 horas. Y el festejo se desató. Una celebración en la que no importa que el Indio ya no esté sobre el escenario (ni hablar de los mismos Redondos), porque el cantante se hace presente en las pantallas para acompañar en seis temas, tres de ellos en estreno absoluto ("La vida es una misión secreta", el melancólico "Jericó" y el francamente bailable "Aerolíneas Rebeldes"). Y porque las emociones no entienden de razones, y si en el arranque de "Había una vez..." y "El charro chino" el sonido era una bola imposible, bastó que apareciera la demoledora trifecta de "Toxi taxi", "Un ángel para tu soledad" y "Mi perro dinamita" para que la voz colectiva se encargara de encarrilar las cosas, que los cuerpos recordaran lo que significan esas canciones golpeando efectivamente en la anatomía.
Y los guitarristas Gaspar Benegas y Baltasar Comotto, el tecladista Pablo Sbaraglia, el bajista Fernando Nalé, el baterista Ramiro López Naguil, el saxofonista Sergio Colombo, el trompetista Miguel Angel Tallarita y las cantantes Deborah Dixon y Luciana Palacios saben a la perfección lo que se necesita para darle contundencia y convicción a esas canciones. No necesitan "versionarlas". Entonces, a medida que los caprichos sonoros del Unico se fueron domesticando y fueron cayendo esos temas que conocen todos, que esperaban todos, todo análisis frío sobre la propuesta de este repertorio en vivo sin sus protagonistas originales presentes fue haciéndose inútil.
La treintena de canciones que sonó en la primera noche platense tuvo, entonces, lo necesario para conformar a la multitud. Clásicos redondistas como "Maldición, va a ser un dia hermoso", "Aquella solitaria vaca cubana", "Canción para naufragios" y el combo arrasador de "Nadie es perfecto / Ñam Fri Frufi Fali Fru", coronados por ese inédito que brilla en todo top 3 del ricotero medio como "Mi genio amor". Pero también un balanceado recorrido por la obra solista del Indio, con más acento en El ruiseñor, el amor y la muerte y grandes momentos como "El tío Alberto en el día de la bicicleta", "El tesoro de los inocentes", "To beef or not to beef", "Black Russian" o el tema que titula a ese más reciente disco, con la imagen de los padres del cantante en pantalla provocando un sentido aplauso.
Casi todos en la banda se alternan -y bien- las voces, pero como es natural cada aparición de Solari en la pantalla desataba un sismo en todo el estadio. Ese "Aerolíneas rebeldes" de guitarras funkeras fue la despedida, para dejar paso a un bloque final pensado para agotar toda resistencia. ¿Cómo caracterizar si no la seguidilla de "Juguetes perdidos", remachada por la querida historia del viejo Caryl Chessman, y "Mariposa Pontiac", y el fugaz remanso midtempo de "Flight 956" antes de ese rito inoxidable al que nadie en su sano juicio osaría objetar? Cuando el reloj del show pasaba largamente las dos horas, "Ji Ji Ji" vino a desatar la locura, el terremoto hecho y derecho, la única indicación del camino de salida que la masa estaba dispuesta a acatar.
Después de semejante pogo, coronado por los fuegos artificiales estallando en el cielo, ya no quedaba otra que enfrentar el largo camino a casa, el salir de las diagonales como se pudiera y mirándose de reojo con una policía siempre deseosa de alguna excusa. Pero lo que se multiplicaban eran las sonrisas aun en el agotamiento de tanta fiesta, y los cánticos (en la previa, entre las conocidas coplas ricoteras hubo espacio para la marcha peronista y un revitalizado #MMLPQTP), ese "Vamo lo Rrredóóóó..." que se estira y se estira y no entiende de razones, que no importan tampoco, que borran más de dos décadas desde la dolorosa despedida, que borran el no tener al hombre calvo arengando de verdad en escena. Las canciones son puro presente. ¿Fundamentalismo? Sí, y qué. Los cuerpos necesitaban eso.