Pocas veces, el fútbol repartió tanta alegría a manos llenas. River y Boca, los dos equipos más convocantes del país, ganaron el campeonato de la Liga Profesional y la Copa Argentina. Y sus dos gigantescas hinchadas se zambulleron además en otros festejos paralelos y multitudinarios. Los de River celebraron el tercer aniversario de la imborrable final de Madrid de 2018. Y los de Boca se homenajearon a sí mismos a continuación de la imponente goleada 8 a 1 a Central Córdoba de Santiago del Estero.
En las celebraciones riverplatenses, nadie fue más ovacionado que Marcelo Gallardo. Mucho más luego de haber confirmado que seguirá un año más como director técnico. En la fiesta del jueves pasado, incluso, Gallardo dialogó mano a mano con los hinchas revelando una habilidad en el manejo de las masas que parece correr bastante a la par de sus aptitudes como entrenador y estratega. En cambio, en los fastos boquenses que arrancaron en la noche del sábado y terminaron bien entrada la madrugada del domingo, la figura de Sebastián Battaglia pasó poco menos que inadvertida. Nadie cantó por él y ninguno de los hinchas y los socios que acudieron a la Bombonera pareció reconocerle al técnico mérito alguno en la reciente consagración.
Es cierto que Gallardo ya ha ganado 13 títulos al frente de River y que su nombre y su obra futbolística ya forman parte de la gloriosa historia del club. Y que Battaglia es un técnico de paso cuya continuidad ni siquiera aseguró Juan Román Riquelme, el vicepresidente 1º de Boca, en sus declaraciones a poco de finalizar la flojísima definición del miércoles pasado en Santiago del Estero. Pero no menos lo es que mientras River ganó un campeonato arrasador con 7 puntos de ventaja sobre el subcampeón Defensa y Justicia y un fútbol de a ratos brillante, Boca alzó la Copa Argentina luego de haber desplegado un juego muy pobre: marcó un gol en los últimos cuatro partidos que disputó y superó a tres de esos rivales (River en octavos durante el ciclo de Miguel Angel Russo, Patronato en cuartos y Talleres en la final) por tiros desde el punto penal.
River salió campeón jugando muy bien y Boca también salió campeón, pero jugando muy mal. Por eso, sus títulos son diferentes. A Gallardo se le reconoce la autoría de un equipo que se consagró cuatro fechas antes y que recién aflojó la marcha luego de haber dado la vuelta olímpica. En cambio, a Battaglia, se le critica no haber dejado marca alguna en el cuadro que ganó con el impulso la Copa Argentina. No le dio identidad, no estabilizó una formación base y varias de sus decisiones resultaron por lo menos discutibles. Quizás por eso, miles de hinchas en el Monumental festejaron el jueves que Gallardo se quede, al menos por un año más. Y, dos días más tarde y en medio de una Bombonera dulce y festiva, no hubo una voz que cantara a favor de Battaglia. Y nadie puede garantizar que, a pesar de haber cumplido sus objetivos, siga siendo el técnico de Boca.