¿Cómo se prueba un milagro? ¿Se le pone una cámara oculta a un ángel? La pregunta se la hace un clérigo a los protagonistas de Los enviados (estrenó el domingo por Paramount+). Al igual que el Gabriel Byrne de Estigmata, los personajes de este thriller místico son enviados por el Vaticano para comprobar la veracidad de unos supuestos milagros en México. El catalizador de esta serie de ocho episodios son las increíbles sanaciones de un cura que ponen a la Santa Sede en estado de alerta. La dupla de detectives eclesiásticos está conformada por el metódico Pedro Salinas (Luis Gerardo Méndez de Club de cuervos) junto al astuto Simón Antequera (Miguel Ángel Silvestre de Sky rojo). “Necesitamos probar que la ciencia es incapaz de comprobarlo; si no es de la ciencia, es nuestro”, es su lema.
Todos los habitantes de San Acacio creen que en ese rincón de la tierra “el diablo apoyó la cola”. Hay una copiosa colonia psiquiátrica con internados poseídos y fieles que se lanzan desde lo más alto del campanario de la iglesia del pueblo. La cuestión se complica cuando desaparece el padre Quintana (Adrián Vázquez), el hombre al que le adjudican un don del más allá. A la dupla se le sumará la médica local (Irene Arzuela) que es una de las que más conoce al sacerdote desaparecido. Las claves de la serie recaen, además del choque de creencias, en la dinámica picante del dúo protagónico. Salinas es formalísimo “un hombre de fe” que, con un misterio en su pasado, media entre la razón y la fe. Su compañero es todo lo contrario, un abogado locuaz y carismático dedicado a escalar políticamente. Por otro lado, el español hace tiempo que no siente a Dios y eso lo preocupa.
El proyecto de Viacom cuenta con la producción ejecutiva de Juan José Campanella quien además dirigió alguno de los episodios. El objetivo aquí es cruzar el género policial con toques sobrenaturales pero para desarrollar las relaciones entre los personajes. “Algo parecido a lo que sucedió en El secreto de sus ojos”, sentenció el director en la conferencia de prensa de la que participó Página/12. “Más que el whodunit, quería indagar cómo reaccionan los protagonistas, la fuerte conexión emocional ante lo que tienen que probar, lo cual los puede unir o hacer entrar en conflicto”, añadió. La referencia temática y estilística a clásicos como El Exorcista (William Friedkin, 1973), Venecia Rojo Shocking (Nicolas Roeg, 1973) o La profecía (Richard Donner, 1976), entonces, funciona como un anzuelo. “Sé que el público va a entrar por ahí. Usualmente, en el cine y la televisión las producciones que abordaron los temas religiosos se han dividido en lo místico y en lo personal detrás de la iglesia católica. Nunca vi dos cosas que mezclaran dos cosas a la misma vez”, expresó el realizador.