“Criollos y criollas es lo que somos, con todo el karma que eso implica en nuestro ADN”, afirma Barbarita Palacios. La idea es rodear de conceptos afines a Criolla, su flamante disco. Ponerlo en palabras clave. “Este disco plasma lo que soy y tiene que ver con la aceptación, con nuestro origen como pueblo”, amplia la irreverente cantora, multiinstrumentista y compositora colocada mental y afectivamente en su segundo trabajo, producido por Gustavo Santaolalla; apoyado en invitados de la talla de Micaela Chauque, Mariana Baraj y Emanuel “Meme” del Real, de Café Tacuba, entre otros y otras; y poblado por diez eclécticas piezas que van del folklore al grunge, pasando por el punk, y la canción simple y llana.
“Es el resultado de mi mejor momento”, insiste la ex Semilla. “Además, la obra tiene el aliciente del feminismo que nos permitió darnos cuenta de muchas cosas, como el hecho de reconocer todo lo que proviene del mandato. Y en lo personal, Criolla refleja también de dónde vengo por ser hija de Egle Martin, pero a su vez muestra la necesidad imperiosa de hacer mi propio camino con toda la mezcla asumida, como conquistadora y conquistada”, señala Barbarita, que ya puso fecha y lugar para el estreno en vivo de su disco: el jueves 10 de marzo a las 21 en Café Berlín (Avenida San Martín 6656).
-El antecedente de Criolla es tu primer disco solista, Si va, publicado cinco años atrás. ¿Cómo compararías ambos, perspectiva histórica incluida?
-Son muy diferentes. Si Si va era un disco de búsqueda hacia adentro, en el sentido de ver qué significaba ser solista cuando venía de ser bicha de banda, Criolla muestra a una Barbarita más encontrada y segura de sí. Más para afuera y que te dice "¡esta soy yo!" (risas). La gran diferencia que siento es esta seguridad en lo que soy y quiero.
-Seguramente también habrá líneas, sentidos, miradas que unan ambos discos. ¿O considerás una ruptura integral entre ambos?
-No. Se parecen en que ambos son atemporales, dado que no entran en ninguna moda ni en ningún estilo. Tienen ya su propia identidad, quiero decir.
Además de los invitados antedichos, Palacios se deja sostener por una banda sólida, ecléctica y movediza como ella, integrada por su pareja Javier Casalla, Nicolas Rainone y Juan Manuel Ramírez. Su madre Egle Martin, en tanto, le pone el moño sanguíneo al trabajo, al participar en la guaranítica “Mbae Pa Ere Cheve Nde”. “Mi mamá tiene una obra bastante extensa, con canciones compuestas por ella sola, o junto a poetas como Homero Manzi y Tejada Gómez, entre otrxs, pero no grabó casi ninguna. De hecho, esta la habían grabado Los Huanca Hua, no ella. Fue Javier (Casalla), quien me dijo 'Barbarita, tenés que grabarla, esa canción es para vos'. Pasaron los años y acá está. La verdad es que quedó hermosísima. Por supuesto, invitamos a mamá para que haga el recitado y cante conmigo”.
-¿Qué te baja y cómo de tu madre hoy?
-Ella me regaló la música así como es para mí, como un vínculo natural, ancestral y tribal. Grabó embarazada de mí en Color Humano II –el de “Pascual tal cual” y “Un blues para Adelina”-, por ejemplo, y después continuó toda la vida invitándome a jugar con ella, con los tambores y bailando en sus espectáculos. La relación con la canción es muy similar, con la diferencia de que fui adelante con eso y ella fue más bien víctima del patriarcado, dado que nunca confió demasiado en su obra.
-Otra notoria presencia en el disco es la de Santaolalla en la producción. ¿Cómo evaluás su intervención en el disco, dado que también interactuás con él como parte de su banda?
-La producción con Gustavo siempre funciona bien. Él es el más joven y más viejo de la tribu, digamos, y es mágicamente inesperado como músico y como productor. Es el gran maestro, al cabo, y hay que trabajar mucho, proponer muchas más canciones que las que terminan quedando, tener disciplina y concentrarse para trabajar bien con él. Pero después todo fluye muy bien.
Hay dos canciones de Criolla que prenden mecha fuerte en las preferencias subjetivas de Barbarita. Una es “Ángel en guerra” y la otra, “El viento que va”, ambas arropadas de “ese power Semilla” donde la guitarra eléctrica y la caja bagualera conviven naturalmente. “Ese rock criollo que ya a esta altura se reconoce de mí… Aunque 'Criolla' y 'En mis sueños' también son temas importantes porque le dan al disco una identidad más vinculada con mi cotidianeidad, con mi casa. Es un disco muy ecléctico, dado que estamos todas las Barbaritas ahí (risas). Creo que realmente es un álbum a la vieja usanza, muy difícil de separar para entender el todo”.
-Nombraste a Semilla como reminiscencia estética de Criolla. ¿Podrías ampliar los modos en que influye aquella banda de culto en tu devenir solista?
-Bueno, Semilla me es propio, con lo cual no sabría bien cómo definirlo, pero sí es el momento en que me metí de cabeza a componer y componer con otros y otras, así que ese es mi principio como compositora. Después, claro, la raíz, la intención de componer con estructuras de las danzas de folklore, pero ser de la ciudad, y a la vez escuchar Nirvana o Pj Harvey mezclado con la Orquesta de Andrés Chazarreta. Esto hizo que se forjara en mí la identidad que tengo al día de hoy.
-Has pasado también por otras experiencias en las que tuviste que compartir visiones sobre la música y el arte con colegas tuyas: Trenzadas, junto a Mariana Baraj y Charo Bogarín, y Paisanas, entre ellas. ¿Qué pervive de ambos proyectos?
-Experiencias y vivencias maravillosas. Me encanta tener proyectos con amigas y comadres, porque creo que aprendemos mucho todas de todas y nos divertimos un montón.
-¿Cómo desglosarías tal disfrute?
-Con Trenzadas hacíamos canciones nuestras, de cada una, con la intención de compartirlas y defenderlas entre las tres. Lo de Paisanas es más actual. Comparto el proyecto con Luciana Jury y Pampi Torre, y nuestro repertorio es más tradicional, folklórico, pero en deconstrucción, dado que intervenimos las canciones, y les salvamos la existencia para poder seguir cantándolas. En fin, ambas juntadas viven en mí.