Nos levantamos a la madrugada, me había quedado a dormir en la casa de mis amigos mellizos, el cielo estaba oscuro, desayunamos con el papá en la mesa de la cocina. Entre todos cargamos la camioneta con muchas cajas de arándanos y nos fuimos a entregarlas a Villa la Angostura.

Salimos a la ruta, M manejaba, F era copiloto, yo iba atrás, teníamos 18 años y había algo de tensión silenciosa. Unas noches antes habían hecho una fiesta en su casa, algunos se metieron al río en plena oscuridad, M me había confesado que le gustaba, pero a mi me gustaba F y a F le gustaba gustar, no hubo besos, solo miradas, todavía no nos habíamos dado cuenta que ser amigos era la mejor opción para los tres.

Desde el Pedregoso por la ruta 40 se fue haciendo de día, tenían un librito con muchos cds que fueron cambiando en el camino, escuchamos Frank Zappa, Nick Cave, el soundtrack de Eterno resplandor, yo iba un poco durmiendo y un poco mirando por la ventana. Cuando ya habíamos dejado atrás Bariloche y nos acercabamos pasando a velocidad las curvas de la ruta, recuerdo perfectamente escuchar "Free" por primera vez: la guitarra cruda haciendo una secuencia de acordes repetitiva, un ritmo violento y encantador, la voz metálica y suave, una batería en el momento justo. Afuera el sol entraba por entre los árboles, sentí el olor a bosque y un aire frío que se despegaba del asfalto. Le pregunté a M como se llamaba la banda y me dijo Cat Power.

Ese verano en el sur fue el primero después de terminar el colegio, habíamos decidido que carreras estudiar, fue el primero con la ausencia de T, había tristeza y al mismo tiempo teníamos muchas expectativas por el futuro. Yo me había anotado en Filosofía, no sabía bien qué quería hacer, ya tocaba el violín pero por alguna razón no quería dedicarme a la música.

En algún ciber del pueblo busqué Cat Power en internet y descubrí que no era una banda, era ella, Chan Marshall, una chica hermosa de flequillo, a medida que encontraba más fotos y videoclips se revelaba esa figura magnética y fascinante que se escondía detrás del nombre misterioso, recuerdo una foto en la que está en un campo de algodón mirando hacia abajo con el pelo volado. Me gustaba que fuera tímida, alcohólica, bella pero simple, que fuera fan de Bob Dylan, que también fuera una chica del sur.

Cuando volví a Buenos Aires me bajé el disco You are free para escucharlo incansables veces y así se convirtió en mi favorito. Las canciones de ese disco, las que fui buscando hacia atrás en álbumes anteriores y las que fueron saliendo en los años siguientes, se acomodaron a distintos momentos de mi vida. 

Con mi hermana nos compramos juntas el cd The Greatest ni bien había salido acá, la tapa fucsia con una cadenita dorada y un colgante de dos guantes de box me daba ilusión. Este nuevo disco no tenía nada que ver con el anterior, el sonido se alejaba del indie rock fresco y se acercaba al soul, al blues, sobre todo tenía otra profundidad en el sonido, pero las melodías y las letras mantenian la esencia confesional, melancólica y derrotada. Esa edición no tenía ni las letras en el librito, ni fotos, pero venía con un bonus track de "All I have to do is dream" de piano y voz, hermoso. En 2008 se estrenó una película de Wong Kar-Wai que fui a ver al cine, hacia el final sorpresivamente aparecía ella actuando en una escena, charlaba con el personaje de Jude Law y cuando se despedían él le decía “chau Katya”, así tal cual se escribe mi nombre, sé que es una pavada, pero la recuerdo con cariño porque sentí que de alguna forma ella también se acercaba a mí. 

Pude verla en vivo dos veces: la primera fue un invierno en 2009 en el Gran Rex, deformó y reversionó todas las canciones, la acompañaban tres músicos, ella vestía una camisa verde militar y unos jeans ajustados, el look coronaba con unos zapatos blancos, tenía una forma espástica de moverse y bailar en el escenario, me acuerdo que alguien del público le gritó “qué lindo cómo movés las patitas!”. Al año siguiente tocó en el Coliseo y fue igual de ensoñado ver como su voz se expandía por todo el teatro, se bajó del escenario y caminó por entre las butacas, cantó canciones de Jukebox, la que más me emocionó fue "Song to Bobby". En alguno de los dos terminó cantando "Angelitos negros", despiéndose entre ramos de flores, sonrriendo y tirando besos.

Unos veranos más tarde me llevé una guitarra prestada al sur para aprender a tocar las primeras canciones, entre ellas "Metal Heart" y "Good woman", dos de mis preferidas que no tenían acordes con cejilla.

Hace unos días hablaba con un amigo sobre las letras de las canciones, le contaba que cuando compongo las mías siento una exposición enorme en ellas, pero él me decía que, cuando escuchamos, lo que nos llega de las canciones es algo más grande, que nos interpela o emociona, que no siempre se deduce de las letras y que es más fácil identificarlo en idiomas extranjeros. Y ahí me acordé que haciendo un taller, uno de los ejercicios consistía en elegir una canción y versionarla, la primera que pensé fue "Speak for me", me puse a traducirla y descubrí que en castellano se convertía en otra cosa o más bien que lo que yo relacionaba con ella era algo casi inventado; Entonces sí, lo que me llega de sus canciones es algo que no se desprende literalmente de sus letras, sino un ente creado entre lo que voy entendiendo que dice, lo que me conmueve y los momentos donde se van resignificando una y otra vez.

Pienso ahora que a los 18 ese verano no imaginaba que M y F se iban a convertir en mis amigos más leales, tampoco que Cat Power iba a ser una referencia constante en todos estos años (incluso en este último cuando grabé mi primer disco) y que desde ese momento hasta ahora de alguna manera formé un universo paralelo en donde siempre estoy conectada a su música, aunque sus letras digan otra cosa, aunque les haya asignado un significado propio, un universo donde ella se puede llamar Katya también, y podemos en algún lugar cantar juntas “everybody come together, free”.


Katya Avila, multi-instrumentista patagónica, hizo su camino en la música participando de diferentes proyectos y bandas, pero fue en 2017 con el lanzamiento del EP Un bosque oscuro cuando comenzó su proyecto solista, NINJA, acompañada de sus violines, guitarras y sintetizadores. En el 2021, NINJA presentó RUSIA, su primer disco, inspirado por las poetas Ajmátova y Tsvjetáieva. El álbum, que navega entre el dream pop y el indie-rock, fue producido por Dylan Lerner y cuenta con las colaboraciones de Nina Polverino, Rosalba Menna y Media Hermana.