La directora francesa Céline Sciamma parece incapaz de dirigir películas malas, regulares o buenas. Las cinco que realizó hasta el momento oscilan entre lo muy bueno (las tres primeras, Naissance des pieuvres, 2007, Tomboy, 2011, y Bande de filles, 2014) y lo excelente (las dos últimas, Retrato de una mujer en llamas, 2019, y ahora Petite Maman). “Una película extremadamente pequeña y exactamente perfecta”, dijo de esta última Jessica Kiang en la revista Sight and Sound. “Una de las más personales de su autora“, según Thierry Jousse en Les Inrockuptibles. Clarisse Fabre en Le Monde: “Pura magia cinematográfica”. En su lista de las 10 mejores películas del año, los críticos de The New York Times acaban de ubicar a Petite maman -premio del público en el reciente Festival de San Sebastián- en el cuarto puesto. No tan petite.
Ganadora del premio Louis Delluc a mejor ópera prima por Naissance des pieuvres, del premio Teddy en Berlín 2011 por Tomboy y al mejor guión original en Cannes 2019 por Retrato de una mujer en llamas (estrenada en Argentina hace un par de meses), Sciamma nació el 12 de noviembre de 1978 en la comuna de Pontoise, al nordeste de París. Como indica el no escrito Manual del Buen Cineasta Francés, estudió cine en la escuela de la Fèmis. Pero no siguió la carrera de realización sino la de guion, formación que puede advertirse en las tramas de sus films, llenos de corrientes subterráneas que sólo ella parece saber hacia dónde se dirigen. Desde su opera prima, ninguno de sus films dejó de competir en los festivales de Berlín, Venecia y sobre todo Cannes. Tres años atrás fundó el colectivo 50/50, cuya finalidad es promover la igualdad de género y la diversidad en el cine y el audiovisual.
Ambas cuestiones se hacen presentes en su cine. Dos de sus obras (Naissance des pieuvres y Retrato de una mujer en llamas) narran historias de amor, no siempre recompensadas, de una mujer (una adolescente, en el primer caso) por otra. Como su título indica, Bande des filles transcurre en el seno de una sororidad callejera, aunque de nuevo la mirada de la autora apunta más al desajuste que a la épica. La protagonista de Tomboy (“Marimacho”, en traducción literal del inglés) es una niña que ha resuelto tempranamente presentarse al mundo como niño. En Petite maman, uno de los juegos de ambas niñas protagónicas consiste en emular un casamiento, con una de ellas cumpliendo el papel de hombre.
Petite maman es su cuarto relato de formación, e incluso podría pensarse que la iniciación de la protagonista con una persona del mismo sexo, en Retrato de una mujer en llamas, también lo es. “Es bueno hablar de lo que se conoce, y la niñez y la adolescencia son etapas por las que todos hemos pasado”, señala Sciamma en entrevista telefónica con Página/12, en la cual tuvo la osadía de permitir el tuteo, en lugar del trato de “usted”, que la férrea etiqueta francesa indica cuando dos personas no tienen entre sí máxima confianza. “Ambas instancias son momentos fundacionales en los que se experimentan las más intensas emociones. Me interesa radiografiar el momento del nacimiento de la feminidad. Como decía Simone de Beauvoir, ‘No se nace mujer, se llega a serlo’. La infancia es una fase luminosa y dinámica, y ese es un espíritu que me entusiasma explorar. Por otra parte el propio cine tuvo su infancia, el cine mudo, y en esa infancia compartió el imaginario de los niños o niñas. Las fantasías de Méliès, los primeros films de fantasmas, el fantástico.”
Cuando se le señala la consustanciación que presenta el film, entre el relato realista y el fantástico (ver crítica aparte), la realizadora dice que se considera básicamente una cineasta realista. Pero también que las fantasías, los sueños, el imaginario, son parte de la realidad. De allí que Nelly, la pequeña protagonista, proyecte temores, deseos y esperanzas en Marion, la niña de su misma edad a la que encuentra de modo algo extraño en medio del bosque. Marion parecería cumplir el rol de madre ausente, pero también de hermana que la hija única no tiene, y de compañera de juegos. “Nelly se proyecta hacia atrás en el tiempo, hasta la infancia de su madre, y también hacia adelante, hacia su futuro. Es como un detective en viaje. Ambos tiempos, además, se superponen: tanto en el pasado como en el futuro, ella se imagina como mujer adulta.”
Aunque sus películas están fuertemente centradas en las protagonistas, Sciamma pone en duda que el suyo sea un cine de personajes. “No exactamente, porque se ignora tanto su pasado como su futuro. Lo que me interesa es filmar el presente, lo que sucede en un momento preciso. Dicho esto en términos de etapas evolutivas, pero también en cuanto a lo que sucede en cada instante. Creo que el cine es un arte del presente, todas las películas están contadas en ese tiempo, porque la cámara registra inevitablemente lo que tiene frente a ella”. La realizadora tiene fama de filmar a mucha velocidad. “Me interesa hacerlo porque eso le da frescura a la película, a la interpretación. Escribí Tomboy y Petite maman en unas semanas. Tomboy la rodé en veinte días, y Petite maman en veintiséis.” [N. de la R.: el tiempo medio de rodaje de un film “normal” se estima en dos meses]
El bosque, el padre, la aparición de una criatura que podría ser imaginaria. ¿Es Petite maman un cuento de hadas? "Petite maman es una película que cree en la magia. No en el sentido craso de practicar magia negra, blanca o lo que sea, sino en que las cosas pueden suceder cuando se las desea fuertemente. Nelly conoce a Marion cuando necesita conectarse con la infancia de su madre, que es el momento de la vida que le permite identificarse con ella.” Sin embargo la película tiene lugar en una zona que parece ser real, fáctica, material, a la vez que producto de la imaginación. ¿Un film de fantasmas realista?. “Puse el mayor empeño en lograr esa coexistencia, que no era sencilla. Finalmente resultó de lo más simple, se trataba de contarla no sólo desde el punto de vista de Nelly, en cuyo caso sí podría haber resultado un relato fantástico, sino también el de quienes la rodean, sobre todo el padre, que en un par de escenas ve lo mismo que ve su hija.”
Sucede algo bastante infrecuente con la figura del padre en las películas de Sciamma. En las dos ocasiones en que esa figura aparece no se trata de un dictador, un abusador, un violento o un abandónico, sino de tipos cariñosos y comprensivos con sus hijas. Aunque éstas hayan decidido ser hijo y no hija, como la heroína de Tomboy, o lleguen a casa acompañadas de lo que podría ser su amiga imaginaria. “No ignoro que en la realidad la figura del padre puede ser menos amable que en mis películas, pero prefiero apostar por un padre posible". En el cine de Sciamma no se detectan, a primera vista, influencias cinematográficas. Como si los temas que le interesan nacieran del mundo, no de las películas. “No es tan así. Soy tan cinéfila como cualquiera, y hay un montón de cineastas que me han influido, o con los que siento una fuerte afinidad. Para Petite maman, de hecho, tuve muy en cuenta las películas de Hayao Miyazaki, que me parece tienen la mirada justa sobre la infancia y su relación con el mundo adulto. Cuando tenía alguna duda pensaba en cómo lo hubiera resuelto él.”
Sus afinidades electivas no terminan en el autor de El viaje de Chihiro. “Me gusta mucho cómo Gus Van Sant y Larry Clark tratan la adolescencia, creo que lo hacen desde los ojos de sus protagonistas. Más allá de esto mi cinefilia nació con el cine francés de los 90, cuando era adolescente y empezaba a descubrir el cine. Actualmente veo muchas series de televisión, y a veces tomo de ellas incluso ideas visuales. Las novelas de aprendizaje de Balzac también son una referencia.” Obviamente los resultados de su trabajo con niñes y adolescentes parecerían esconder alguna clase de misterio, de técnica o de magia, por la cual logra que ante la cámara se comporten como si no hubiera ninguna cámara. Ella lo presenta como algo de lo más sencillo. “Trabajo con ellos igual que con los adultos. No hacemos muchos ensayos. Es importante que les guste el personaje, eso les da deseos de interpretarlo.”
¿Hace juegos de improvisación? “En Petite maman hay una sola escena improvisada por las niñas, que es cuando preparan unas crêpes y convierten la cocina en una especie de campo de batalla. No tengo una técnica predeterminada, más que nada confío en que sientan amor por el oficio, igual que un actor profesional. En realidad tienen que comportarse como un actor profesional: con las niñas podía filmar sólo tres horas diarias, entonces el trabajo tiene que ser muy preciso y enfocado, de otro modo no habría tiempo.” ¿Construyó los personajes junto con ellas? “En mis películas todo está previamente escrito. Trabajo los personajes más desde el vestuario que desde la psicología. Quiero decir: el personaje se puede construir a partir del vestuario. Hay una correspondencia entre ambas cosas.”
Las películas de Sciamma son tan luminosas y dinámicas como el mundo de la infancia y adolescencia es a sus ojos. Llena de planos breves y fugaces, de saltos de raccord y cortos movimientos de cámara, Bande de filles es la más dinámica visualmente, la más “moderna”. Pero también es la más oscura, en tanto la construcción de identidad de la protagonista resulta sumamente peleada. “Cada vez más trato de hacer relatos que no se basan en el conflicto y sí en una igualdad entre los personajes, que intentan eliminar las relaciones de fuerza o de violencia. Intento crear espacios que no estén fundados en esa tensión. Eso es lo que intenté hacer en Retrato de una mujer en llamas, y también en Petite Maman.” Hay algo sorprendente en su cine: aunque la llamada “teoría de autor” postula que a un verdadero auteur se lo conoce por su estilo, ninguna de sus películas se parece a otra. Sin embargo todas son, inconfundiblemente, películas de autor. “No me impongo un estilo de antemano”, asevera. “Trato de que el estilo surja del material narrativo, y no a la inversa.”
Chapeau.