El canto del cisne 6 puntos
Swan Song; Estados Unidos, 2021
Dirección y guion: Benjamin Cleary.
Duración: 112 minutos.
Intérpretes: Mahershala Ali, Naomie Harris, Awkwafina, Glenn Close,
Nyasha Hatendi, Adam Beach.
Estreno en Apple TV+.
Que la ciencia ficción no es sinónimo exclusivo de viajes espaciales, invasiones alienígenas y luchas entre imperios y rebeldes lo sabe cualquier lector/espectador atento del género. Sin embargo, el cine ha insistido desde siempre en poner de relieve los aspectos más espectaculares de ese territorio creativo. El canto del cisne, opera prima del guionista y realizador irlandés Benjamin Cleary, forma parte del pelotón de películas que se acercan al futuro desde un camino paralelo, más reflexivo y filosófico, explorando en este caso la inevitabilidad de la muerte a partir de la posibilidad científica de hacerle un corte de manga. Nada señala claramente el año en el que transcurre la acción, pero en Swan Song los autos se manejan solos y las personas están hiperconectadas gracias unos lentes de contacto que harían las delicias de un freak de la tecnología (resulta más que interesante que la plataforma de Apple, cuya compañía madre es experta en gadgets de lujo, sea la encargada de distribuir la película).
En ese contexto de fantasía posible, una pequeña compañía médica ofrece, en modo piloto y casi en secreto, la posibilidad de clonar el cuerpo, la mente y los recuerdos de cualquier ser humano para continuar con la vida después de la muerte. Cameron Turner (el actor y rapero Mahershala Ali, cada vez más activo desde la elogiada participación en Luz de luna, aquí en su primer rol protagónico) es un diseñador exitoso, esposo y padre que sufre una condición incurable, enfermedad que en breve entrará en modo terminal, aunque nadie en su familia parece saberlo o intuirlo. El contacto con la doctora Jo Scott (Glenn Close), responsable del proceso de clonación experimental, ya está iniciado, y sólo resta tomar la ardua decisión, que implica la “transferencia” de gustos, memorias, virtudes y defectos en un cuerpo creado a su imagen y semejanza, que será implantado en el entorno familiar sin que nadie tome consciencia del reemplazo. Nuevamente, tecnología mediante, el eterno tema del doble.
La cuestión central, desde luego, es evitar el dolor de los más cercanos y queridos, en particular el de su esposa Poppy (Naomie Harris), embarazada de un segundo hijo. Pero, ¿qué ocurre con el Cameron original, condenado a la tristeza de no poder despedirse como corresponde, de pasar súbitamente a un rol de espectador de su propia vida? Esas y otras cuestiones ligadas a la ética son las que el guion de Cleary pone de relieve en un film de tonos reposados, melancólico y, sí, tal vez algo frío. Es que la historia tampoco pide histrionismos o explosiones emocionales, aunque algo de eso ocurre en una de las escenas bisagra de El canto del cisne: el primer encuentro entre Cameron y su sosías Jack, a quien por protocolo deciden llamar con otro nombre, para evitar las confusiones y dudas del paciente. ¿Quién es ese otro idéntico que está ahí enfrente, tan confundido como el ente original? ¿Cómo evitar los recelos y envidias ante quien logrará continuar con la vida ocupando un lugar ajeno?
Son algunas de las preguntas que se hace Cameron, el film y el espectador. Ali realmente logra transmitir las incertidumbres y dolores que atraviesan al protagonista, alienado a un punto extremo, más allá de la ayuda de la terapia psicológica desarrollada por la especialista. Y si bien es cierto que El canto del cisne parece quedarse sin combustible durante el tercer acto (ahí aparece una escena “de suspenso” para agitar un poco las cosas), no es menos destacable el intento de construir una historia sci-fi adulta que elabora sus ideas a partir de uno de los miedos y angustias más inveterados en la historia de la humanidad.