Silvana Turner y Anahí Ginarte pueden hacer hablar a los huesos. Silvana tenía 19 años y Anahí 22 cuando comenzaron sus primeras exhumaciones en el cuadro 134 del Cementerio de Avellaneda y se integraron al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que desde hace 37 años se dedica a identificar las marcas de las violaciones a los derechos humanos en el esqueleto de los pueblos. Tiempo después, en 1997, ambas participaron en la comitiva que pudo leer en los restos de una fosa común de Vallegrande (Bolivia) la presencia del Che Guevara.
Nacido en 1984, el EAAF se nutrió arrancó de jóvenes estudiantes –Anahí cursaba Antropología en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y Silvana Ciencias Antropológicas en la de Buenos Aires (UBA)– y no tardó en ganar presencia en más de 50 países con la recuperación e identificación de restos de personas desaparecidas en contextos de violencia. “Me quedé ahí. Encontré mi vocación”, expresa Ginarte, miembro titular del EAAF desde 1990 hasta 2017.
Declaradas doctoras honoris causa por la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) en reconocimiento a su labor en el Cuadro 33 del Cementerio de la Capital de Mendoza, Turner y Ginarte anteponen el trabajo del grupo al desempeño individual: “Lo entendemos como un reconocimiento a una tarea colectiva del equipo”, señala Turner, aún investigadora de la organización y magíster en Derecho Internacional de los Derechos Humanos (UBA).
En diálogo con el Suplemento Universidad, las antropólogas forenses destacan el impulso que los familiares y las organizaciones de derechos humanos aportan a la construcción de la memoria del país.
–¿Qué significa para ustedes el reconocimiento de la UNCUYO?
Anahí Ginarte –Es un honor enorme. Me siento muy gradecida, pero entiendo que es el reconocimiento al trabajo que se hizo en el Cuadro 33 y que si bien se hace a través de mi persona y de la de Silvana, va dedicado al EAAF por los aportes que se hicieron ahí. Así lo dice su nombre: es un equipo. El trabajo es de un grupo de personas, que no involucró solamente a miembros del EAAF, sino también a gente de la Universidad Nacional de Córdoba y de la UNCUYO, que colaboraron en las excavaciones y en los trabajos de laboratorio. En ese sentido estoy más agradecida todavía de haber podido formar parte de ese grupo.
Silvana Turner –Es una gran alegría. Lo entendemos como un reconocimiento a una tarea colectiva del equipo. Se da, especialmente, en un lugar donde todos estos años hemos estrechados vínculos: con la UNCUYO, con las organizaciones de familiares y con la justicia federal. Nos hemos sentido muy acompañados en todo ese proceso y es realmente un honor recibir este reconocimiento en nombre de todos mis compañeros, compañeros y colegas del equipo.
–¿Cómo fueron los trabajos en el Cuadro 33 del Cementerio de Mendoza?
ST –Comenzaron en 2010, una vez reunida toda la documentación sobre el cuadro y sobre las posibles entierros de personas desaparecidas en ese sector, que estaba destinado justamente a entierros de personas no identificadas o no reclamadas por sus familiares. Comenzamos una tarea arqueológica que se extendió hasta 2015, en ocho etapas. Básicamente se exhumaba la totalidad de una sepultura que había sido reutilizada de forma múltiple y de aquellas sepulturas sospechosas de contener los restos de una persona desaparecida, según la documentación del cementerio. Este trabajo se hizo extensivo a alrededor 250 sepulturas en las que se exhumaron casi mil cuerpos. No todos fueron seleccionados para su posterior análisis en laboratorio. Esta etapa se llevó adelante en Córdoba, y dependía del filtro de la etapa arqueológica, en el que se seleccionaron perfiles de individuos que contemplaban algunas características que buscábamos: personas jóvenes y con una causa de muerte violenta.
–Ustedes son antropólogas. ¿Qué otras disciplinas se entrecruzan en la labor del EAAF?
AG –La especialidad más fuerte del EAAF es la antropología forense. Pero también participan de la investigación historiadores, médicos forenses, biólogos, especialistas en informática y el equipo de genética forense que maneja el laboratorio de análisis genético de la organización en Córdoba. El EAAF ha pedido colaboración y ha trabajado en contacto con especialistas del CONICET, en entomología forense, geología, etc. Se piensa y se analiza el caso y se trata de ver cuáles son las especialidades necesarias para la resolución y qué colaboración externa necesita. Después, algo muy importante, es integrar los resultados de las distintas investigaciones en un informe integrado. Hay que aunar criterios para que un antropólogo o un médico forense analice los resultados de las distintas disciplinas y le dé una respuesta en conjunto a la autoridad encargada de investigación.
–¿Cómo evalúan el vínculo entre el trabajo del equipo y los procesos de Memoria, Verdad y Justicia?
ST –La labor del equipo es la búsqueda, recuperación y restitución de los restos de las personas desaparecidas a sus familiares. Con esto se construye la verdad sobre lo sucedido. Aporta al ejercicio de la memoria colectiva sobre estos hechos trágicos o violentos, tanto en nuestro país como en los más de 50 en los que el grupo ha trabajado. La demanda de Memoria, Verdad y Justicia está siempre vigente.
AG –El surgimiento del EAAF en nuestro país responde a la necesidad de resolver el interrogante de los familiares sobre qué era lo que había sucedido con las personas desaparecidas durante la dictadura militar. El trabajo del equipo durante todos estos años sirvió para colaborar con la evidencia física recolectada, tanto de los restos óseos, de la identificación y la determinación de la causa de muerte de esas personas, como de la evidencia asociada a esas circunstancias. Esa prueba es presentada ante tribunales que estén investigando y es algo concreto que demuestra lo que sucedió. Sirve para corroborar relatos de personas que fueron sometidas a torturas y detenciones ilegales en centros clandestinos y respaldan a sobrevivientes que cuentan, en los distintos juicios en todo el país, lo sucedido durante la represión. También demuestra que hubo un plan sistemático de desaparición de personas y de ocultamiento de cadáveres. Es un granito de arena que colabora con la historia de nuestro país y aporta evidencia para dar una explicación en estos casos.
–¿Cómo se fue construyendo a través de los años la relación con los familiares?
ST –La existencia del equipo depende directamente de la lucha de las organizaciones de derechos humanos y de los familiares. Ni en nuestro país ni en la región existía la antropología forense como la conocemos. En 1984 llegan científicos extranjeros, entre ellos Clyde Snow, pionero en la disciplina. El trabajo y el apoyo permanente de los familiares ha sido un sustento básico para la posibilidad de continuar con esta tarea a lo largo de muchos años y vaivenes. Hubo marchas y contramarchas: leyes de impunidad, juicios truncos y la reapertura de los juicios; todo un recorrido en el que lo que ha sido constante justamente es la lucha de los familiares. Las búsquedas que realizamos siempre van de la mano del acuerdo con las familias y del establecimiento de un vínculo de confianza. En aquellos casos en los que los familiares, por la razón que sea, no desean avanzar con las investigaciones, respetamos esa decisión.
AG –Es el motor de nuestro trabajo. Es lo que nos hace hacer lo que hacemos. Es para ellos, básicamente. Por ejemplo, en el caso de Mendoza, los que iniciaron la causa y pelearon dentro del Poder Judicial para que se hiciera la investigación fueron ellos. Mientras excavábamos, los familiares instalaron una carpa en el cementerio y nos acompañaron todos los días, no sólo alcanzándonos algo para tomar, sino apoyándonos en el esfuerzo de la búsqueda. Ahora trabajo en el Instituto de Medicina Forense del Poder Judicial de Córdoba. Lo que veo con las desapariciones actuales es lo mismo: la necesidad de respuesta que tienen los familiares ante una desaparición es la misma. En un caso que tuve en la provincia de Córdoba, un chico desapareció y durante años los familiares organizaban rastrillajes en la sierra para ver si lo encontraban y finalmente fue así como lo hallaron. Ese es el motor de nuestro trabajo, es lo que nos da la fuerza para hacerlo.
–El trabajo del EAAF sobre el pasado continúa, pero también está abocado a casos vinculados con el presente.
ST –El equipo sigue con su tarea inicial de búsqueda e identificación de personas desaparecidas en Argentina. Seguimos convocando a familiares de personas desaparecidas para que, en la medida en que lo deseen, aporten su muestra al banco de sangre. Recientemente hemos llevado adelante un proyecto junto a la Cruz Roja y el Reino Unido para identificar a los soldados argentinos caídos en Malvinas y enterrados sin identificación en el Cementerio de Darwin. Por otra parte, estamos abarcando casos de migración indocumentada en el corredor que va hacia los Estados Unidos: en la frontera entre México y EEUU, y Guatemala y México, para identificar a las personas que mueren víctimas de distintos tipos de violencia en circunstancias migratorias. Además, hemos empezado a trabajar en la investigación de casos de masacres contra pueblos originarios en nuestro país, por ejemplo, con aportes en el juicio por la verdad en relación a la masacre de Napalpí.
Más voces contra el cambio climático
La Asociación de Radios Universitarias Nacionales Argentinas (ARUNA) y la Red de Estudiantes de Cambio Climático (RECC) acordaron una serie de actividades con el fin de difundir y concientizar sobre la problemática medioambiental.
Tras el Primer Encuentro “Voces por el Cambio Climático”, celebrado a comienzos de diciembre, se formalizó un espacio de articulación entre la ARUNA, la RECC –integrada por los egresados del diploma de posgrado en “Bases y herramientas para la gestión integral del cambio climático” del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación– y las universidades nacionales de Quilmes y Jujuy.
Las entidades planificaron la capacitación a los equipos de radio por parte de la RECC y el armado de microprogramas con recomendaciones y noticias federales sobre el cambio climático.
El presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), Rodolfo Tecchi; la coordinadora de la Comisión de Medios, Agustina Rodríguez Salá; el coordinador de ARUNA, Daniel Galli, y la coordinadora de la RECC, Paz Bossio, acompañaron con su participación el compromiso de las universidades en el trabajo para combatir esa problemática.
La ARUNA está integrada por más de 60 radios universitarias y la RECC por más de 570 profesionales de las 24 provincias y 19 países de Latinoamérica.