Los asesinatos de Lucas González y Luciano Olivera cometidos por efectivos de las policías de la Ciudad y Bonaerense sacaron a la luz otros hechos de gatillo fácil que dan cuenta de abusos recurrentes contra un sector de la sociedad. Uno de ellos es el caso de Tomás Ramos, baleado en el piso por un agente que, luego de dispararle, dijo: “Se me escaparon los tiros”. El joven de 22 años sigue internado con una herida grave en sus genitales.

El hecho había ocurrido hace casi un mes, el 21 de noviembre pasado a la salida de Jesse James, un conocido boliche de la localidad de Isidro Casanova, partido de La Matanza. Según el relato de testigos, Lucas salía de bailar alrededor de las 6 de la mañana y estaba sobre la calle con unos amigos cuando pasó un vehículo y lo atropelló.

El chico quedó tirado sobre el asfalto y sus amigos avanzaron contra el conductor. La salida del boliche había sido un caos, tal que a metros de donde ocurrió el accidente había un grupo de adolescentes peleándose.

En el lugar estaba el sargento de la Bonaerense Gustavo Pedrozo, quien quiso poner orden con la escopeta antidisturbios que portaba y disparó tres tiros; uno de ellos dio en la entrepierna del joven que había sido atropellado y estaba tirado en el pavimento.

“Se me escaparon tres tiros"

“Se me escaparon tres tiros, si querés andá a la comisaría”, fueron las palabras que el uniformado le dijo a Flavia, la madre de Tomás, cuando llegó esta al lugar. La mujer relató a C5N cómo fueron esos momentos en que la confesión del uniformado emparenta este caso con un aspecto del asesinato de Luciano Olivera en Miramar, donde el policía bonaerense dijo haber disparado por “accidente” contra su víctima.

Según su relato, Flavia llegó hasta Jesse James y encontró a su hijo “accidentado”. “Vivo cerca, llegué en minutos y lo encuentro tirado en la calle. Escucho los gritos y me dice: ‘Mami, por favor, no me quiero morir’. Había una ambulancia parada al lado de él", contó la mujer.

"Le pregunté a un muchacho que estaba ahí quién había sido el que le efectuó los disparos y me dijo ´el que está ahí´. Entonces fui a enfrentar a esta persona, Gustavo Pedrozo, y paradito con las manos en el pecho me dijo ‘se me escaparon tres tiros’. Le dije ‘voy a ir a la comisaría y te vas a acordar de mí’”.

A pesar de haber sido atropellado y baleado, Tomás seguía tirado en el asfalto. Ni los responsables del boliche ni el puesto de ambulancias ubicado frente al local bailable prestaron ayuda. Según los testigos, fue la madre quien por su cuenta llevó a su hijo al hospital, ubicado a dos cuadras de allí. “Mi hijo se estaba desangrando", dijo.

El disparo dio en la entrepierna del joven y le provocó heridas en sus genitales por las que estará internado, al menos, durante diez días más. Se encuentra con sonda vesical y se estudia cómo reconstruir la zona.

Flavia pudo saber que el policía que le disparó a su hijo lo hizo con una escopeta anti disturbios, que tiene balas de sal y no con la pistola reglamentaria.

Según la reconstrucción que hizo la mujer, Tomás fue atropellado por un auto en la puerta del boliche y en el tumulto posterior se produjo la intervención y el ataque del policía.

"Tomás está con un reposo de 30 días, con una sonda puesta, a la espera de una nueva operación. Le tienen que hacer una reconstrucción porque el proyectil le cortó un pedazo de uretra”, lamentó. Explicó que “no puede hacer pis por sus propios medios, tiene un agujero en la pierna donde sufrió una infección y por eso tuvo que ser internado de nuevo".