El libro todavía no está terminado, y sin embargo, ya hay interés en productoras de cine y tevé por adaptarlo. “Inmenso interés”, subraya la revista Variety, versada en cotilleos, aunque avisa -y no traiciona- que los derechos no estarán disponibles por unos cuantos meses. La novela, después de todo, recién saldría en 2023, aunque ya tiene título -Julia- y autora: Sandra Newman, de 56 años, muy apreciada por la crítica literaria anglosajona. Y al parecer, por los herederos de George Orwell, nom de plume del estimado escritor Eric Arthur Blair, que le han dado el visto bueno para que versione la obra cumbre del inglés: 1984, ni más ni menos. Con vuelta de tuerca, eso sí: la archiconocida historia -que ha sido leída como distopía, sátira, profecía, advertencia, tesis política, thriller de espías, terror psicológico e, inclusive, historia de amor- ya no tendrá por protagonista a Winston Smith sino a la elusiva Julia, su amante prohibida, dada la proscripción de amar en una sociedad totalitaria donde la única devoción permitida es al líder, Gran Hermano, que todo lo observa, todo lo vigila.
Sobre Julia, ese personaje despabilado, rebelde a su modo, el propio Orwell advertía que “era mucho más aguda que Winston y menos susceptible a la propaganda del Partido. Cuando él, por casualidad, mencionó la guerra contra Eurasia, ella lo sorprendió diciendo que, en su opinión, no había tal guerra: que los cohetes que caían a diario sobre Londres probablemente eran lanzados por el propio gobierno de Oceanía para mantener a la gente asustada”. A Julia también le costaba sobremanera no reírse a carcajadas durante los Dos Minutos de Odio, cuando los partidarios debían expresar ira desenfrenada frente a telepantallas que emitían imágenes de sus enemigos, situación que se le hacía ridícula... Por cierto: a partir de misivas que recientemente han salido a la luz, se dice que Orwell se habría inspirado en dos novias de juventud para bosquejar a la veinteañera; mujeres inteligentes e intuitivas con las que gustaba conversar mientras daban largos paseos, y con las que se carteó asiduamente, aún después de casado y con el beneplácito de su esposa, hasta su muerte en 1950.
Así, 1984, tantas veces adaptada para cine, televisión, radio, teatro, ópera, ballet, conocida incluso por quienes no la han leído, recibirá lo que Bill Hamilton -albacea de la Orwell Foundation- define como “una pieza complementaria”, con una “narrativa dramáticamente distinta, pero igualmente convincente y fiel a la original”, que retomará las inquietudes que le quitaban el sueño al escritor: el abuso de poder, los alcances potencialmente nefastos de la tecnología, la vigilancia, la alienación, la mutilación de la verdad… Tarea a cargo de Sandra Newman, dicho está, nacida en Estados Unidos, con estrecha ligazón a Inglaterra, donde ha hechos masters, pasado largas temporadas. Una mujer que parece tener cierta debilidad por representar indeseables sociedades del mañana, marcadas por calamidades de distinta guisa. En su obra The Country of Ice Cream Star (2014), por ejemplo, ubica en un futuro donde nadie supera la adolescencia a causa de una peste sin cura aparente. Y en su próximo libro, The Men, que saldrá antes que Julia, imagina al planeta completamente vaciado de varones, desvanecidos repentinamente de la faz de la tierra, obligadas las mujeres a reagruparse mientras lidian con la enigmática pérdida de amigos, padres, hermanos, hijos…
“Repensar historias clásicas se ha vuelto crecientemente popular, especialmente desde una mirada feminista”, señala la prensa británica a cuento de la noticia de Julia. Y ofrece distintos ejemplos sobre la tendencia, como The Silence of the Girls (2018), donde la inglesa Pat Barker relata los acontecimientos de la Ilíada desde los ojos de Briseida. También la autora Natalie Haynes se mete con la Guerra de Troya en A Thousand Ships (2019), contando la epopeya en un relato coral que da crítica cuenta de los costos del belicismo desde el punto de vista de las mujeres. De 2018, Circe, de la filóloga Madeline Miller, que vuelve sobre esta legendaria hechicera en pos de “darle el relieve que no le brindó Homero” y contrastar con “la imagen de ser maligno e irracional que nos ha presentado la tradición literaria”. De este año, además, el libro Names of the Women, del escritor indio Jeet Thayil, que pone el foco en muchas de las mujeres mentadas en el Nuevo Testamento; a partir de los Santos Evangelios, de textos no canónicos y, por supuesto, de su propia inventiva.
Y siguen los antecedentes… En 1996, la feminista alemana Christa Wolf revisitó el mito griego de Medea, nieta del Sol y de la maga Circe, describiendo a la protagonista como víctima de la xenofobia más rabiosa (y a Jasón, como un pusilánime). En 2008, Ursula K. Le Guin publicó Lavinia, centrándose en la perspectiva de la esposa de Eneas, a quien Virgilio prestó poca atención en su Eneida. De 2015, Penélope y las 12 criadas, de la canadiense Margaret Atwood. Y de 1966, Ancho mar de los sargazos, de la autora anglocaribeña Jean Rhys, suerte de precuela de Jane Eyre, de Charlotte Brontë: se narra allí cómo la criolla Bertha Mason conoce y se casa con el señor Rochester, y las trágicas circunstancias que transita hasta acabar sola y demente, atormentada y delirante en ese ático de Thornfield Hall que -como es sabido- termina sumido en llamas.