“Tomar la foto de decenas y decenas de caras de militares mirando a cámara fue casi un juego. Un juego producido por el tedio, el aburrimiento que me causaba fotografiar tantos actos castrenses durante la dictadura. Esa mañana se conmemoraba el Día del Ejército en el edificio Libertador de la avenida Paseo Colón. Yo estaba en las escalinatas fotografiando al general de turno con un teleobjetivo de 200 milímetros. No sé por qué giré 180 grados hacia la formación de suboficiales, con la cámara pegada al ojo. Ellos estaban debajo de mi posición, al pie de los escalones. Y me encontré con esas caras, unas junto a otras. (…) Desde ya, en aquel momento no se publicó. La autocensura funcionaba a pleno: era una imagen que podía molestar a los militares o, al menos, prestarse a la idea de una burla. (…) Así que esta foto de los militares durmió en un cajón de mi casa durante años. No recuerdo cuál fue la primera publicación que tuvo, pero sí cuando la presenté en la tercera edición de El periodismo gráfico argentino. Desde ese momento salió impresa acá y en el exterior, quizás como un ícono de la dictadura y sus horrores. Apareció en diarios, revistas y libros, y formó parte de muchas recopilaciones de fotografía argentina.”