Adriana Acosta siempre regresa. Esta vez hecha esquina, memoria que se renueva, cicatriz que no cierra. Porque su desaparición –el delito que cometió con ella la dictadura genocida– no prescribe. Sigue vigente, como vigente sigue el recuerdo que cubre su ausencia, transformado en la señalización de una calle en su querida Lomas de Zamora o en la cancha de hockey que lleva su nombre en el Cenard.
Este sábado a las 11 de la mañana en Castelli 1396 –donde hace esquina con Mentruyt– se colocará un cartel evocativo, donde la familia Acosta vivió entre 1955 y 1980. Oscar y Teresa, sus padres, compraron la casita donde Adriana vivió con sus hermanos Marcelo y Leticia. Hasta que la secuestró un grupo de tareas el 27 de mayo del ’78. Muy lejos de ahí, en otra esquina de Villa Devoto.
Adriana fue una estudiante excelente. Su boletín de notas lo reflejaba. La eligieron mejor compañera del colegio Balmoral en más de una oportunidad. Era una gran deportista del club Lomas que llegó a jugar en la selección nacional. Una leona de los ’70. Tenía una sensibilidad social notable. Sentía y pensaba el país con esa mirada. Por eso se la llevaron. En la planificación criminal de los militares y sus cómplices, era un obstáculo para su continuidad.
La señalización resultó posible por una iniciativa de la diputada nacional Daniela Vilar y el colectivo Esquinas por la memoria. Al homenaje se sumaron el Observatorio de la Enseñanza de la Historia y de los Derechos Humanos, el municipio de Lomas de Zamora, HIJOS local, Suteba y la agrupación Los Andes tiene Memoria. Este pandémico 2021 termina con el tributo en Castelli 1396, uno más entre todos los que recibió hasta hoy. El Puente Posible, una ONG lomense, le puso su nombre a la liga de hockey que organiza. Lo hace para incluir a chicas de barrios humildes. Como hubiera querido Adriana.