Mientras la pandemia lo permite, la realidad reconfigura lentamente su mapa en la ciudad nocturna. También en la zona de Palermo, con sus portones enigmáticos y las vidrieras prometedoras. En ese trajín, mezcla de feria gastronómica, jardín de veredas que se bifurcan y exposición permanente de asombros varios, la activación de ofertas y demandas deja percibir cierto clima de “retorno”. Aunque la palabra Renacimiento le quedaría grande por todos lados a esta época que, huérfana de grandes ideas, solo puede apelar a algunas ocurrencias, resulta oportuno señalar que hay cosas no se resignan a destinos menores. Y resurgen. Es el caso de Bebop Club, que hace unos meses tuvo que dejar aquel encantador sótano de San Telmo, y ahora reabrió en un gran salón en Uriarte al 1600. El jueves, con el cartelito de “agotado” luciendo orondo en la entrada, inauguró la programación de su nueva sede con la Big Orchestra de Mariano Loiácono, una formación numerosa, equilibrada en lo colectivo y sobresaliente en sus individualidades, que con el repertorio infalible de las big bands de los años ’40 convocó a un público variado.

Desde hace varios años Bebop Club es uno de los agraciados espacios del jazz y sus músicas satélites en Buenos Aires. Como prueba queda una larga lista de nombres, riesgos y noches, que guardan una memoria que es mucho más que un capital sentimental. Como sucedió con muchos espacios, los rigores de la pandemia condicionaron la continuidad y tuvo que cerrar. Hace unas semanas se anunció el regreso, con el mismo nombre pero en otro lugar, con varios shows de Scott Henderson.

El nuevo local Bebop Club ya no está en un subsuelo que al ingreso el parroquiano habilitaba la siempre sugestiva sensación de estar descendiendo hacia una cárcava de revelaciones, o por lo menos mentar cierta expectativa onda “Jabonería de Vieytes”. Pero el local de Palermo conserva las elegantes mesitas con veladores, los retratos de los artistas queridos en una de las paredes, la suavidad de un rojo dominante en un ambiente que oportunamente resulta más amplio y el piano sobre el gran escenario recostado sobre uno de los lados. Una forma de mística algo más cómoda, que incluso permite una visual óptima.

Poco después de la hora señalada, el fondo sonoro de las charlas previas, el roce de platos y el choque de copas cedió, cuando sobre el escenario comenzaron a aparecer los integrantes la Big Orchestra que enseguida pusieron música al asunto. El comienzo con “Satin Doll, de Duke Ellington, en una versión breve, fue como una declaración de principios, en el repertorio y en el sonido. Joaquín De Francisco (trombón), Gustavo Musso (saxo alto) Sebastian Loiácono y Mauro Ostinelli (saxo tenor), Andrés Tarditti (saxo barítono), Ramiro Penovi (guitarra), Pablo Raposo (piano), Mauricio Dawid (contrabajo) Alejandro Beelmann (batería), bajo la dirección del trompetista Mariano Loiácono, constituyen una banda sólida, con buenas dosis de swing, que bien conoce los caminos por los que transita.

Sobre temas clásicos como “Love Me or Leave Me”, “Black Velvet” y un tributo a Louis Armstrong , la Big Orchestra logró buenos momentos de amalgama y sobre todo habilitó excursiones de improvisación para los solistas, que sin renunciar a mostrar buenas ideas, en general se mantuvieron dentro del equilibrio y cierta compostura que caracteriza a la banda. Sobresalieron en este sentido los hermanos Loiácono, por la manera en que articulan el fraseo, el sentido armónico de Musso y el aplomo de un pianista ideal para este tipo de formaciones como Raposo. A ese bien dosificado arsenal expresivo aportó lo propio Julia Moscardini, cantante notable, que al promediar el concierto desparramó garbo con su versión de “Take the A Train” y enseguida con baladas irresistibles como “Can’t Help Loving That Man” y “Lover Man”.

Fue un buen comienzo para una programación que para los próximos días prevé la presencia de Miguel Cantilo (el martes 21), el formidable dúo del bandoneonista Julio Pane y el guitarrista Hugo Rivas (el 22), Daniel Mazza con “Boleros y otras yerbas” (el 23), Mariú Fernández (el 23 trasnoche), Luis Salinas (el 29) y Hernán Jacinto y Deborah Dixon con La fundación del Funk (el 30). Para enero del nuevo año se anuncian la presentación del baterista brasileño Edu Ribeiro (el 6) y un ciclo de tango los miércoles, que comenzará con Raúl Lavié (el 5) y continuará con Rodolfo Mederos Trío (el 12). Los martes serán para el ciclo Sisters in Jazz: Luciana De Rissio (el 4), Ludmila Fernández (el 11), Fernanda Lanza (el 18) y Guadalupe Raventos (el 25). Adrián Iaies (el 8), Pablo Elorza con su Tributo a Jaco Pastorius (el 13), la Fénix Jazz Band celebrando sus 50 años (el 14), Manuel Fraga Trío (el 15), Brian Chambouleyron (el 27) y Yamile Burich Cuarteto (el 28) son algunos de los nombres que articulan una grilla variada, que lanzó su propuesta al mar de los regresos.