Beatriz armaba el pesebre en la escuela de Las Flores aquel miércoles 19 de diciembre de 2001 a la tarde, cuando el estruendo de las escopetas de la Policía la hicieron tirarse bajo el escritorio. Disparos en simultáneo con la hora en la que un policía del Comando Radioeléctrico asesinaba de esa manera a Claudio Pocho Lepratti en la azotea de la Serrano, la Escuela N°756, en Caña de Ámbar y España. En el centro, el dueño de una fábrica pyme, que hoy es dirigente industrial de la provincia, se definía como "campeón de motocross", al correr desesperado de banco en banco por calle Santa Fe. Nueve de cada diez cheques de sus clientes ya rebotaban sin remedio. Se rompía el contrato social, la cadena se cortaba. La efervescencia social iba en aumento.
Se cumplen veinte años de la debacle, cuando Argentina tocó fondo y en las 48 horas del 19 y 20 de diciembre de 2001 la represión policial mató a 39 personas en el país. Nueve de ellas murieron en la provincia de Santa Fe. Siete, en Rosario. Y fue el rasgo más trágico de lo que pasó a la historia como el Diciembre Negro. Además, hubo innumerables tragedias menores pero también dolorosas, que representaron la destrucción del aparato productivo, 3 millones de desocupados, 40 mil fábricas cerradas, 35% de la población en la pobreza, confiscación de depósitos hasta para con pequeños ahorristas, y un clima de desolación generalizado.
Varios números de la macroeconomía de entonces empardan las cifras actuales después de casi dos años de pandemia. En los barrios, según protagonistas de aquellos días, la diferencia hoy es la preponderancia de actores vinculados al crimen organizado que disputan territorio a un Estado cuya presencia aún es insuficiente. Además, coinciden varios, el grado de organización social en las bases era mayor en aquel 2001 que en la actualidad.
A Miguel Zamarini la memoria se le activó inevitable en estos días ya desde el 14 de diciembre. En esa fecha hubo una movilización popular masiva en Empalme Graneros, y fue el preludio del estallido que ocurriría una semana más tarde, cuando el gobierno de Carlos Reutemann lanzó a la Policía a reprimir la protesta.
"Ya en el 2000 la mano venía tensa, las organizaciones muy movilizadas, venían mucho al Monumento, a intentar hablar con los funcionarios, también al Concejo", recordó quien en esos días renunció a la vicepresidencia del Concejo para asumir, a pedido del intendente Hermes Binner, como secretario de Promoción Social, en reemplazo de Elida Rasino. Para entonces, la Municipalidad tenía penetración territorial con el programa Crecer desplegado en 30 barrios, en articulación con los centros de salud propios y los provinciales. Pero la efervescencia política superó ese marco. Diversas agrupaciones barriales llegaban hasta el centro a reclamar ayuda. El hall de Promoción Social, en Santa Fe al 600, fue escenario de esa demanda.
"Esa semana la situación fue empeorando hasta las trágicas situaciones que se vivieron por la intervención de la policía, el descontrol del Ministerio de Seguridad y el asesinato de Pocho Lepratti y los demás", agregó Zamarini.
"Fue llamativa la virulencia con la que la policía actuó, no la gente. Me consta que la gente se movilizaba pero sin ejercer violencia ni daños". Miguel Zamarini
Entre 19 y 20, murieron 7 personas en Rosario, 1 en Villa Gobernador Gálvez y 1 en Santa Fe como consecuencia directa de la represión policial. Marcelo Pasini, de 15 años, murió baleado por un comerciante cuando buscaba un bolsón de comida en la capital provincial. Graciela Acosta (35 años) murió baleada por la espalda cuando la policía reprimió un intento de saqueo en un supermercado de VGG. Graciela Machado (41) murió de un infarto en ese mismo tumulto. Claudio "Pocho" Lepratti (36) fue acaso la muerte más emblemática. Un policía lo ejecutó cuando asomó en la terraza de la escuela de Las Flores Este para exigir que cesaran los tiros ante la presencia de niños en el comedor escolar. La Justicia emitió en este caso las únicas dos condenas por todos los crímenes cometidos esos días. Fueron dos policías, y las investigaciones nunca ascendieron hacia niveles de responsabilidad operativa ni política.
El cartonero Rubén Pereyra (20) murió fusilado por la policía en la autopista, frente a Las Flores. Ricardo Villalba tenía 16, y murió de un balazo en la cabeza en Parque Casas. Juan Delgado (28) cayó baleado en otro tumulto con la policía en Pasco y Necochea, República de la Sexta. Esa misma tarde, también mataron a Yanina García (18), que miraba las corridas desde su casa de Pasco y Pascual Rosas. Walter Campos (15) fue la última víctima de aquella cacería. Un tirador de la Tropa de Operaciones Especiales lo fulminó de un disparo preciso en Olivé y el entubamiento del arroyo Ludueña. La Justicia sobreseyó al suboficial, tres años después.
Después de dos décadas, Zamarini medita hoy: "Fue llamativa la virulencia con la que la policía actuó, no la gente. Me consta que la gente se movilizaba pero sin ejercer violencia ni daños".
El ex funcionario municipal valoró de aquel entonces el alto grado de organización popular. Corriente Clasista y Combativa, Barrios de Pie, Federación de Tierra y Vivienda, Federaciones de Organizaciones Comunitarias de Rosario, y muchas más que componían un vasto abanico de representatividad popular. En su opinión, esa movilización organizada no existe en el presente.
"Es que además había un sinnúmero de pequeñas organizaciones, centros comunitarios, grupos de huerteros, y toda esa demanda en la crisis se canalizó a través de emprendimientos productivos, luego siguieron las ferias de agroalimentos y emprendedores. Todo eso fue la consecuencia de la organización de la gente y del Estado local que supo articular con ese proceso social. En eso quizás estribe una explicación acerca de cómo a Rosario la encontró esta crisis", analizó.
Juan, docente en Las Flores por aquellos años, entiende que "en cuanto a pobreza estructural, las cosas no cambiaron mucho, salvo entre 2004 y 2011, que la ayuda social estuvo presente pero solo para llenar panzas. Un momento de rebote y derrame". Sí reconoce que en 2001 la mitad de sus alumnos estaba indocumentada. "Eso ya no ocurre, incluso había una contención con los centros Crecer, y que luego se desactivó", reflexionó.
Zamarini insiste con que hubo un momento previo al caos del 19 y 20. "El 14 la situación explotó en Empalme. Al gobierno de Reutemann se lo criticó por la orden de reprimir, por la actuación policial, pero en Promoción Comunitaria trabajamos codo a codo. Fuimos con Daniel Bonis, el subsecretario, al encuentro de las organizaciones del barrio. Era imposible entrar a los barrios sin los referentes. Establecimos una mesa en el club Provincial con las agrupaciones, los sindicatos, estaba la Pastoral Social. Esa gran articulación hizo que entre todos pudiéramos sacar las cosas adelante. Fue la gran presencia territorial del Estado que había entonces. Hoy eso no existe más, hace mucho tiempo que el Estado no tiene presencia en los barrios. No solo la Municipalidad, tampoco lo tiene Provincia", observó quien más adelante dejaría las filas del Partido Socialista para seguir junto a Rubén Giustiniani, en la escisión que cuajó en el partido Igualdad y Participación.
"La pobreza era distinta a la de ahora, los chicos en ese momento no tenían medias ni zapatillas, había hambre, como después se vio durante el gobierno de Macri". Laura, docente de Las Flores.
Laura, otra docente que por aquellos días caminaba a diario y por varias horas las calles de Las Flores, recuerda que "la pobreza era distinta a la de ahora, los chicos en ese momento no tenían medias ni zapatillas, había hambre, como después se vio durante el gobierno de Macri". "Hoy –añade– es inconcebible que el centro comunitario cierre a las tres de la tarde cuando se podrían hacer mil proyectos. Hoy la gente no se levanta por las organizaciones sociales, las ollas populares".
El ajuste que bajaba desde el modelo que imponía el ministro Domingo Cavallo en el gobierno de la Alianza encontró a los sectores vulnerables en Rosario con no más de 5.500 planes Trabajar, frente a unas 35.000 familias casi en la indigencia.
"Los planes de ajuste traen estas consecuencias, siempre se congela de abajo para arriba, salarios, jubilaciones, la distribución de alimentos se la considera un gasto social. Y en realidad en un país con 52 por ciento de pobreza, eso no es un gasto sino que debe ser tomado como una inversión. ¿Qué país, sino, puede progresar con semejante nivel de exclusión?", polemizó el ex secretario de Promoción Social.
La premisa era incrementar la asistencia social. Hubo un viaje urgente a Buenos Aires Audiencia con la ministra de Desarrollo Social de entonces, Hilda Duhalde, y poco después el Gobierno redobló la ayuda en coordinación con provincias y municipios.
En cuestión de semanas, el dispositivo de asistencia social pasó de 5.500 planes Trabajar a 64.000 beneficiarios del programa Jefas y Jefes de Familia. La ayuda implicaba una contraprestación, y eso se canalizó a través del programa Agricultura Urbana con huertas comunitarias, y luego las ferias de microemprendedores.
"Acá teníamos el programa Crecer, de protección integral a la niñez, 33 centros, más de 40 centros de salud. Las organizaciones armando proyectos, los hornos para cocinar pizzas, pan casero. Había un alto grado de participación popular", recordó Zamarini.
La comparación con el presente lo lleva a una mirada pesimista. "Todo aquella articulación se fue perdiendo y el territorio fue ganado por... otras cosas", dijo para evitar mencionar el narcotráfico, y también las causas políticas por las que aquellos programas sociales se desactivaron con los años. "Cuando el Estado desaparece en educación, en salud, empieza a ganar terreno lo ilícito y prende en los chicos que vienen y que no encuentran contención", acotó.
El fin de un modelo
El Diciembre Negro fue la capitulación del proyecto neoliberal a ultranza, amasado desde la década del '90, según reflexiona hoy un testigo desde la mirada pyme como Mariano Ferrazzini, fabricante de pinturas para la industria y presidente de la Unión Industrial regional Rosario.
"El entramado industrial ya venía con un deterioro muy profundo, por un modelo que lo había desmantelado, y que aquel 20 de diciembre tuvo su terrible final. A mitad de año las tasas de interés empezaron a crecer casi al 100 por ciento. Se rompieron los contratos entre empresas, con los bancos, se rompió el contrato social, y eso es lo que explotó el 19 y 20", recordó.
"Colapsó el sector pyme porque además desapareció el sector financiero, se derrumbaron las ventas, y entró una desesperación por intentar atajar una caída que fue inevitable en muchísimos casos. Los cheques de casi el 90 por ciento de mis clientes se cayeron. Se cayó la mayoría de las cobranzas que teníamos para afrontar compromisos. Recuerdo bancos como el Bisel, el Bersa, que dejaron de operar. Fueron horas muy dramáticas porque no sabíamos qué era lo que se venía".
"El entramado industrial ya venía con un deterioro muy profundo, por un modelo que lo había desmantelado, y que aquel 20 de diciembre tuvo su terrible final". Mariano Ferrazzini.
"Un dirigente industrial amigo solía decir que se había consagrado campeón de motocross, de tanto andar a las corridas de banco en banco por calle Santa Fe desde mediados de 2001 hasta el final", evocó.
La pesificación asimétrica dejó a numerosas fábricas endeudas en el exterior, con un dólar de 4 a 1, de un día para el otro. "Fue el corolario de un proyecto de país inviable, sobre todo para la industria", sintetizó Ferrazzini, titular de Pinturas Celta, con planta en el Parque Industrial de Pérez.
El detonante
La mecha se encendió el 2 de diciembre, cuando el ministro Domingo Cavallo anunció por cadena nacional la bancarización forzosa de la economía, y la prohibición de extraer efectivo de los bancos, solo a razón de 250 pesos por semana. Los grandes jugadores de la economía ya habían jugado antes su corrida bancaria de manera soterrada.
Los perjudicados inmediatos fueron los trabajadores en negro, que en ese momento representaban el 45 por ciento de la población económicamente activa.
La huelga general de la CGT el 13 de diciembre elevó la crispación social. Irrumpía el cacerolazo como expresión de la clase media que empezó reclamando por sus ahorros retenidos y siguió hasta acuñar el lema "Que se vayan todos". En el centro de Rosario hubo una movilización masiva hasta el Monumento en la víspera del estado de sitio que decretó el gobierno de Fernando de la Rúa en sus últimos estertores.
"Esto explotó porque le secuestraron la plata en el banco a la clase media, y salió a la calle y tumbó al gobierno, dijo 'basta, váyanse todos'". Zamarini.
"Esto explotó porque le secuestraron la plata en el banco a la clase media, y salió a la calle y tumbó al gobierno, dijo 'basta, váyanse todos'. Fue el corralito, la inmovilización de los depósitos, los cacerolazos, todo en una semana. En los barrios había demanda, pero había diálogo. Algún tumulto durante la entrega de las cajas y bolsones, pero la violencia no vino de ahí, sino de la orden a la policía de reprimir", distinguió Zamarini.
"Lo llamativo fue la virulencia con la que actuó la Policía. La gente no. Se movilizaba, pero no rompía nada, pedían hablar", recordó el ex funcionario.
"La gente en Rosario se organizó abajo y salió adelante, y la fuerte presencia del Estado posibilitó intervenir de mejor modo que en otros municipios. Esa fue la gran diferencia".