La filosofía no sirve para salir de dudas, sino para entrar en ellas. Potenciar una ética cívica de mínimos es una obligación irrenunciable de la filosofía. Transmitir las propuestas éticas carece de sentido si la transmisión no va acompañada de intercambios de experiencias, de argumentos, de una reflexión compartida. Kant enfocó la cuestión de una manera más sobria y analítica. En la Ilustración se concibió que toda la filosofía se reducía a cuatro preguntas: qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar, qué es el ser humano. Kant percibió que las tres primeras preguntas se reducen a la cuarta. Lo que puedes saber, lo que debes hacer y lo que te cabe esperar depende por entero de lo que vayas a ser.
En el instante mismo de la concepción millones de espermas se van por el sumidero sin que ningún teólogo se escandalice por semejante desperdicio. Con el tiempo el cigoto podrá desarrollarse en forma de asesino, de santo, de banquero, mendigo o futbolista. Vaya uno a saber. Luego vendrá el dilema existencial entre álgebra y latín, cálculo o historia, Darwin o Génesis, humanismo o fascismo, física cuántica o filosofía, Newton o Leonardo. Es la trazabilidad de la vida. Esa especie de aquelarre existencial atado de manera inexorable a nuestras deudas contraídas con la muerte. El cigoto Chilaver se recreó en futbolísta y en “fascio d'azione” (fascista universal), alimentado por lo que Spinoza llamaba nuestras emociones más tristes: el odio, la ira, la venganza.
Fue solo un tweet. Grotesco. Malparido. Del odio que engendra odio, que destila sangre parda, pena negra. Un tweet poseído por una rabia transversal de perro lobo, de hombre minúsculo encerrado en un viscoso fascismo psicótico: “El terrorismo no tiene cabida en Vélez”, expresó. Se refería a los tres hinchas detenidos desaparecidos durante la dictadura militar que fueron homenajeados por iniciativa de la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Liniers, Mataderos y Villa Luro, junto a la agrupación Fortinerxs Memorioxs. El “homo miserabilis” dijo: “en Vélez no”. Como si el cortijo fuera suyo. Un yo supremo, pegajoso, totalitario, convertido en un distópico flautista de Hamelin con un cerebro límbico -ese bulbo rugoso donde anidan las emociones, los sentimientos, la empatía, y el corazón abstracto- reducido a un descarnado “mariachi” del odio y de la inquina. Un cerebro que solo bombea veneno.
Armando Prieto Alonso, Clara Kierszenowicz, y Juan Carlos Rugilo, sobrino del “León de Wembley”, Miguel Ángel Rugilo, fueron homenajeados y sus baldosas cerámicas reservadas en la entidad para ser colocadas en la platea Norte el 24 de marzo del año próximo. Velez dijo sí. Y le dijo no al fascismo de Chilavert.
Somos seres esculpidos de tiempo, de lenguaje, y de memoria. Es necesario una memoria limpia de nuestras tragedias; la documentación respetuosa pero irrenunciable de las aristas sensibles del dolor. En estos tiempos perplejos necesitamos transitar de una conciencia a otra, contar la vida de la gente, la de cualquiera, la de todos. Nutrirnos mejor de lo íntimo, de lo cercano. Historias mínimas, de reflexión, de dolor y alegría, de bajezas morales, de soledad y tumulto, de pasiones y de belleza. En definitiva, de vida honda.
(*) Ex jugador de Vélez, y campeón Mundial Tokio 1979.