Aún cuando son diversos los méritos que relucen en Los tangos y los días, es uno el que, indefectiblemente, se impone por sobre el resto. Porque la obra registrada por el guitarrista Gabriel Data y el pianista Alejandro Tejeda tiene el enorme valor de reflejar la identidad sonora del dúo, puesta al servicio de (y vaya aquí otro acierto) un repertorio clásico pero no efectista. Sin embargo, la mayor virtud de esa obra pudo comprobarse como fruto de algunos imponderables: registrado en 1997 en el ya desaparecido estudio Big Audio Records, el disco no fue editado en su momento, y si bien el material fue resguardado, fue recién en 2016 cuando el propio Data se rencontró con esas obras y las masterizó en el Centro de Estudios en Música y Tecnología de la Universidad Nacional de Rosario. A veinte años de aquella grabación, el sello BlueArt viabilizó la edición de una obra que hoy brilla por su vigencia en una ciudad que, en esas dos décadas, se vio marcada por el resurgimiento del tango, por la aparición de jóvenes intérpretes y compositores que proponen infinitos abordajes al género. Es precisamente este contexto de enorme valía el que eleva la vara para Los tangos y los días, un disco que, lejos de desentonar, sigue distinguiéndose con su abordaje personal a obras como "A Dos Agustín Bardi", "La última curda", "Nunca tuvo novio", "El choclo, "Nocturna" o "Tinta roja", entre otras.
"Cuando reapareció el material lo volvimos a escuchar y sentimos que hoy podría funcionar, que no lo que estábamos haciendo en aquel momento no está fuera de contexto, fuera de época", admite Alejandro Tejeda, que luego de la grabación de aquella obra fue dejando a un lado su labor como músico profesional para volcarse a la gestión cultural. Para Gabriel Data, el registro fue de algún modo una despedida al género: además de su rol como docente en la Universidad Nacional de Rosario, y de su tarea como ingeniero de estudio, desde entonces ha profundizado su vínculo con la música electroacústica. Esos nuevos senderos profesionales alejaron a la dupla de aquel proyecto de dúo, llegando a un presente que, humor mediante, los tentó a bautizar al disco como "Impresentable".
‑ ¿Qué cosas surgieron en ustedes al reencontrarse con estas músicas, veinte años después de haberlas grabado?
‑ Alejandro Tejeda: En lo personal me pasó preguntarme por qué no seguí tocando... La vida te va llevando por caminos distintos, uno tiene que ir tomando decisiones. No es un lamento, sino que sentí que había allí una cosa que podría haber explotado de manera distinta. Gracias a Dios que llegó hasta ahí, porque humildemente creo que el producto está bueno. Removió muchas cosas internas, pero la vida es así, te va llevando por caminos que uno no piensa. De hecho después de eso casi que no toqué más, no al menos en el sentido de vivir de la música.
‑ Gabriel Data: A mí me pasó eso de sentir que es una música que parece haber sido hecha ayer. Sigue siendo una propuesta original. Nosotros cuidábamos mucho el lenguaje del tango, pero tratábamos de no caer en los yeites del tango. La misma formación te lleva a éso. Tiene que ver con una decisión artística, pero también con el material con el que decidimos jugar. Jamás nos planteamos, por ejemplo, tocar con bandoneón.
‑ A.T.: A veces desde la insolencia, desde la inconsciencia, abordábamos un género que, en mi caso, la verdad no tenía estudiado. Sí lo tenía muy escuchado, porque en mi familia se escuchaba tango, y llega una época en la que el tango te empieza a gustar. La verdad es un género maravilloso, que permite una variedad de expresiones infinitas. Nosotros ensayábamos mucho, trabajábamos mucho, era una permanente búsqueda de sonoridades, ver cómo armarlo para que los instrumentos no se molestaran, cómo lograr que los dos fueran protagonistas, cómo no parecernos al monstruo que era la dupla Horacio Salgán y Ubaldo De Lío. En esa química se dio esto de dos instrumentos haciendo tango, funcionando a la par, en un diálogo musical, a mi criterio, interesante.
‑ G.D.: En los ensayos arreglábamos y trabajábamos mucho. Lo que ocurría era que, no siendo bandoneonista, acá en Rosario no había un lugar donde poder estudiar, por ejemplo, la guitarra en el tango. Tenías que hacerlo con alguien que tocara tango, en una relación maestro‑discípulo. Los bandoneonistas sí, porque estaba Domingo Federico, Omar Torres, había muchos maestros. Entonces nosotros tuvimos que moldearlo y apelamos a la memoria emotiva: en mi caso mi padre escuchó tango toda la vida, bailaba tango. Un poco con esa memoria fuimos reconstruyendo el estilo. Lo que sí nos planteamos, quizás no conscientemente, fue que al empezar no arrancamos con los clásicos del tango que nos aseguraran el éxito, sino con obras que eran maravillosas pero no las más populares. Tampoco buscar la copia de lo más moderno, Piazzolla o ese tipo de cosas. La idea era buscar una sonoridad personal, darle un toque propio. Y creo que el disco refleja esa multiplicidad de repertorio dentro del tango.
‑ Una multiplicidad que se ve unificada por esa visión personal: al escuchar el disco, hoy, se trasluce esa sonoridad propia.
‑ A.T.: Sí, indudablemente.
‑ G.D.: Sí... hay un montón de cosas que uno las puede pensar y que no son las que salen, y otras uno no las piensa pero las perciben de afuera. Esa toma de distancia es muy difícil. Pero escucho al disco ahora y veo que hay una forma de hacer las cosas que eran propias del dúo, salían ahí.
‑ A.T.: Son cosas que hoy, a la distancia, las podemos analizar. En ese momento ocurrían. Muchas veces nos proponíamos hacer las cosas de determinada manera, otras surgían así. Hoy podemos ver que iban en una dirección, pero en ese momento no es que conscientemente lo estábamos pensando. De todas maneras no lo veo con la nostalgia de lo perdido, sino con la alegría de haberlo podido hacer en ese momento. Tenerlo hoy plasmado en un Cd es como cerrar una etapa. Una etapa que llegó hasta ahí, y que fue buena.
‑ G.D.: De ninguna manera fue una decisión de pérdida, de tristeza. No es la nostalgia tanguera. Todo lo contrario. Para mí es una sensación de alegría, de recuerdos fabulosos. Y de no haber perdido contacto con esa música. El tango es uno de esos géneros que impactan. Cuando el tango se instala, es un género que no podés dejar. Por más que no lo hagas en la práctica, siempre está ahí dando vueltas.