En el Brasil de Jair Bolsonaro se persigue el presunto adoctrinamiento en las escuelas, pero hay vía libre para hacerlo en los cuarteles. En un pequeño municipio de San Pablo, Piquete, se simularon ejercicios militares con un objetivo como blanco: una izquierda de utilería que se escindió del PT y un MLT (Movimiento de Lucha por la Tierra), remedo del MST que reúne a los trabajadores rurales. Todo sucedió en un país ficticio llamado Brasânia y se difundió bajo la denominación más real de Operación Mantiqueira. Es el nombre de una sierra del sudeste que se extiende por territorio paulista, de Minas Gerais y Río de Janeiro.

La información fue difundida por el sitio The Intercept y remite a hechos de noviembre del 2020. El periodista Rafael Moro Martins tuvo acceso a documentos que lo prueban con precisión de detalles. Las maniobras fueron concebidas por el mismo ejército que formó al actual presidente en tácticas de contrainsurgencia. Un apologista de la dictadura de 1964 que reivindica a su torturador más famoso: el coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra. El simulacro se realizó en la misma localidad donde se levanta una de las fábricas de IMBEL (Industria de Material Bélico de Brasil). Las tropas tenían las armas a mano para combatir a sus enemigos de novela. Un género de alto rating en la TV local desde hace décadas.

Uno de los textos en que se basó Moro Martins lo firma el mayor Marcos Luis Firmino. No es un protagonista del realismo mágico brasileño. Pero tiene igual apellido que el futbolista nacido en Maceió y del Liverpool inglés. Moro Martins no pudo confirmar la verdadera identidad del funcionario de Inteligencia. Escribió en su nota: “Busqué el nombre de Firmino en el Portal de Transparencia del gobierno federal, pero no pude encontrarlo. Algunos miembros de las Fuerzas Especiales pueden tener sus nombres ocultos allí, como sucede con los delegados de la Policía Federal o agentes de ABIN, la Agencia de Inteligencia de Brasil”.

Del extenso artículo se desprende que en Mantiqueira intervinieron oficiales y suboficiales del ejército, alumnos del Centro de Instrucción de Operaciones Especiales ubicado en Niterói, ciudad vecina a Río de Janeiro. Fueron las voluntades reunidas para adoctrinarlas en una teoría contrainsurgente con reminiscencias de la Guerra Fría. O con más exactitud en el combate a la guerrilla de Araguaia, exterminada por las fuerzas militares durante la extensa dictadura (1964-1975). Un enemigo que hoy no existe, salvo en la afiebrada mentalidad de la oficialidad superior que programa estos cursos y maniobras de infantería de montaña.

La región de esa sierra abarca unos 500 kilómetros de largo. Su nombre proviene de la palabra tupí-guaraní Amantiquira. Significa Montaña que llora o Sierra donde nacen las aguas. El mismo escenario donde el revolucionario Carlos Marighella fue nombrado entre las autoridades del Partido Comunista Brasileño en la década del 30. Una película que lleva de título su apellido se estrenó bajo la dirección del brasileño Wagner Moura en 2019. 


Entre los tantos académicos que consultó The Intercept para el artículo, Celso de Castro, señaló: “No hay una amenaza para la democracia proveniente de las organizaciones de izquierda, sino de las de derecha, que han amenazado a las instituciones democráticas y están siendo investigadas en las indagatorias del Supremo Tribunal Federal”. Juliano Cortinhas, profesor del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Brasilia, también comentó en el extenso trabajo: “Decir que el partido tiene carácter marxista es totalmente inútil [para la acción militar], solo sirve para adoctrinar, para relacionar la izquierda con las amenazas. Toda la nomenclatura indica la necesidad de adoctrinamiento”.

Este tipo de prédica en los cuarteles también alcanzó a medios periodísticos a los que identifica con la insurgencia de utilería. Bajo el nombre ficticio de Samurai Media, alude sin demasiada sutileza a Mídia Ninja – fundado en 2011-, que para Moro Martins “documentó protestas contra aumentos en las tarifas del transporte público en San Pablo y otras capitales y luego se convirtió en un medio de comunicación popular de izquierda”.

La investigación se publicó el 7 de diciembre y su autor señala que les envió preguntas a las autoridades del ejército que no respondieron después de hacerlo esperar más de tres semanas. “Sin embargo, en ningún momento ni la fuerza ni los funcionarios de la oficina de prensa -dos coroneles, un capitán y un teniente- con quienes tramité la solicitud de información, negaron los documentos”, describió el periodista.

La doctrina de la Seguridad Nacional renació en Brasil con la llegada del ultraderechista Bolsonaro al Planalto. Todo indica – o al menos estos documentos lo probarían - que las fuerzas especiales formateadas en el marco de la Operación Mantiqueira tienen una línea de continuidad con el Destacamento de Operaciones de Información (DOI-Codi), acrónimo del siniestro organismo que lideró Brilhante Ustra durante el régimen militar: Destacamento de Operaciones de Información - Centro de Operaciones de Defensa Interna.

Para sostener su estructura y los fondos destinados a alimentarla, en Brasil les hace falta un enemigo interno. Las mentes peregrinas que lo imaginaron con ribetes novelescos consideran que lo encarna el llamado Ejército para la Liberación del Pueblo Brasileño (ELPB), “creado a partir de un proyecto de un partido político marxista y con una organización armada clandestina, nacida de una disidencia del Partido de los Trabajadores”. Así piensan en las fuerzas armadas, una de las patas del trípode en que se apoya el gobierno del “genocida Bolsonaro”, como lo llama Lula. Las otras dos son amplios sectores de la iglesia evangélica y los bloques del Congreso nucleados en las tres B: Biblia, bala y buey. Legisladores religiosos, partidarios del uso de armas y terratenientes. Amén del electorado más duro pero en franco declive que todavía apoya al presidente.

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