Sesenta y siete equipos repartidos en las dos divisiones más importantes del fútbol argentino parecen un exceso. Pero eso es lo que quisieron los dirigentes. Claudio Tapia, el presidente de AFA, les dio el gusto y con el telón de fondo de la pandemia vienen jugándose torneos robustos y felices sin riesgos de descenso para nadie y con chances de llegar a copas continentales y de ascenso para muchos.
Ningun país tendrá 28 equipos en Primera División y 39 en Segunda en 2022. La Argentina sí. Cantidad no es calidad pero si más partidos para televisar y eso es lo que verdaderamente le importa a Tapia y al resto de la conducción: cobrar cada vez más por sus contratos de televisión. Se suponía que en el año próximo empezaría una fuerte desescalada para que, en un lapso razonable, no haya más de 20 participantes en la máxima categoría. Pero se prefirió el gradualismo: sólo habrá dos descensos por promedios y dos ascensos y recien en 2023 se subirá a cuatro descensos con la idea de que en 2026 haya 22 equipos en la A. En la Primera Nacional, el proceso irá más lento aún y costará muchos años llegar a 20 o 22 conjuntos. Nadie levantará la mano para votar cuatro descensos.
Si en la mayoría de las ligas más importantes del mundo hay 40 clubes participantes entre la primera y la segunda división (sólo Inglaterra supera ese número con 44, 20 en la Premier League y 24 en la Championship), queda claro que en la Argentina hay un sobrante de entre 20 y 25 equipos que están donde no deberían estar. Los sostiene la inagotable rosca política interna de la AFA. Pero también la gestión directa de gobernadores, legisladores y empresarios que tratan de darle visibilidad y de arrimar negocios a sus provincias y ciudades a través de la presencia de sus equipos en el más alto nivel. No importa el real grado de inserción popular que tienen y la calidad de los estadios que presentan. Tapia los habilita a casi todos y en ese sí fácil también radica una de las fuentes de su poder.
El mismo fenómeno de superpoblación futbolística se viene dando en otros planos: en 2022, 47 equipos jugarán la Copa Libertadores y 56 irán por la Sudamericana totalizando 103 clubes. Habrá 48 seleccionados jugando el Mundial a partir de 2026. Y hay una idea de la UEFA de convertir a partir de 2024 la actual Liga de las Naciones de Europa en un mega torneo intercontinental que incorporaría a los diez países sudamericanos. Se pretende que el negocio del fútbol sea más grande y hacia esa dirección se están moviendo los dirigentes. Pero este engorde artificial de los campeonatos no derivará necesariamente en un fútbol mejor, ni siquiera más igualitario. Sólo habrá más partidos y se moverá más dinero. Hacia allí ha decidido marchar el futbol argentino. Y marca tendencia: 67 equipos entre las dos máximas categorías sirven para crear un sensación ficticia de paridad y satisfacer las necesidades políticas de sus dirigentes. Pero no para generar una competición de jerarquía.