Sobre la Av. Corrientes, en la Galería Taurus, aún yace estoico un enorme Godzilla de concreto de casi dos metros de altura. Un monstruo tóxico que supo ser protagonista de la Taurus y también de su pariente, la Galería del Óptico, pero que ahora sólo es la esquirla de una ruta pop que se va en fade out. Allí, ocupando casi toda la góndola central, estuvo Mondo Macabro, el videoclub especializado en cine fantástico, horror, independiente, rarezas y misceláneas más gravitante de la cinefilia nacional.
Pero llegaron los cambios de formatos, la jubilación de los videoclubes, la reconfiguración de los consumos audiovisuales, la expansión de las descargas ilegales y la democratización de la banda ancha. Este años se cumplió una década exacta del cierre de Mondo Macabro y ese corredor de Av. Corrientes que partía con los delirios psicotrónicos de Mondo, seguía con Camelot, hacía parada técnica en Güerrin, birrita en la vieja La Giralda y culminaba con un relojeo al cine político, documental y de autor de Liberarte, se perdió. Fin. Caput. Ya está. No me lloren, crezcan.
"Extraño el vértigo de recibir gente", cuenta Uriel Barros, socio fundador y último del cónclave inicial que llegó hasta el fin del proyecto. "Mondo fue un lugar de vinculación, que conectaba gente desde el gusto por compartir algo particular. Algo que, en ese entonces, no era para todos", sigue. En su catálogo, unos 12.000 títulos; en sus ficheros, unos 10.000 socios. Y allí, donde hubo cine de monjas de clausura, de muñecos asesinos, de motociclistas y motosierras, de ninjas nazis, de asesinos flipados y de un tendal de basura demencial, hoy hay… una óptica.
► Los sustos hay que dárselos en vida
Refugio de oficinistas que caían casi de trampa, cueva de valijeros, punto de encuentro de adolescentes curiosos, sitio ideal donde la cinefilia de bordes se desacataba. "Siempre me cruzo con alguien que iba a Mondo y me habla de lo bueno que estuvo ese momento; y me lo dicen desde la emoción", cuenta Uriel. "Es que el VHS encapsula un tiempo perdido. Un tiempo en el que quizás fuiste feliz y tal vez no lo sabías."
Desde 1993 hasta comienzos de 2011, año en el que bajaron sus puertas a causa de los números en rojo, Mondo Macabro significó una especie de club refinado, exótico y profundamente popular en el que pulularon desde Daniel Melero, Walas de Massacre y los Babasónicos, pasando por el español Santiago Segura, la polaca Ingrid Pitt y el italiano Fabio Testi, hasta Marcelo Pocavida, Pipo Cipolatti y Jorge Corona. "No había celulares para sacarse fotos", tira Barros en broma.
Desde su fundación, Mondo Macabro dialogó estrechamente con las Noches Bizarras, el ciclo que organizaba el legendario Fabio Manes junto a Fernando Martín Peña, Diego Curubeto y otros personajes de aquella nueva cinefilia, y que ocurría en la misma galería. Por eso, en su composición química, se retroalimentaban y juntos configuraban un gen trash, salvaje e indestructible. "Vimos los últimos albores del formato. En esa época había una necesidad de conocer y de consumir cine", señala Barros. Y, por caso, estas ausencias develan la sangría de refugios culturales alternativos en Buenos Aires. "Mondo fue punk", resume.
En sus exhibidores, miles de películas piratas, clandestinas e insólitas. Cintas que los espectadores de este lado del mundo siquiera soñaban con ver, obras que carecían de ediciones domésticas y largometrajes cuyos derechos no fueron reclamados por nadie. Así, con las revistas Fangoria y Famous Monsters of Filmland más el libro The Psychotronic Video Guide de Michael J. Weldon como guía, Mondo Macabro fue nutriéndose de un catálogo inédito que tuvo en el sello norteamericano Something Weird Video a un aliado perfecto: "Conseguimos una dirección de correo en Miami, nos mandaban las películas ahí y después venían a la Argentina".
Copias de copias de copias. La necesidad del "play/REC" y las videograbadoras venía atada a la carencia: "No necesitábamos piratear Jurassic Park porque estaba en todos los videoclubes, pero Eraserhead la queríamos tener". Así, fueron engordando ese catálogo que se lució con Braindead, Dead or Alive, Full Metal Yakuza, Violent Cop, Tetsuo: The Iron Man, la asquerosa saga de Guinea Pig, Holocausto Caníbal, Salvaje Mondo Cane, Charly, Días de Sangre, las filmografías de Alex Cox, Gus Van Sant, Michele Soavi y Olmedo & Porcel y muchas, muchas, muchas perlitas más.
► Grandes de la basura
Detrás del mostrador, un televisor de tubo de 20 pulgadas proyectaba films desconcertantes. Al costado de la puerta, un inodoro con "la película del mes", cuya recomendación increíblemente funcionaba. Al fondo, una cortina separaba al local de Mondo Erotika, su hermano puerco, un reverso lleno de películas pornográficas, que fue usina de efervescencia, sed y perversión. "Había un tipo que venía y cortaba con un cúter los pezones de las cajas de los VHS. Nunca supimos quién fue", recuerda Uriel entre risas. "Hubo uno que un día nos dejó un sorete."
Por ahí, un sarcófago, un zombie, una momia, infinitas telas de araña, un Frankestein y un espíritu de Tren Fantasma desfinanciado. "Mondo estaba hecho con presupuesto clase Z." Afuera, las míticas ilustraciones de Marcelo Seoane que emulaban a las del álbum de cromos Maga Cine, con todos los monstruos clásicos. "La gente venía a buscar cosas raras y no te dejaba de sorprender", dice su último dueño. "Era un lugar de vértigo constante. Era atender, hacer las compras de los VHS, hablar con los distribuidores, arreglar con los proveedores, ponerse a producir películas. Era muy difícil quedarse tranquilo simplemente atendiendo."
--El local cerró en febrero de 2011. ¿Qué hiciste después?
--Tuve una desorientación vocacional muy fuerte. Cuando cerré, no sabía qué hacer. Hice de todo: talleres de cine para chicos, corrección de guión, coordinación de piso y edité un diario de Necochea. Fui cajero, repartidor y hasta tuve un local de churros y donuts (Don Churro) durante tres años.
--Por estos días se vive un aire de retro nostalgia. ¿No se te pasó por la cabeza volver?
--Hoy en día, por más que quisiera, no podría. Veo más realizable poner un bar del estilo de Mondo Macabro. Ahí podríamos transmitir el espíritu de Mondo y no sería un problema encontrarle la personalidad. Mondo era lo que era, pero era real. No sé... lo de volver la verdad es que es difícil.
► La tiendita del horror
En la actualidad, Uriel maneja un ciclo de cine que mezcla asado y formato súper 8 llamado Cineclub Mabuse, y está buscando un centro cultural para seguir con su muestra itinerante 100 películas en fotos. También se desempeñó como crítico de cine en radio, planea dirigir un musical, está por publicar un libro sobre la compañía Cannon Films vía la editorial española Applehead Team y su vida –toda su vida- sigue imantada por el cine.
Entretanto, en la terraza de su casa, un pequeño cuartito/búnker conserva algunos resabios de ese pasado que lo define: pósters de cine made in Francia, colecciones de spaghetti westerns, todas las películas de Bud Spencer & Terence Hill, un muñeco de Scream, juguetes de los '80, una enorme caja con un Ghost Rider, un Batimóvil de Hot Wheels, un viejo cartel con un Godzilla portando una sierra y andá a saber qué más.
Y a veces, cada tanto, Uriel sueña con Mondo Macabro. Y ahí está él, entregado a los caireles de Morfeo, con la sensación de aquella vertiginosa rutina. Con las cervecitas de los viernes. Con las charlas junto a frikis anónimos y circunstanciales, y con las diatribas de los nerds de siempre. Con los VHS de la Coca Sarli y Armando Bó, la Troma de Lloyd Kaufman y los karatekas asiáticos. Con los cinco socios, incluido el mismísimo Axel Kuschevatzky. Con su comienzo adolescente. Con su final seco.
Con las naziexploitaitions y su cartel de "no es apología, señor juez". Con el deseo de un King Kong de concreto que terminó en un Godzilla inmarcesible. Con una visita policial buscando psicópatas. Con los rodajes de Maytland de Marcelo Charras, Mondo Psycho de Mad Crampi y una XXX insólita cuyo nombre nadie recuerda. Con las arañas de goma y los chiches berretas. Con el susto del niño y el asombro del grande. Con ese cortito romántico que pintó la última y dolorosa jornada. Con la nostalgia por la calle Corrientes y con el mismo amor por el cine de siempre. "Fue duro tomar la decisión de cerrar", se lamenta Patricia, su compañera.
--¿Qué fue Mondo Macabro?
--Fue un sueño y una pesadilla hecha realidad. Fue un lugar hermoso donde ofrecimos horror, fantasía y cine independiente. Abrimos en una época en la que los videoclubes cerraban. De hecho, en 1993, recién había ganado Ménem y decía: "En mayo, Argentina entra al primer mundo". Y nuestra primera publicidad rezaba: "En mayo, Argentina entra al primer Mondo". Fue una visión adolescente y distorsionada de la realidad. Vivimos el cine como ilusión. Y cuando sueño que estoy en Mondo, no me imagino vendiendo, me imagino hablando de cine con la gente.
► El legado
Por su propia naturaleza marciana resulta difícil advertir continuadores naturales de Mondo Macabro. Sin embargo, proyectos como el festival Buenos Aires Rojo Sangre (que este año despachó su edición número 22) o, en su momento, la hoy extinta distribuidora independiente VideoFlims, ayudaron a pensar de una manera psicotrónica la cultura popular.
En ese sentido, la labor de conservación de Cristian Sema con Raro VHS, la rueda de auxilio del formato que vive en el grupo de Facebook VHS Argentina, el ciclo de cine salvaje Muere Monstruo Muere, el periodismo de Darío Lavia y sus publicaciones, el frenesí nostálgico del canal Ayer Nomás o la divulgación del blog El Cine Clase B de Fede se yerguen en sintonía con el viejo Mondo. Hay un fino hilo que los une a todos.
A la sazón, en Lomas del Mirador, en el partido de La Matanza, el videoclub Todos Contra Maxi Videoclú entroniza la idea del imaginario chicloso y neón de los '80 y '90. "Al video viene mucha gente que iba a Mondo, pero a diferencia de Mondo, que era puro monstruo y rarezas perdidas, lo mío intenta -de manera exagerada- captar la esencia del videoclub puro", revuelve Maxi, mandamás en esta aventura. ¿Exagerado? "Sí, así no eran los videos. Esto es como una fantasía mía, decorada. Cuando yo era pibe e iba al videoclub, no eran así."
Muchas películas que Maxi ofrece se las compró a Uriel. Y en su oferta, Todos Contra Maxi brinda puros títulos subtitulados y busca que cualquiera pueda ver las pelis. "De la misma manera que Mondo se encargaba del cine mondo hasta las monster movies y las draculaexploitaitions, yo me encargo de las exploitaition de los '80, como las de Rambo, Porkys y Mad Max. Trato de que se mantenga ese espíritu bien '85 y '86, que fue la parte más explosiva del cine."
En rigor, Todos Contra Maxi no es un reducto de cine raro: por allí hay un rebobinador, un Family Game funcionando y un alma ATP pero, a su vez, desfigurada. Es que a Maxi le interesa emular aquella atmósfera, aquel gesto de época: caer, perderse en sus portadas ilustradas, alquilar x 3, engullir las cintas y devolverlas 48 horas después. Y hacerlo desde 2021, 2022; desde -literalmente- el futuro.
El dato: abre viernes y sábados de 16 a 20:30 y, tal como fue Mondo Macabro, es único en su especie. Porque, a contrapelo de su propio tiempo y con la retromanía al poder, ¿qué otro videoclub abrió sus puertas en pleno apogeo de las plataformas y el contenido on demand?