Con una flexibilidad envidiable y un encanto arrebatador, los polluelos de la artista estadounidense Lucia Heffernan estiran sus cuerpitos emplumados como expertos yoguis, conocedores de esta práctica milenaria de consabidos beneficios: reducir el estrés y la ansiedad, mejorar la concentración, aumentar la calidad del sueño, fortalecer músculos y huesos, aliviar dolores posturales y crónicos, enseñar a respirar correcta y conscientemente… Beneficios que les vienen pipa a los susodichos plumíferos, parte de la última serie de esta muchacha que gusta tomar el pincel para presentar situaciones inverosímiles, siempre protagonizadas por animales, siempre con insospechado giro. Finalmente, lo “lógico” hubiera sido pintar felinos en las posturas de la montaña, del árbol, de la silla, de la cobra, etcétera, dada la flexibilidad natural de la que gozan los micifuces, pero Heffernan prefiere “tomar expresiones cotidianas y pasarlas al absurdo”, antropomorfizando a la fauna en imágenes que buscan robar sonrisas y, de tanto en tanto, hacer reflexionar.

“Mi trabajo es una expresión y exploración de la fascinación por los animales que me ha acompañado durante toda mi vida. A través de mis cuadros, pretendo darles una voz y una personalidad propias, poniéndolos en circunstancias típicamente humanas en pos de destacar su inocencia y su instinto puro: un contraste de sensibilidades que crea un mundo caprichoso, ridículo, teatral, divertido”, comparte la también diseñadora gráfica en su acta de intenciones.

Entre sus numerosas obras -que beben de la ternura y lo lúdico, de la sátira y la cultura pop-, es posible toparse con un pajarito de la alta sociedad, con gafas oscuras y capelina, flotando lo más pancho en una piscina, mientras lee un libro titulado The Real Birds of Beverly Hills; a un ratón surfeando las olas con una remerita de Batman; a una oveja… tejiendo con lana. También hay tiburones que juegan al pool; lobos marinos tomando relajantes baños de espuma mientras beben una copita de vino (vistiendo, dicho sea de paso, innecesario gorro de ducha); y vacas activistas, como las que presenta en el cuadro Political Mooovment, donde las rumiantes tocan el megáfono para protestar al grito de “Hagamos la leche, no la guerra”, “No soy un pedazo de carne”, “Pasto verde para todos y todas”.