Siempre queda algo por decir, y también por mostrar, acerca Astor Piazzolla. Sobre el final del año en que el mundo celebró con infinidad de conciertos y publicaciones varias el centenario de su nacimiento, siguen llegando pruebas del interés sobre la obra y la figura de uno de los músicos más sorprendentes del siglo XX. Archivo Piazzolla, es un nuevo libro de Carlos Kuri, recientemente editado por el sello editorial de la Universidad Nacional de Rosario.
Más allá de las cuestiones historiográficas que en este Archivo Piazzolla se ordenan a partir de recortes periodísticos de todas las épocas, Kuri es pionero en la consideración estética de la música de Piazzolla. Su libro Piazzolla. La música límite, editado por primera vez en 1992, hoy va por la cuarta edición y resiste el paso del tiempo como yacimiento cardinal de ideas para empezar a contextualizar y definir el sonido del bandoneonista y compositor marplatense. Ahí Kuri habla de una música límite entre lo popular y lo clásico, una música que sobre filo del cuerpo se derrama de la partitura. “Aquellos son ensayos que escribí muy militantemente, cuando no estaba muy de acuerdo con las consideraciones que en general empezaban a hacerse de la música de Piazzolla. Este, en cambio, es un libro distinto, más polifónico, más heterogéneo, concebido a partir del archivo de registros periodísticos que me cedió Víctor Oliveros, un fanático de Astor y gran coleccionista”, comenta Kuri al comenzar la charla con Página/12. “Es necesario recordar a Víctor, que murió el año pasado, a quien dedico este libro. Hay que recordarlo con admiración y con una sonrisa, porque era uno de esos personajes irrepetibles, que solo se podrían dar en torno a la figura de un tipo como Astor” asegura Kuri.
“Oliveros me pasó una pila inmensa de material de todas las épocas, del que fui haciendo una selección, como para dar forma a un libro”, explica Kuri. “Quedó un volumen con mucha gráfica, naturalmente, de una escritura concisa, al que el diseño le da una energía particular. El relato cronológico se va ordenando con los recortes periodísticos que, a su vez voy, contrapunteando con comentarios y continuas reflexiones en torno a lo que se muestra”, continua. “Ojo, no es un libro de fotos, es más bien un libro de recortes. Lo pensé así, porque quise que se palpara el archivo, con sus texturas, con sus arrugas. Hay, por ejemplo, recortes del año ‘31, cuando Piazzolla debuta en una broadcasting, y otro de la misma época, de cuando tocó en una sociedad teosófica rusa en Nueva York. Las fotitos por ahí se conocen, pero el texto de las notas no tanto y ahí está lo interesante”, asegura Kuri.
-Resulta estimulante leer esas notas que hablan de Piazzolla en los tiempos de Piazzolla, cuando había una imagen muy distinta a la que más tarde la historia iría consolidando.
-Absolutamente. Este libro saca a Piazzolla de la memoria atemporal y lo pone contacto íntimo con las circunstancias que se reflejan en cada recorte. Uno de los ejes del libro pasa por la “estética de la recepción”, a la que le doy algunas vueltas, una especie de indagación directa de cómo se escuchó a Astor en distintos momentos de su vida musical. Así, ese lugar común del conflicto de Piazzolla con los tangueros, por ejemplo, se vive en tiempo real, se refleja el termómetro de lo que fue la recepción conflictiva, polémica y paulatinamente más acordada, más elogiosa, más universal de su obra.
-Pero todos somos “piazzolianos” de la primera hora ¿O no?
-No tanto (risas). En el libro incluyo, entre varias críticas, el recorte de cuando se agarró a piñas con (el cantor) Jorge Vidal. También hay un artículo que habla muy mal de Milva, o críticas que entran en tensión entre ellas, como una de Miguel Grimberg que liquida al Piazzolla eléctrico y otra de Pipo Lernoud que habla de “500 motivaciones”, un tema que Piazzolla nunca grabó, como el mejor arreglo del rock nacional. Entre una cosa y otra, el momento conflictivo de Piazzolla duró hasta los ochenta, es decir prácticamente recorre lo que hoy consideramos su etapa creativa más importante. Incluso después, cuando armó el último sexteto, la inclusión de Gerardo Gandini fue discutida desde algunos sectores.
-¿Cambió en algo tu mirada sobre Piazzolla a partir de este libro?
-Me abrió margen para profundizar algunas cosas. Aunque en este libro lo ensayístico toma márgenes muy acotados, pude revisar algunas cosas que quedaron sueltas de aquella idea de La música límite, en donde yo insistía en que Piazzolla fue el agente de la última mutación en el interior del tango. Astor tuvo una reacción a su música que le vino fantástico, porque terminó de definirla. Cuando él aparece los códigos tangueros estaban muy bien definidos y su música implicaba la invención de una zona inédita para la música popular argentina, en la que una formación académica aparecía pulsada desde el tango. Además se ponía en juego una dimensión visceral y una concepción de grupo muy ligada al jazz, no en lo técnico musical, sino en el grado de excitación que Piazzolla quería imprimir a sus grupos.
La lección de Nadia Boulanger en la autopercepción de Piazzolla y su estilo y la manera en que lo contemporáneo se actualiza continuamente en su música se filtran en un libro de lujosa concepción gráfica. “Hay algo que define lo contemporáneo, que resumo en una cita de Giorgio Agamben, que dice ‘Contemporáneo no es el que ve las luces, sino la oscuridad de su época’. Piazzolla se siente interpelado por la oscuridad del tango en su ocaso y entonces lo invade con otras músicas. De esa ruptura se abre una nueva ética para el tango contemporáneo. Esteban Buch plantea muy inteligentemente que el área de Piazzolla se delimita con Stravisnky, Ravel y Bartok. En esa perspectiva piazzolliana, los músicos de tango de hoy abren un abanico que actualiza esas influencias en Ligeti, Pugliese, Berio, Kröpfl, el rock, etcétera”, asegura Kuri.
Psicoanalista y ensayista, con un doctorado en estética, Kuri remonta el origen de su pasión por Piazzolla al “fogonazo” que le produjo escuchar el Conjunto 9. “Era 1972. Yo estudiaba flauta y escuchaba a Bach, Jethro Tull, jazz. De tango nada. Escuché ‘Fuga 9 por la radio y al día siguiente empecé a recorrer disquerías para comprar todo lo que tuviera que ver con Piazzolla”, cuenta Kuri, que ante la pregunta de cajón sobre si el psicoanálisis le ayudo a acercarse a Piazzolla, pudorosamente invierte los términos de la ecuación y confiesa: “Fue Piazzolla el que me ayudo a acercarme al psicoanálisis”.