A los 67 años murió Luis Muiña, el represor del Hospital Posadas que en 2017 fue beneficiado por la Corte Suprema de Justicia con la aplicación del 2x1, lo que despertó una movilización contra la impunidad sin precedentes. Muiña había sido vuelto a condenar –y esperaba que revisaran su sentencia–. Estaba detenido en la Unidad 34 de Campo de Mayo y, en las últimas semanas, había sido trasladado al Hospital Héroes de Malvinas de Merlo.
Muiña ya estaba en su casa cuando el 3 de mayo de 2017 tres de los integrantes del máximo tribunal decidieron usar su caso para mandar un mensaje. Tenía una condena a 13 años de prisión por los secuestros en el Hospital Posadas y los tribunales no querían volver a enjuiciarlo por los asesinatos de dos trabajadores, Jacobo Chester y Jorge Roitman, que no habían sido contemplados en el primer proceso que se llevó adelante en los tribunales de Comodoro Py en 2011.
Sin embargo, el fallo de Carlos Rosenkrantz, Horacio Rosatti y Elena Highton de Nolasco fue como un boomerang para él: se aceleró el juicio y terminó condenado a prisión perpetua por la muerte de Roitman. El año pasado, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación anuló la absolución por el homicidio de Chester, un empleado del área de Estadísticas del Posadas, y le ordenó al Tribunal Oral Federal (TOF) 2 que dictara una nueva sentencia. No llegó. Muiña logró demorar las definiciones en la Corte.
Muiña y el centro clandestino de detención en el Posadas
Muiña tenía 21 años cuando llegó como auxiliar de vigilancia al Posadas. El 21 de julio de 1976, desde el Ministerio de Bienestar Social, designaron a 19 hombres para “garantizar la seguridad” en el centro médico. Estaban al mando de un subcomisario retirado de la Policía Federal Argentina (PFA), Ricardo Antonio Nicastro.
Los trabajadores del Posadas –que ya habían sufrido una ocupación militar y detenciones masivas el 28 de marzo de 1976– empezaron a llamar a Nicastro y a sus hombres “los SWAT” en alusión a una serie que estaba de moda y que mostraba a un grupo de élite en acción. No era el caso.
Para finales de noviembre de 1976, los SWAT montaron un centro clandestino de detención en uno de los chalets ubicados en el perímetro del Hospital. Esa solía ser la vivienda del director asistente del Posadas.
A Gladis Cuervo la secuestraron el 25 de noviembre de 1976 cuando estaba trabajando como enfermera de traumatología en el Hospital. A los pocos días, se le acercó uno de sus secuestradores, un pibe jovencito, le extendió la mano y le preguntó: ¿Te gustó lo que me regalé para mi cumpleaños?
Muiña había cumplido 22 años el 27 de noviembre de 1976. Un día antes, había participado del secuestro de Chester. Había sido el que había arrojado con fuerzas al piso a su esposa, Marta Lifsicas, quien quedó en la casa junto con su hija Zulema. En la vivienda familiar, no había quedado ni un reloj tras el paso de los SWAT.
El 2 de diciembre, los SWAT secuestraron al médico Jorge Roitman mientras estaba en su casa con sus dos hijitas y su esposa, Graciela Donato. Ella lo recordó particularmente a Muiña como “el más jovencito, rubio y con cara angelical”. También recordó que quiso robarle un reloj pulsera.
Detenido desde 2007 por orden del juez Daniel Rafecas, Muiña fue el único integrante de los SWAT que llegó a ser juzgado y condenado por el horror que se vivió en el Posadas –un centro de vida convertido en un centro de muerte–.
Hace unas semanas, la defensa pública pidió autorización al TOF 2 para que Muiña volviera a su casa para recibir cuidados paliativos ante un cuadro de cáncer que avanzaba. No llegó. Muiña murió sin haber jamás dado un dato que permitiera saber qué hicieron con el resto de los desaparecidos del Hospital.