El tiempo pasa, y DC Cómics se va poniendo inclusivo. Si bien había algunos -pocos- antecedentes de personajes queer en sus tebeos (como las acarameladas Harley Quinn y Poison Ivy, rebeldes antiheroínas), solo este año varios renombrados salieron del closet: Tim Drake, último protegido de Batman, por ejemplo, tuvo que cancelar cita romántica con un tipo por calzarse el antifaz de Robin. Y hace apenas dos meses, Jon Kent, el nuevo chico de acero, hijo de Clark y Luisa Lane, se echó un noviete de melena rosada y gafitas en la saga Superman: Son of Kal-El, con guion del australiano Tom Taylor. Mismo historietista que firma ahora Dark Knights of Steel, flamante saga de 12 tomos, ilustrada por la artista Yasmine Putri, ambientada en un universo medieval, alternativo, que renueva (parte de) la mitología en torno de la Liga de la Justicia. En esta trama de fantasía épica, Kal-El (Superman, para los amigos) es medio-hermano de Bruno Díaz. Asimismo tienen una hermana de la que no teníamos ni noticias: la debutante Zala, princesa kriptoniana a la que su linaje le confiere envidiables poderes (lo básico, digamos, resistencia, velocidad y fuerza sobrehumanas, rayos X, capacidad de volar, de crear vientos huracanados con un mero soplido). Muy afortunada, por cierto, por ser media naranja de uno de los personajes centrales del mundillo DC: ni más ni menos que la Mujer Maravilla.
Así es, en este 2021 en el que Wonder Woman sopló las 80 velitas (su primera aparición, recordemos, data de diciembre de 1941, en el número 8 de revista All Star Comics), DC Cómics ha confirmado lo que mucha gente intuía: a Diana de Themyscira, princesa guerrera de las Amazonas, no solo le hacen tilín los tipos. Cierto es que, por lo general, la descollante dama tiene asuntos más urgentes que atender (salvar al mundo, por caso) antes que ocuparse de su vida amorosa; igualmente, con el correr de las décadas, se las ha apañado para tener algunas aventurillas del corazón de tanto en tanto: la más conocida es con el soldado Steve Trevor, histórico interés romántico, aunque también ha coqueteado con Aquaman, se ha dado algún besito de otrora con Superman e, incluso, con Batman.
También ha habido algunos guiños en guiones pasados sobre su probable amplitud de gustos: alguna caricia sugerente a colegas de su isla ciento por ciento femenina; haber oficiado de jueza en una boda entre chicas; defender el casorio igualitario con acentuada vehemencia… Sin desmerecer las declaraciones de 2016 del historietista Greg Rucka -a la sazón, autor de Wonder Woman-, que había dejado más claro que agua cristalina que obviamente a Diana también le gustaban las chicas: “Es parte de una sociedad donde todas son mujeres; ha crecido en una isla idílica, paradisíaca donde prima la armonía y la felicidad, donde evidentemente los vínculos son estrechos y satisfactorios, tanto en lo afectivo como en lo sexual ¿Quedaba alguna duda?”.
Con Zala, por cierto, Diana no se anda con medias tintas: para animar a la supermuchacha que acaba de perder a su padre, la Mujer Maravilla le dice que cuente con ella siempre, pase lo que pase, y remata con un beso de película. Un chape que ha despertado alegría en la redacción de la web geek The Mary Sue, que ve con entusiasmo “que por fin se aborde sin pruritos la bisexualidad de Wonder Woman, hasta ahora relegada a los sobreentendidos y el doble sentido”. Igualmente, gustaría a las plumas de este sitio especializado que la empresa traslade el cambio de era a sus películas para amplificar el mensaje. “Los films sobre Diana, protagonizados por Gal Gadot, ni la reconocen como ícono queer ni planean hacerlo en un futuro cercano. Si bien DC ha presentado muchos personajes LGBTQ+ en sus series de tevé a través del Arrowverse (entre otros, la superoína trans Nia Nal y Batwoman), todavía cuesta que den el salto a la pantalla grande”, recuerdan estas especialistas.
Por lo demás, en pos de poner al corriente, un bonus relativo a la Mujer Maravilla: días pasados DC y Warner Bros Games aprovecharon los populares Game Awards para dar sorpresivo anuncio que dejó al público revolucionado. En esta cita que celebra a la industria del videogame, proyectaron un teaser de Wonder Woman: así se llamará el juego que está desarrollando el reputado estudio Monolith Productions, centrado en nuevas andanzas de la semidiosa. No soltaron prenda en demasía: ni hay fecha de lanzamiento ni plataformas definidas; tampoco compartieron de qué irá la trama de aventura. La única pista es la voz en off de Hipólita, reina amazona, madre de Diana (el papá es Zeus, por si las mosquitas), que lanza encarecido pedido: “Hija mía, una nueva amenaza llega a nuestras costas y debes regresar a casa. Restaura lo roto. Une a viejos enemigos. Forja nuevos lazos. Eres una heroína, pero puedes ser más: convertirte en una líder. Eres, después de todo, la Mujer Maravilla”.
Wow, Wonder Woman, un personaje “tan sabio como Atenea, tan bello como Afrodita, mucho más astuto que Hermes y aún más fuerte que Hércules”, según su bío oficial, de DC. Mucha alharaca de la firma, pero sí que ha relegado a la pobre Diana de Themyscira: siete décadas y media para darle su primera película propia, que resultó ser un éxito de taquilla. Y 8 décadas para ponerla en el corazón de un videojuego que la tenga por estelar; una picardía. 8 décadas además para lo ya dicho: darle una novia a la invencible Diana, que así como flechara a Gloria Steinem y la segunda ola feminista con su coraje, su libertad, su genuino y humanista sentido de la justicia, hoy continúa ese legado pensado por su creador, William Moulton Marston (1893-1947), que en la década del 40 ya advertía que su criatura fue concebida para inspirar “a mujeres fuertes, libres y valientes, para combatir la idea de que ellas son inferiores a los hombres, para inspirar a las niñas a tener confianza en sí mismas”. Solo así, subrayaba, el mundo tendría un futuro luminoso.