“Una de las pocas ideas políticas que defendí, tal vez la única, me fue aportada a mis siete años. Me explicaron qué era el socialismo, vale decir, me contaron que era igualdad de bienes e igualdad de derechos para todos. Me pareció algo que era imprescindible concretar de inmediato. Me resultó raro que aún no se hubiera puesto en práctica. Recuerdo al detalle la hora y la habitación en que me regalaron esta frase, que me pareció clarísima e indispensable”, se lee en Natalia Ginzburg, audazmente tímida, la biografía escrita por Maja Pflug, traducida por Gabriela Adamo y editada por Siglo XXI.

En 234 páginas, Maja Pflug, traductora al alemán de casi toda la obra de Ginzburg, cuenta que a los ocho años escribió una obra de teatro, a la que tituló Diálogo, basada en las frases comunes que usaban en la familia: “De algún modo, un primer borrador de su futuro Léxico familiar”, dice Pflug.

Según cuenta la biografía, Natalia nació en Palermo, Italia, el 14 de julio de 1916, fue la quinta hija de Giuseppe Levi, un librepensador de familia judía, y Lidia Tanzi, que venía de una familia católica. De pequeña, se mudaron a Turín, ciudad en la que su padre fue profesor de anatomía en la Universidad. Fue en esa casa donde su familia refugió a amigos de su padre de la persecución fascista. Tanto Levi, como sus hermanos, fueron encarcelados y procesados por sus ideas antifascistas y esa lucha por la libertad acompañó a Natalia toda su vida. En 1933 publicó su primer cuento, Los niños, en la revista Solaria.

Conoció a Leone Ginzburg, su primer marido, porque era amigo de uno de sus hermanos. Le llevaba siete años y ambos se admiraban mutuamente, narra la biografía. Leone era un intelectual antifascista de origen ruso y entre 1934 y 1936 había estado en la cárcel por sus ideas en contra del régimen. Se casaron en 1938 y desde entonces se relacionaron con los intelectuales antifascistas turineses, sobre todo con quienes idearon la editorial Einaudi, que Leone ayudó a fundar en 1933. Había pasado un año del casamiento, cuenta Pflug, cuando tuvieron a su primer hijo, Carlo Ginzburg, que luego se convirtió en un reconocido historiador; en 1940 nació su segundo hijo, Andrea, y en 1943, su hija Alessandra. Bajo el seudónimo Alessandra Tornimparte publicó en 1942 su primera novela, El camino que va a la ciudad, que reeditó en 1945 ya con su firma: Natalia Ginzburg.

Los años ´40 fueron durísimos para la familia Ginzburg-Levi, marcada por la persecución ideológica y racial durante la Segunda Guerra Mundial. Leone murió en la cárcel romana de Regina Coeli, en 1944, luego de ser torturado. “No es tuya la ciudad iluminada: la ciudad iluminada es de los otros, de los hombres que van y vienen, comprando comida y diarios. Puedes asomarte un rato a la ventana apacible, y mirar en silencio el jardín a oscuras. Antes cuando llorabas estaba su voz serena; antes cuando reías estaba su risa tenue. Pero la reja que se abría de noche quedará cerrada para siempre; y está desierta tu juventud, apagado el fuego, vacía la casa”, escribió Natalia el poema Memoria, que la biógrafa recupera para poner en palabras el amor que sentía por Leone.

Pflug cuenta que luego del asesinato de su marido, Natalia se mudó a Roma con sus tres hijos y comenzó a trabajar en la editorial Einaudi, dirigida por Cesare Pavese, con quien tuvo una gran amistad. En 1947, viviendo otra vez en Turín, en casa de sus padres, se editó su segunda novela, Y eso fue lo que pasó, con la que ganó el premio Tempo. Desde entonces no dejó de escribir: ensayos, obras de teatro, cuentos, novelas. Y hasta actuó en El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini.

En los ‘80 fue elegida diputada por el Partido Comunista Italiano (PCI) y desde ese lugar defendió los derechos de los trabajadores y las trabajadoras en los ’70. Cuando comenzó la campaña por la legalización del aborto en Italia, recupera Pflug, escribió en el Corriere della Sera: “La legalización del aborto debe reclamarse, ante todo, por pura justicia. Es intolerable que mujeres pobres estén en riesgo de muerte o mueran al intentar abortos con agujas de tejer, mientras que las mujeres ricas pueden disponer de clínicas cómodas y no arriesgan nada, o casi nada”.

Natalia Ginzburg murió en Roma, en 1991.