Desde Brasilia
Con los días (probablemente) contados. El presidente Michel Temer pronunció ayer su segundo discurso a la nación en el lapso de 47 horas para repetir que continuará “al frente del gobierno” a pesar de los rumores sobre su salida debido al sismo causado por la delación de los propietarios del frigorífico JBS que lo acusaron de autorizar el soborno de su aliado Eduardo Cunha, preso por cargos de corrupción probados.
De saco y camisa blanca sin corbatas, después de reuniones con sus abogados, Temer se presentó en el Palacio del Planalto en la tarde de un sábado lluvioso con cara de lunes por el estrés político imperante en Brasilia. Habló como un procesado que busca mitigar su condena desmontando la argumentación de la Procuraduría, que lo acusó de corrupción, asociación ilícita y obstrucción de la Justicia a partir de las confesiones de los empresarios,que aportaron como prueba una grabación en la que se escucha la voz presidencial dando su aparente bendición a las coimas.
Dijo que una pericia constató manipulaciones “del audio de mi conversación con el señor Joesley Batista (dueño JBS), esa grabación clandestina fue adulterada con objetivos subterráneos (...) fui víctima de una trampa tendida por bandidos (...) esa grabación indujo a muchos engaños y trajo una grave crisis, por eso estamos pidiendo al Supremo Tribunal Federal que suspenda la investigación”.
Habló con más entereza que el jueves pasado, y se concentró en el argumento de la falta de autenticidad del audio, tema que requerirá peritajes judiciales con los cuales espera ganar tiempo. O prolongar su agonía por tiempo indefinido. “Nosotros queremos que Temer se vaya enseguida” lanzó Luiz Inácio Lula da Silva en las primeras declaraciones después que se destapó el escándalo que acorrala al mandatario del Partido Movmiento Democrático Brasileño (PMDB).
Durante un evento del Partido de los Trabajadores (PT) en San Pablo Lula, que encabeza las encuestas electorales, advirtió que para salir de la crisis es inevitable convocar a elecciones directas, “no queremos un presidente elegido indirectamente”. Imposible predecir si Temer permanecerá en el Palacio del Planalto por días, semanas o meses, porque eso no depende sólo de él, sino de la reformulación del campo conservador que lo apoyó.
Las derechas financiera, mediática, judicial y policial derrocaron a Dilma Rousseff hace un año, ahora no presentan la misma unidad para resolver cómo deshacerse de ese lastre que es Temer y reemplazarlo por alguien que les garantice cumplir con los objetivos que inspiraron al golpe institucional: impedir el retorno de Lula (presidente entre 2003 y 2010) y restaurar el modelo conservador inconcluso desde 2002, cuando finalizó el segundo mandato de Fernando Henrique Cardoso, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).
Los vaivenes de las últimas horas de Cardoso, que el jueves recomendó la renuncia de Temer y el viernes su continuidad, describen el desconcierto conservador, amén de sus disputas internas. Dentro del PSDB un sector, liderado por su titular Taso Jereissati, propone permanecer en el gobierno mientras los directorios de San Pablo y Río de Janeiro proponen la salida.
Dentro de la coalición periodística se observa una fisura similar: los diarios Estado y Folha de San Pablo, capital financiera e industrial, se inclinan por prolongar la agonía de Temer al contrario del grupo Globo, que optó por expulsar a su antiguo apadrinado. En un artículo editorial titulado “La Renuncia del Presidente” O Globo le sugiere (más bien ordena) a Temer que desista de su obstinación en permanecer en el Planalto porque esto conspira contra las reformas previsional y laboral a las cuales confía en resucitar a través de un gobierno de transición surgido de una votación indirecta en el Congreso.
Entre los nombres que surgen para asumir esa gestión transitoria aparece el del actual ministro de Hacienda Henrique Meirelles, ex titular del Banco de Boston, respaldado por los banqueros cuya preocupación se evidenció en el desplome de más del 10 por ciento de la Bolsa de Valores el jueves pasado.
El desconcierto de un presidente que repite cada dos días su decisión de no renunciar y el comienzo de la diáspora de sus aliados demuestra que “el gobierno acabó, porque ya no tiene sustentación empresarial ni de la cadena Globo” sostuvo Joao Pedro Stédile, máximo dirigente del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra.
El MST, el PT, la Central Unica de Trabajadores están entre las organizaciones convocantes a los actos de protesta de este domingo para exigir “Fuera Temer” y elecciones “Directas Ya”, esta última una consigna surgida en los años 80, al final de la dictadura que finalmente impuso comicios indirectos para garantizar una transición tutelada .
Si las movilizaciones son multitudinarias, en línea con la exitosa huelga general del mes pasado, es posible que el Congreso trate con más convicción un proyecto de enmienda constitucional por elecciones directas a ser celebradas probablemente este año. No será fácil presionar a un Congreso que el año pasado consumó el circense impeachment contra Dilma Rousseff. Tampoco está garantizado que este domingo las manifestaciones ocurran sin incidentes dado que Temer y los comandantes de las fuerzas armadas acordaron una serie de medidas que puede amenazar el derecho de manifestación. En Brasilia, por ejemplo, el gobierno impedirá que las columnas se aproximen al Congreso y a la Presidencia donde hay efectivos del Ejército.
El golpe comprado
Los arrepentidos empresarios Joesely y Wesley Batista confesaron ante la Procuraduría que en 2016 sobornaron a “30 diputados para el impeachment” contra Dilma Rousseff, en uno de los tramos más importantes de sus delaciones premiadas, pese a lo cual no merecieron espacio destacado en los medios.
Lo dicho por los hermanos Batista confirma las sospechas surgidas poco después de la caída de Dilma, iniciada en una sesión dirigida (comprada?) por Eduardo Cunha, que formaba junto a Temer, el centro nervioso y político de la estrategia destituyente.
Rousseff fue derrocada el 12 de mayo del año pasado y cuatro días después este diario publicó una entrevista a Daniel Seidel, miembro del Servicio Justicia y Paz de la Iglesia brasileña, quien ya por entonces admitió la posibilidad de una coima generalizada. “Hay rumores que escuché (...) que dicen que llegó dinero a Brasilia, antes de que se votara el impeachment en aquella sesión orquestada por Cunha” comentó el dirigente católico.
El 13 de mayo Rousseff declaró a este diario que era pertinente abrir una “investigación” para averiguar si su deposición, comandada por Cunha y Temer, fue comprada.
El escándalo que tiene a Temer a pasos del abismo robustece las sospechas sobre ese eventual cohecho articulado por el otrora poderoso Eduardo Cunha condenado en Lava Jato. ¿Será la compra del golpe uno de los asuntos que Temer quiere que Cunha no confiese, y para eso ordenó que los empresarios compren su silencio?