Desde Roma

Un análisis de la sociedad actual en tiempos de pandemia y de las responsabilidades que cada uno debería asumir para que todos puedan convertirse en “artesanos de la paz”, mediante el diálogo y destinando más dinero a la educación y al trabajo y menos a los armamentos, constituye el eje del mensaje del papa Francisco para la 55a Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero y ya fue difundido por el Vaticano.

“A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados a un diálogo constructivo entre las naciones -escribió Francisco -, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medio ambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario”.

Según el Papa, existe una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y un “artesanado” de la paz “que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico”. Y para eso Francisco propuso tres caminos para recorrer: “el diálogo entre las generaciones, como base para la realización de proyectos compartidos, la educación como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para una plena realización de la dignidad humana”. Estos tres elementos son esenciales para la elaboración de un “pacto social” sin el cual el proyecto de paz carecería de sustancia, dijo.

Diálogo y educación

“La actual crisis sanitaria ha aumentado en todos la sensación de soledad. Esta crisis es ciertamente dolorosa (...) Pero también puede hacer emerger lo mejor de las personas. De hecho, durante la pandemia hemos visto generosos ejemplos de compasión, colaboración y solidaridad en todo el mundo. Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos”, subrayó Francisco. El diálogo entre generaciones, añadió, es importante “porque los jóvenes necesitan de la experiencia de los mayores y éstos a su vez del apoyo, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes”. Y este diálogo y encuentro entre las generaciones “es la fuerza propulsora” de proyectos “compartidos y sostenibles”. “Unidos podremos aprender unos de otros”, aprender de la “historia y sanar las heridas que a veces nos condicionan y frecuentar el futuro y hacer florecer esperanzas”, subrayó.

En cuanto a la educación, el segundo camino propuesto, el Papa destacó que “el presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años”. Mientras en cambio “los gastos militares han aumentado, superando el nivel registrado al final de la “Guerra Fría”, y parecen destinados a crecer de modo exorbitante”. “La búsqueda de un proceso real de desarme internacional no puede sino causar grandes beneficios al desarrollo de pueblos y naciones, liberando recursos financieros que se empleen de manera más apropiada para la salud, la escuela, las infraestructuras y el cuidado del territorio, entre otros”, enfatizó Francisco. Y propuso además forjar un “nuevo paradigma cultural” a través de un “pacto educativo global” que involucre a toda la sociedad mundial y que promueva la educación, la ecología integral, la paz, el desarollado y la sostenibilidad, la fraternidad y la alianza entre el ser humano y su entorno.

Trabajo

En cuanto el tercer camino, el trabajo, Francisco destacó que “es un factor indispensable para construir y mantener la paz” y recordó que “la situación del mundo del trabajo, que ya estaba afrontando múltiples desafíos, se ha visto agravada por la pandemia de Covid-19 (…) Millones de actividades económicas y productivas han quebrado; los trabajadores precarios son cada vez más vulnerables” (...) El impacto de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador. A muchos de ellos las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran”.

Y recordó que “actualmente sólo un tercio de la población mundial en edad laboral goza de un sistema de seguridad social, o puede beneficiarse de él sólo de manera restringida”. A esto se agrega que “la violencia y la criminalidad organizada aumentan en muchos países, sofocando la libertad y la dignidad de las personas, envenenando la economía”. “El trabajo es la base sobre la cual se construyen en toda comunidad la justicia y la solidaridad” (...) Por eso "no debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más al trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma”, agregó Francisco, oponiéndose a la gran tendencia mundial ya en acto de sustitución de la mano de obra por las máquinas, lo que genera mayores ganancias para los industriales y mayor desempleo. Hoy “es más urgente que nunca” que “se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación (…) y para que el beneficio no sea el único principio rector (…) hay que estimular, acoger y sostener las iniciativas que instan a las empresas al respeto de los derechos humanos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores”.

Y al concluir, Francisco hizo un llamado a los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, como también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, “para que sigamos avanzando juntos con valentía y creatividad por estos tres caminos: el diálogo entre las generaciones, la educación y el trabajo. Y para que así se conviertan en “artesanos de la paz”.