El levantamiento popular contra la megaminería en Chubut deja una serie de lecciones a tener en cuenta por el Frente de Todos. La visión tecnocrática de los sectores neodesarrollistas del gobierno provincial y del nacional que impulsaron la ley de zonificación condujo al FDT a una amplia derrota. Amparados en la necesidad de obtener dólares para expandir la actividad económica, apoyaron un proyecto minero que hace agua en diversos frentes.
En términos económicos, se trata de un sector dominado por grandes corporaciones extranjeras, que goza de fuertes exenciones impositivas y genera bajo nivel de agregado de valor sobre los recursos naturales que explota. Desde la perspectiva ambiental, la megaminería se caracteriza por ser una actividad de elevado riesgo, tanto durante su funcionamiento como, especialmente, cuando deja de ser rentable y los yacimientos son abandonados sin cubrir los costos de tratamiento de los pasivos ambientales.
A esa miopía económica y ambiental, se sumó una falta total de transparencia en las formas utilizadas para avanzar en un proyecto que generaba reparos en la población. El hecho de que el propio gobernador y varios de los legisladores que votaron la zonificación habían accedido a sus cargos con un discurso contrario a la megaminería, son una muestra de la hipocresía y falta de escrúpulos con que se maneja gran parte de la casta política.
Ese combo derivó en una pueblada que hizo temblar al poder político provincial y derivó finalmente en la derogación de la ley de zonificación. De esa manera, el resultado de la iniciativa neodesarrollista fue el peor de todos los escenarios: no se generarán los tan ansiados dólares que precisa nuestra economía pero sí se pagará el costo político de impulsar un proyecto contra la voluntad de la población local.
El fracaso del impulso a la megaminería en Chubut tiene que servir para que el Frente de Todos reafirme su carácter popular, reduciendo el peso relativo de la tecnocracia neodesarrollista hacia su interior. La necesidad de divisas debe ser atendida sin minimizar otros aspectos cruciales como ser cómo se distribuye la renta que genera el sector. No es lo mismo fomentar 400 proyectos mineros dominados por grandes multinacionales que se llevan al exterior la mayor parte del excedente sin generar entramados productivos locales de relevancia, que impulsar un número menor de proyectos donde se condicione el acceso de los recursos a un reparto más justo de la renta y a la transferencia a actores locales de capacidades productivas y tecnológicas.
Por otro lado, la agenda ambiental ya no puede ser considerada un tema menor atendido con un poco de marketing verde. La preocupación por el medioambiente es una demanda de nueva generación que requiere ser incorporada a la agenda del movimiento nacional y popular, si quiere seguir representando políticamente a las mayorías.
@AndresAsiain