Son las tres de la mañana y me preparo un café. Aunque el cansancio me recorre entera, nada me puede alejar de las páginas del libro que empecé a leer cuando caía el sol. Al principio pensé que me encontraría otra vez con la narrativa ociosa de una historia de vida. Un libro más atiborrado de largos homenajes, en donde la protagonista travesti se viste el traje de heroína y ciudadana que tanto le gusta al lector cis. Otra historia de superación. Pero no, Si te viera tu madre no es la historia de una santa. Es la historia de Claudia Pía Baudracco, desnuda. El libro escrito por María Marta Aversa y Matías Máximo no tiene las pretensiones arrogantes de quienes hacen historiografía queer, sino que busca construir un refugio donde la palabra circule. En sus páginas hablan las amigas de Claudia desde un afecto recóndito y sin tapujos. La lectura se va volviendo hipnótica y apasionante capítulo a capítulo a pesar de las reiteraciones, de las contradicciones y de las digresiones temporales. Y es que a las travestis nos encanta el teje pero nos cuesta sostener el hilo, vamos y venimos por las ramas de la historia poniéndole a cada anécdota un poco de exageración, de picardía y de porno.
Al libro lo guía una pregunta: ¿por qué Claudia Pía Baudracco no es tan recordada como otras activistas? Y va buscando esa respuesta sin temor a encontrarla. Una de las tareas que nos debemos quienes trabajamos en torno a la memoria trans* es la de corrernos de la tentación de moralizar los relatos. Este libro nos cuenta la historia de Claudia Pía Baudracco, en sus múltiples facetas. No es sólo el diario de una militante y su recorrido desde la calle a la oficina. Es la historia de una comunidad a través del recuerdo amoroso de una de sus referentas más comunes. La memoria no tiene vergüenza y atraviesa los límites de la moral sin miedo. En este libro la protagonista fuma porro, inyecta siliconas a sus amigas, la meten en cana, se encama con chongos, trabaja de puta, cumple condena en un penal, usa un nombre de fantasía y anda medio prófuga, y al mismo tiempo les llena el bocho a sus amigas para organizarse, arma una asociación y va a las marchas, se reúne con Jáuregui, se sienta afuera de la Casa Rosada y toma merca y recorre el país federalizando su lucha. Y en nada de todo eso hay contradicciones, ni fisuras.
La vida de Claudia Pía Baudracco en nada tiene que avergonzarse de lo dicho y lo hecho, porque tiene una coherencia propia, una coherencia travesti. Está construida de las ruinas en las que nos dejaron vivir y atada con las estrategias donde pudimos habitar. A pesar de la advertencia de los autores que remarcan que no se trata de romantizar las detenciones que sufrían las compañeras en aquellos años, los mejores extractos de este libro son aquellos en donde vemos a las travestis inventándose refugios en medio de las crisis. La forma en que se organizaban comunitariamente para asistir a las detenidas, la complicidad con los vecinos para acercarles el bagayo, la estrategia implementada cuando veían llegar el patrullero, el escándalo y la irreverencia cuando las llevaban a la comisaría. Todo ese bardo tiene algo de hacer político, de encontrarle la vuelta a la vida. También la joda ocupa un lugar importante en la construcción de una comunidad política para las travestis. Desde la mítica historia de la fundación de ATTTA en medio de una fiesta de cumpleaños que la Gorda le organizó a María Belén Correa, hasta la apertura de un boliche en Santiago del Estero donde varios centenares de travestis llegaban porque encontraban un lugar seguro donde vivir su transición. Y entre medio, tantas fiestas en donde embriagadas de quién sabe qué Claudia y sus amigas se imaginaban un mundo en el que pudieran vivir sin miedo, sin escaparse y sin esconderse.
En este libro, Aversa y Máximo nos traen los activismos y andanzas de Claudia Pía Baudracco. Este último concepto es hermoso y preciso, porque Baudracco era una andariega, su tarea central al final de su vida fue recorrer la argentina federalizando ATTTA. Subida a un colectivo, a una moto, a lomo de un caballo o lo que hiciera falta, la Gorda se adentró a cada provincia donde tenía una conocida y construyó con ellas una red enorme y nacional de militantes. Su trabajo de hormiga estaba además sustentado en las andanzas compartidas, fueron sus compañeras de joda, sus pupilas, sus amigas más íntimas las que la cobijaron en cada destino y la ayudaron a construir ese enorme sueño. Fue ese errar de pueblo en pueblo y también, porque no, ese andar errático en la vida, lo que la convirtió en la encarnación de una política desde abajo. El libro le hace un poco de justicia a Claudia Pía, pero también a las muchas errantes sin nombre que se hacen cuerpo en su historia. Cómo bien dice su íntima amiga María Belén Correa esta es la historia teñida de grises de una travesti que no fue una santa y ante las que muchas personas prefirieron callar.