Sueños pictóricos

Las herramientas de inteligencia artificial vuelven a demostrar que tiene buen pulso, y hasta creatividad, al momento de tomar el pincel virtual. Al menos, esa sensación transmiten los oníricos, delirantes cuadros que genera una flamante app llamada Dream, desarrollada por la startup canadiense Wombo, con base en Toronto. Disponible en forma gratuita en iOS y Android, también en su portal web, sus muchos usuarios –en especial de países anglosajones– la han vuelto tendencia en redes, flechados por sus varias virtudes, entre ellas: velocidad, calidad y accesibilidad, que la destacan entre otras propuestas similares. El modo de uso es la mar de sencillo: se escribe la idea u el objeto que se quiera representar, a través de una palabrita suelta o una frase completa; se elije un estilo para la pintura entre los varios géneros disponibles (Dark Fantasy, Pastel, Fantasy Art, Steampunk, Mystical, algunos de ellos); y en pocos segundos el robotito hará de las suyas, labrando una pieza digna de coleccionistas. Viendo la creciente popularidad del chiche, por cierto, una empresa juguetera londinense, The Toy Zone, no quiso ser menos, y tuvo la ocurrencia de usar Dream, de Wombo, para ilustrar algunas de las películas navideñas más vistas en estas fechas festivas, publicando las peculiares interpretaciones de la app sin sus títulos, para que la gente adivinara de qué films se trataba. Algunas saltan a la vista, otras no tanto; solo digamos que los Muppets, el Jack de Tim Burton y el Grinch están presentes. También John McClane (Bruce Willis), reavivando un eterno e incendiario debate: ¿puede considerarse a Duro de Matar una cinta navideña?

Rap antisuicidio

Suele decirse que el arte salva vidas de manera figurativa pero, según un estudio reciente, una de las canciones más exitosas del rapero Logic efectivamente habría evitado que muchas personas se quitaran la vida. La investigación –conducida por Thomas Niederkrotenthaler, de la Universidad Médica de Viena– revela el impacto positivo de 1-800-273-8255, track de su disco Everybody (2017), asimismo teléfono de la Línea Nacional de Prevención de Suicidio en los Estados Unidos. En su letra, Logic narra la lucha de un joven deprimido, con pensamientos suicidas, que llama al mentado número y, tras conversar con una versada consejera, decide no tirar la toalla. Según el citado trabajo, publicado los pasados días en la revista académica British Medical Journal, durante los momentos más promocionados de 1-800-273-8255, las llamadas al susodicho teléfono aumentaron en casi un 7 por ciento entre jóvenes con entre 10 y 19 años; también se redujo el número de suicidios en 5.5 por ciento. Fueron tres los períodos que analizó con lupa Niederkrotenthaler: el primer mes tras el lanzamiento del track, la actuación de Logic en los premios MTV 2017 y otra interpretación muy vista, en la ceremonia de los Grammy del 2018. “Es un tema que compuse desde un lugar cálido y esperanzador, intentando ayudar a la gente. Pero saber hoy día que realmente logró salvar vidas, me deja boquiabierto”, declaró el muchacho nacido en Maryland, en 1990, que en ocasiones pasadas ha reconocido haber lidiado con una depre profunda. Por lo demás, el estudioso Niederkrotenthaler explica que este caso “es un claro ejemplo del llamado Efecto Papageno, cuando los medios de comunicación juegan un rol clave en la prevención al suicidio, y es la contracara del Efecto Werther, cuando los medios informan que alguien –especialmente celebridades– se han suicidado, generando una suerte de efecto contagio que genera un crecimiento del 13 por ciento”.

Orgasmos sin gemir

Extended Pleasure es, ante todo, una oda al placer que busca el goce de sus radioescuchas. Se trata, después de todo, de un disco grabado a partir de orgasmos reales, pero –ojo– sin que siquiera haya un gemidito. Hete aquí la cuestión: en colaboración con la marca de juguetes sexuales Lelo, el compositor y productor Matt Emery transformó en ondas sonoras ciertas grabaciones “donadas” de gente alcanzando el clímax. Ondas que luego convirtió en cinco composiciones “que capturan la energía, el tempo y la sensación de cada experiencia, a la que asigné el género musical que mejor les cuadraba”, en palabras de este artista con base operativa en Londres, que lo mismo transita el jazz que el rock en estas canciones ciento por ciento instrumentales. Sugerentemente tituladas, dicho sea de paso, con nombres como “Feeling Me, Feeling You”, “At the Peak” o “Rock You Like a Storm”. Aclara, por cierto, que “los instrumentos también jugaron un papel importante, ya que los elegí no solo por sus aspectos melódicos o rítmicos, sino además para que coincidieran con ciertas características de cada orgasmo”. O sea, para emular “ciertas respiraciones, reflejadas por el saxofón, hasta determinadas culminaciones que, de tan explosivas, pedían una distorsión de guitarra”, agrega el muchacho, chocho de contento por haber podido recrear la esencia de distintas maneras de la petite morten formato musical. Por su parte, Marcella Zanchi, gerente de marketing de la firma Lelo, aclaró que han querido explorar el emocionante y diversificado “reino de la satisfacción” –de parejas hétero, LGBTQ+, de distintas etnias y edades– con canciones “porque la música desencadena emociones poderosas y, con este disco, esperamos inspirar más momentos íntimos”.

Un nombre y una melodía

Ubicado entre verdes colinas a los pies de las montañas Khasi, un pueblito remoto al noreste de la India es hogar de una tradición de siglos llamada jingrwai iawbei, decididamente encantadora y ciertamente curiosa. En Kongthong, la aldea en cuestión, sigue en danza esta costumbre, por la que a cada recién nacido se le asigna un nombre, sí, pero también una melodía propia, que deviene marca inseparable de su identidad. Así lo narra la cronista de viajes Satarupa Paul para la BBC tras adentrarse en Kongthong, parte del estado de Megalaya, para conocer los alcances de esta armoniosa práctica. “Es una expresión del amor incondicional y de la alegría de una madre por el nacimiento de su hijo. Es la melodía que lleva en el corazón, plena de ternura, casi una canción de cuna”, le contó a la periodista una de las mujeres locales, Shidiap Khongsit, mientras bebían té en su cabaña. No es que sepan teoría musical, nadie les enseña: les brota naturalmente después del parto. Porque, en efecto, es la madre la que compone la melodía, que no suele superar los dieciocho segundos en su versión extendida. Y la melodía no se repite ni se versiona, es parte del ADN de la criatura; muere cuando fallece la persona. La misma Khongsit hizo lo propio con sus cuatro hijos, cada cual con un tema marcadamente distinto, “que es el que se entona en los campos, cuando alguien te llama del otro lado de los valles, de las colinas”. A lo lejos, parecen silbidos, aportó la mujer, agregando que cada canción tiene una versión abreviada, que oficia de apodo; un extracto que se le canta a la persona para llamar su atención cuando está al alcance del oído. La tradición ancestral, según señala esta vecina de Kongthong, tendría cientos y cientos de años; nadie sabe a ciencia cierta cuándo empezó, pero están convencidos de que data del nacimiento mismo de la aldea. También, aclara, responde a distintos motivos: por un lado, honra a los antepasados; por otra, sirve para despistar a los espíritus malignos que habitan el bosque “porque no distinguen estas melodías del llamado de los animales y, por tanto, no nos dañan cuando salimos de cacería”. Rothell Khongsit, joven residente del lugar, detalló a la BBC que “aprender estas canciones es, para nosotros, como aprender nuestra lengua materna”. Y la puesta en práctica es inmediata, su uso es cosa del día a día para llamarse entre amigos, vecinos o parientes.