La investigación del Fondo Monetario (FMI) sobre el préstamo millonario a la administración de Mauricio Macri hizo una critica fuerte a los desmanejos económicos de su Gobierno, pero a la vez ocultó y disimuló en el mismo texto la cuestión más relevante: que el préstamo fue un sostén político a Cambiemos, parte de un plan de los socios mayoristarios, como Estados Unidos, para respaldar un eje de gobiernos de centro derecha en la región. En pocas palabras, el Fondo pone al frente el cuestionamiento (lógico) al que tomó el crédito para evadir responsabilidades propias. 

Pero una visión detallada de las 135 páginas del trabajo refleja que hay datos que prueban la teoría. En esa línea fue Argentina, que en la parte que corresponde a su análisis de la pesquisa, ató los cabos sueltos para decir lo que el FMI no dijo. Que se omitieron recomendaciones técnicas para evitar la fuga y se hizo la vista gorda con la exigencia de controles y metas por la sencilla razón de que se trató de un desembolso de 45 mil millones de dólares sólo interesado en que Macri llegara con cierta espalda a las presidenciales del 2019, sin importar el daño a posteriori para el país que generara el endeudamiento. Además, Argentina resalta que hubo una violación de las normas internas del organismo (Artículo 6), que exigen sanciones a países que financian la fuga de capitales con dinero prestado por el organismo. Todo este material, naturalmente, tendrá peso a la hora de la renegociación de la deuda. 

"Nosotros se lo contamos al Fondo y el Fondo, en todo caso, debió admitir lo que nosotros decíamos", expresó en esa línea el Presidente Alberto Fernández, en el marco del brindis de fin de año en Casa Rosada. Luego, en su cuenta de Twitter, escribió que "es imperioso entender la dimensión de la deuda otorgada por el FMI a la Argentina, con el indudable propósito político de sostener un gobierno que sólo lastimó los intereses de nuestro pueblo. Nos demandará mucho tiempo reponernos de semejante daño". 

Parte de esa afirmación del mandatario, de que todos conocían cómo era la situación al momento del préstamo y con posterioridad, se ve en el documento. A partir de la página 98, se exponen 15 puntos de conclusiones de Argentina respecto al informe. Esa posición del Ministerio de Economía y los negociadores de la deuda en Washington, con cabeza en Sergio Chodos, no es una opinión suelta del país, sino una síntesis con lectura política de lo que dijo el propio Fondo en el mismo texto. El más concluyente es el punto 10, donde el Fondo relata lo que Argentina observa: “Las autoridades  (el actual gobierno nacional) consideran que el diagnóstico de los problemas de Argentina al momento del Stand By fue incorrecto o funcional para favorecer ciertos intereses. Del EPE (la Evaluación Ex Post) aprendemos que hubo desacuerdos entre el Staff del FMI y la visión de las autoridades de entonces respecto a la necesidad de reestructurar la deuda y tener cuidados con los flujos de capitales”, se precisa allí, recogiendo diferencias. 

Sigue Argentina expresando que “la EPE deja en claro que la decisión del FMI, más allá de miradas diferentes, fue sostener la posición del gobierno anterior, lo que derivó en una falta de reestructuración o de controles de capitales (para evitar la fuga), mientras continuaron los desembolsos que financiaron el vuelo de capitales de magnitudes históricas”. Este punto refiere a que hubo al menos cuatro revisiones del préstamo, y el Fondo siguió, aún sabiendo de la crisis, soltándole dinero a Cambiemos. 

De este modo, los negociadores argentinos recalcan que “las discrepancias entre la visión técnica del Staff y las decisiones que tomó el FMI, refuerzan la mirada de que el programa constituyó un préstamo político, un préstamo que tuvo como objetivo sostener las chances electorales del gobierno anterior, sin importar las consecuencias de medio término para el pueblo argentino". 

Los antecedentes que confirman

Todas estas conclusiones deben leerse, además, en un contexto previo en el que ya el Fondo había deslizado detalles del carácter político. La misión de los enviados de Georgieva a la Argentina recaló en el país al menos dos veces con posterioridad a la toma del crédito. En esas visitas, Luis Cubeddu y Julie Kozak se reunieron con la Unión Industrial, la CGT y la Sociedad Rural. Allí admitieron que el desembolso no tenía otra razón de ser que el padrinazgo político para sostener a Cambiemos. 

Fuentes de la negociación y del Gobierno admitieron ante Página I12 que, también, otro gesto a leer en el sentido de la responsabilidad de haber otorgado un crédito político es la razzia en el organismo. Tras la caída de Trump a manos de Joe Biden, no casualmente se corrió a toda la cúpula política del Fondo: primero salió Christine Lagarde, la francesa que presidió el organismo; y luego corrieron la misma suerte las segundas y terceras líneas. El último capítulo de la limpieza fue la salida de Geoffrey Okamoto, el japonés-estadounidense que ocupaba la vicegerencia estratégica que fue clave para el préstamo a Macri. Allí otro dato, el eje Estados Unidos-Japón, los dos socios de mayor peso en el organismo y que tienen una mirada geopolítica similar entre ellos. 

 

Naturalmente, en este escenario, el ministro Martín Guzmán exigió una serie de cuestiones, como una autocrítica más fuerte. La referencia es para el Artículo 6 inciso A, que precisa que el dinero que se presta, no puede ser utilizado para financiar procesos de fuga, que es lo que finalmente pasó en Argentina. Además, la norma explica que aquellos países que lo hagan, tendrán una penalidad, algo que nunca pasó.