Ghostland: tierra sin ley 6 puntos
Prisoners of the Ghostland; Estados Unidos/Japón, 2021
Dirección: Sion Sono.
Guion: Aaron Hendry y Reza Sixo Safai.
Duración: 103 minutos.
Intérpretes: Nicolas Cage, Sofia Boutella, Nick Cassavetes, Bill Moseley,
Tak Sakaguchi.
Estreno en Google Play y en iTunes
Ghostland: Tierra sin ley es algo así como la versión en la vida real de títulos como Freddy vs. Jason o Zatoichi Meets Yojimbo: la encrucijada de dos senderos cuyas rutas parecían destinadas a no cruzarse jamás. Porque, ¿quién podía imaginar que Nicolas Cage terminaría protagonizando un largometraje de Sion Sono, el realizador japonés favorito del circuito festivalero y objeto de adoración y culto, responsable de largometrajes como Suicide Club, Love Exposure y Why Don't You Play in Hell? Prolífica y de tintes usualmente extremos, la obra de Sono suele acercarse a los géneros cinematográficos más populares para destriparlos desde su interior, y la perspectiva de un western futurista con las marcas distintivas del cineasta, sumadas a un héroe encarnado por el actor californiano –que viene atravesando una etapa exploratoria de sus facetas más excesivas–, produjeron una suerte de condicionamiento pavlovliano en las expectativas de los espectadores más impresionables.
No tanto un sushi western –como sí lo era la rabiosamente estilizada Sukiyaki Western Django (2007), de Takashi Miike– como un pastiche de conceptos, ambientes y códigos que aúna los relatos del Lejano Oeste con la fantasía distópica de Mad Max y sucedáneos, Ghostland hace chocar las katanas con los revólveres y las tradiciones de otros siglos con hecatombes nucleares. Sorprendente e irritante en partes iguales, la película es literalmente “cualquier cosa”, un todo vale que, a pesar de no ser un hito en la filmografía de S.S., vuelve a demostrar su incapacidad para amoldarse a formatos más confortables dentro del universo audiovisual contemporáneo.
Ejemplo, uno entre varias docenas: el hombre sin nombre encarnado por Cage, ex ladrón de bancos con traumas del pasado a cuestas, es obligado por El Gobernador –mandamás de pueblo, jurado, juez y verdugo– a recuperar a una de sus prostitutas favoritas, Bernice (la argelina Sofia Boutella), secuestrada en las afueras del poblado. Su cuerpo es recubierto con varios explosivos que detonarán ante cualquier desobediencia, incluyendo dos cargas convenientemente ubicadas en los testículos. Desde luego, y como corresponde, el protagonista tiene las pelotas bien puestas, pero una de ellas explota durante los primeros minutos de aventura, haciendo del personaje de Cage el único héroe occidental semi eunuco de la historia del cine.
Rodado en Japón, el film es la primera incursión del cineasta en idioma inglés (aunque también se escucha el japonés y algo de mandarín), pero lejos está de ofrecer a un Sono Sion domesticado. Por el contrario, el caos y la excentricidad –el relato incluye a un grupo de parias obsesionado con detener las agujas de un enorme reloj y a criaturas transformadas en maniquíes vivientes– y la autoconciencia de la ridiculez inherente a la mayoría de las situaciones son la materia prima con la cual está construido todo el edificio narrativo y formal.
Para los fans de Nicolas Cage, además, Ghostland es un auténtico festín de histrionismo, ya desde el comienzo mismo de la odisea, cuando el héroe abandona un Corolla último modelo y opta por una minúscula bicicleta para niños como medio de transporte. Cada caballero elije sus batallas y el corcel sobre el cual cabalgar.