En Latinoamérica, el trap entró, apretó el acelerador y avanzó. Muchos de sus exponentes quedaron en el camino, algunos se mantuvieron sin cambios y otros aprovecharon el envión para mutar a otros estilos. Para leerlo como un fenómeno, todavía estamos temprano: sobran discos, canciones y artistas que nos recuerdan que no podemos hablar en pasado del trap, pero tampoco ya referirnos a este movimiento como la novedad. ¿En qué lugar estamos entonces?
Argentina brilla como escuela latina, proyecta a los suyos mientras teje los lazos necesarios para construir nuevos sonidos y llevar la música a lo más alto. Por eso falta y se necesita el relato de una historia que continúa escribiéndose. Como el que del otro lado de Los Andes armó Ignacio Molina, que nació en Chile y es periodista del diario Las Últimas Noticias desde 2014 y, de manera independiente, de medios reconocidos internacionalmente como The Clinic, Vice o la Red Bull Batalla.
Molina publicó Historia del trap en Chile, editado por Alquimia. Con el mainstream presente pero haciendo foco en la escena independiente de su país, entrevistó más de 100 artistas, algunos contactados por primera vez, para que contaran cómo surgió y se consolidó este género musical allá.
Según su investigación, los que empezaron la movida en Chile fueron Marlon Breeze, Gato Plomo, Tonzilla3000, DineroZucio, Criz Gomez, C.A.S.O, André Lavoe, Eloahim RA y un par más. "La mayoría son raperos que estaban al día sobre tendencias y ramificaciones del rap, y que supieron apreciar los ritmos que estaban surgiendo de Memphis, Atlanta o Houston, entre 2005 y 2010, y adaptarlos a nuestro lenguaje, identidad, picardía y chispeza", describe. Después se sumaron Ceaese, DJ Lizz y los productores Tyto Kush, Young J Star y WildCat, que sientan las bases sonoras. "Y más tarde surge esa segunda generación donde destacan Pablo Chill-E y Young Cister, que tocaban en una casa abandonada en Santiago centro, conocida como la Trap House."
--¿Cómo fueron recibidos esos pioneros?
--La tuvieron dura porque los raperos cerrados de esa época, y también sus seguidores, los discriminaron por cantar sobre delincuencia, lujos y strippers; por vestirse con marcas street wear y de lujo, y no con ropas adquiridas en la americana o en la feria. La tontera de esa época era cuanto más roñoso andabas vestido, más rapero y más calle eras. Un corte así medio Mobb Deep, de los raperos de las casas sociales de Queensbridge, en New York.
--¿Qué considerás que cambió culturalmente en Chile junto al trap?
--Para mí agarró fuerza al formarse un multiverso cultural en el que destacan un podcast de análisis, como Microtráfico; un sitio de difusión en Instagram, como Trap2Day; y un programa en YouTube con invitados actuales y animado por un rostro de televisión, como La Junta. Esto se ha consolidado luego de una etapa en que el rap era la hegemonía cultural, sobre todo el contestatario, que acá llaman "real". El trap surgió como una alternativa contra lo establecido culturalmente en Chile y representó una forma de vida marginal, pero ahora se ha masificado tanto que suena en comerciales de bancos y compañías telefónicas.
--En Argentina, el título de "real" se les da a los traperos que escriben letras verídicas, como si el resto no tuviese mérito. ¿Cómo es ese debate allá?
--No hay solo un tipo de rap. Cada contexto, zona, época o estilo de vida ha encontrado su representatividad en una forma o subgénero de rap. El rap social, consciente, es uno. El gangsta otro, el grime otro, el crunk otro, el drill otro y así. No sé si los raperos chilenos que se dicen reales y que fanean el rap noventero tienen claro qué cuentan Street Struck o Everyday Struggle, canciones sobre buscarse la vida en la calle. El trap es lo mismo: tomar riesgos y prosperar. Con ostentación, algo que siempre fue parte de la cultura del hip-hop, del juego de presumir zapatillas, cadenas, cinturones, gorras.
--¿Entonces también hay muchos modos de "ser real"?
--Ahora puedes ser real al relatar sobre tu entorno, sobre lo que te tocó ver, sobre lo que te contó un amigo o familiar. Puedes representar, que es uno de los fundamentos de esta cultura, mediante una narrativa. Pero se sabe que en el trap hay harta película. Artistas que cantan una cosa y viven otra, que son falsos, traicioneros. También existe un grave problema con el contenido del mensaje y su asimilación: cuando alguien escribe sobre lo dura que fue su vida, que tuvo que mover droga de acá para allá para poder comer o vestirse, probablemente lo haga para compartir que fue la vida que le tocó y que mediante la música encontró una posible salida, pero no así para enaltecerlo.
► Los hilos invisibles del trap chileno
Durante las entrevistas que hizo para el libro, Molina se enteró de algunas traiciones que hicieron artistas que hoy están pegados durante su ascenso. Desde no pagarles a cantantes con los que tuvieron featurings a dejar en el camino a beatmakers y productores que creyeron en sus proyectos y fueron determinantes en su posicionamiento. "Opté por no mencionar casi nada de eso porque mi idea siempre fue destacar esta escena y aportar en su expansión y validación", explica el autor.
Lo que encuentra llamativo, por otro lado, es cómo artistas que se pegaron y luego bajaron drásticamente sus cifras se pusieron a colaborar con los nuevos que fueron surgiendo, como AK4:20 o Marcianeke. "Eso es una traba para que la escena siga creciendo desde el arte, no así del negocio. Igual, quiero separar de esto a Pablo Chill-E y Ceaese, que siempre han tenido la filosofía de trabajar con emergentes y han tenido buena oreja para elegirlos."
--Ellos, más Polimá Westcoast y Young Cister, son figuras que con su masividad atravesaron la frontera. ¿A qué otros hay que prestarles atención?
--En este momento no me interesa lo que está haciendo ninguno de los que mencionas. Me interesan propuestas más originales o nuevas. Distinto es el caso de Harry Nach, quien tiene un estilo único, tanto musical como estético. Se mueve en otras vibras: creció escuchando metal, electrónica y reggaetón. Y esa versatilidad lo ha hecho destacar. Me interesa lo que hacen Marlon Breeze, Julianno Sosa y Kid Lucilfer. Son talentos que podría sonar perfectamente en Argentina. Y también confío en lo que pueden lograr a nivel latinoamericano, sobre todo en el reggaetón, Tunechikidd e Ithan NY, como también las producciones de Nobru y BlopaOnTheTrack, cuatro jóvenes que están prendidos fuego.
--Tu libro se llama Historia del trap en Chile. ¿En qué momento de la historia está ahora?
--El trap y el reggaetón chileno se van a comer el mundo. El trap está en una etapa de esparcirse, de múltiples colaboraciones nacionales e internacionales, y también de enlaces con otros géneros, como el r&b, la bachata o lo que en mi país llamamos mambo chileno (merengue). El trap ya dejó de ser un género vinculado estrictamente a un estilo de vida, el del joseo, y pasó a ser un sonido de productores.
--El fenómeno de los productores trasciende al trap: hoy se les da un lugar merecido, equiparable al del artista. ¿Cómo es esa sinergia allá?
--Todavía se suele apreciar más al cantante que al beatmaker o al productor, aunque es un rol que tiene que ser de igual valor. Para esto lo principal es que el mismo cantante haga saber quiénes trabajaron en su single. Y lo básico es poner a los productores en los créditos. Un productor fundamental en Chile es Fran-C, que trabajó junto a Kevin Martes 13 en todos sus singles, y que me dijo que el 80% de la magia de un tema lo pone el productor. Taiko también comentó algo clave: en Estados Unidos a los productores se les da el prestigio y el reconocimiento que merecen. Los gringos, como Metro Boomin, WondaGurl o Boi-1da son más reconocidos que algunos artistas. O Sky y Tainy, en Latinoamérica.
--¿Qué sociedades te parece que funcionaron bien?
--Nobru era uno de los cerebros en el colectivo Ryodan, de Kid Lucilfer y Young Dhari; y hace pocos meses se fue de gira por Estados Unidos junto a Neoperreo, con Tomasa del Real y Lizz. También fue clave lo que hizo Young J Star con VH El Virus en los comienzos de ShishiGang, el colectivo de Pablo Chill-E, y más cuando se sumó un beatmaker altamente creativo como Xander. También es destacable la visión de desarrollo artístico que tuvo Tyto Kush con Gianluca o Tommy Boysen. Sin embargo, a pesar de estos casos emblemáticos, mi percepción es que los artistas se mueven en torno a sus intereses personales: no hay nada que les importe más que sí mismos.
► Limones, trap y el espejo argentino
Una particularidad que sobresale en algunos exponentes de la camada actual es el compromiso político, con Pablito Chill-E siendo parte de la coordinadora social de la Shishi Gang y protagonizando una postal que recorrió internet: él hombreando un saco de limones para zafar de los gases lacrimógenos mientras la policía reprimía a la gente en las calles. En las manifestaciones, 34 personas fueron reportadas oficialmente como fallecidas como consecuencia de la represión policial, y otras 460 fueron víctimas de traumas oculares.
"Él es uno de los pocos artistas del género que tiene un compromiso social coherente, con acciones concretas: desde cantar en beneficios para familias que lo han perdido casi todo por la pandemia a repartir limones para contrarrestar el efecto de las bombas lacrimógenas en Puente Alto", marca Molina. "Hace pocos días, en la presentación que tuvo durante los premios La Junta, Pablo Chill-E dijo: 'Voten por ese perkin culeao del Boric, pero nunca por esa mierda culeá del Kast'".
--Te criticaron por poner a Paloma Mami en portada, aunque Sueños de Dalí es un debut más que interesante y no se le prestó atención.
--Que criticaran el libro, y sin siquiera leerlo, porque en la tapa aparecen Paloma Mami y Princesa Alba habla de cómo estábamos como país en cuanto a la aceptación de las mujeres en zonas que han sido históricamente vinculadas a los hombres. Afortunadamente crecí escuchando a Faith Evans, Missy Elliott, M.I.A, Rihanna, Cardi B, por tanto nunca he tenido esa mentalidad nefasta. En la segunda edición del libro se profundiza en este tema: por ejemplo el caso de Cheska Liz, una cantante que cuando comenzó fue discriminada por su aspecto físico, pero luego de pegar un tema y cambiar parte de su apariencia fue buscada por los mismos que la habían molestado y segregado.
--¿Y cómo se percibe el trap argentino desde allá? ¿A quiénes escuchan?
--Existe un hermaneo hace años entre el trap chileno y el argentino. En 2018 aparece el remix de Misiones, de Pablo Chill-E con Duki. Ese mismo año Marlon Breeze con Lara91K graban Twerk. También Easy Kid invitó a Paulo Londra y a Trueno a dos temas suyos. Lo último que escuché, aunque de reggaetón, fue la colaboración entre Taiko y Duki: En movimiento. Acá son muy queridos los cantantes de trap o reggaetón argentinos. Tienen una vibra muy especial. Contagian su alegría. Lo que también impresiona en la escena del free, además del flow, es la alta calidad de los videos de directores como Facundo Ballve, Julián Gonzáles y Agustín Portela.
--¿En qué se distinguen el trap chileno y el argentino?
--La principal diferencia que veo es que en Chile, en un comienzo, sonó el trap más callejero, más maleante, más dogmático; y en Argentina se pegó una versión más cercana al trap latino, más bailable, más de disco. Lo bonito es que ambos países han sabido unirse en torno a esta cultura y de esa manera un montón de jóvenes ha podido surgir desde barrios y villas.
Para muchos artistas de ambos lados, el trap fue una excusa, un punto de partida para construir su carrera, buscar el rumbo. Sus propuestas actuales poco tienen que ver con el género. Así es Duki con su EP de puro reggaeton o por allí Princesa Alba, con uno de los discos más sólidos del año, con pop dosmiloso y perreo chill. Pero, al mismo tiempo, llega YSY A con un disco llamado Trap de verdad y agota un Luna Park en cinco días. "No pienso que fuera una excusa, sí puede ser un punto de partida. Pasa que hacer reggaetón, al ser música bailable, para las discos, les sirvió para pegarse. Porque ninguno de los pegados se pegó con trap", agrega Ignacio Molina.
"Pero ojo: este año, luego de una temporada marcada por la persecución policial, Pablo sacó un trap en que le tira a los pacos y también a la ahora ex subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell." La canción, junto a Ithan NY, se llama Jaguar. "A las autoridades y a los policías no les gusta ver surgir a los jóvenes de barrio, y Jaguar lo expresa a su manera. El video y la letra además manifiestan que las escasas veces que la televisión abierta les da un espacio a estos cantantes es para contar que están involucrados en un hecho policial y no así para destacar sus logros como artistas. Por ese tipo de letras, que se hacen cargo de una situación sociocultural, aunque sea desde una narrativa personal, es posible decir que el trap chileno es el más duro de Latinoamérica."