Ómicron pateó el tablero de la pandemia mundial. El virus, al que mal se le pueden conferir cualidades humanas, por momentos, se asemeja a ese boxeador que, al saberse superior, engaña a su contrincante y cada vez que este confía en que está por revertir la pelea, vuelve a noquearlo. La curva de contagios en Argentina va en franco ascenso: 5.337 (lunes), 9.336 (martes), 11.121 (miércoles), 13.456 (jueves) y 16.279 (viernes). Algo similar sucedió con las camas de terapia intensiva: si al 1° de diciembre, la ocupación era de 632, hoy en día es de 830. En este marco, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, subrayó que el gobierno nacional “no subestima la situación” provocada por el aumento de contagios y descartó que, por el momento, se cierren actividades, debido a que los registros aún no hablan de un sistema sanitario en tensión.
Desde el punto de vista de los especialistas, el escenario es "preocupante". Jorge Geffner, bioquímico e investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida, describe: “En las últimas tres semanas vemos un incremento importantísimo en el número de casos. De hecho, pasamos muy rápido de mil a 16 mil, y la perspectiva, en la medida en que empiece a pesar Ómicron, es mala. En las próximas semanas podremos estar en niveles de 25 o 30 mil casos”, dice. Y continúa con un detalle de la nueva variante: “Si bien no suele asociarse a cursos severos de la enfermedad, en la medida en que el número de casos vaya incrementándose diariamente, vamos a padecer consecuencias sanitarias importantes”.
¿Qué busca plantear el experto? Que, además de las características intrínsecas del virus, hay que seguir de cerca la evolución de un sistema sanitario que podría colapsar de cualquier manera. Rodrigo Quiroga, doctor en Ciencias Químicas y bioinformático del Conicet, lo explicita de este modo: “La preocupación que genera Ómicron es de riesgo colectivo y no individual. Sabemos que si nos infectamos, gracias a las vacunas, el riesgo es mucho más bajo en relación al año pasado. Sin embargo, el temor colectivo se relaciona con que si se propaga lo suficiente podremos tener cifras de internados y fallecidos muy considerable. Hay que evitar por todos los medios el estrés del sistema de salud”.
En el último tiempo, como los números estaban bajos, se generó la ilusión de que la pandemia había culminado. El relajamiento condujo a un presente preocupante y la necesidad de poner en práctica lo aprendido vuelve a estar sobre la mesa. Así lo explica Andrea Gamarnik: “No hay dudas de que Argentina comenzó a enfrentar la tercera ola. Es el producto de la percepción de estos últimos meses: pensamos que la pandemia se estaba acabando y se disminuyeron las medidas de cuidado. No reunirse en lugares cerrados, usar barbijos y mantener la distancia son ejes que hay que volver a respetar”, subraya la jefa del Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir e investigadora superior del Conicet.
¿Doble pandemia?
Hay una hipótesis que, por estos días, deslizan algunos referentes de la comunidad científica: al poseer características distintivas, plantean la posibilidad de que Delta y Ómicron circulen sin desplazarse entre sí. “En base a ciertas características como la contagiosidad, la evasión de la respuesta inmune y los tiempos de incubación podríamos afrontar un tiempo en el que tengamos las dos curvas creciendo al mismo tiempo”, suelta Quiroga. Y luego profundiza su razonamiento: “Podría ser que experimentemos una ola importante con Ómicron, y que Delta no desaparezca del todo y vuelva a subir con el correr de los meses. En este momento, de hecho, tenemos una doble pandemia”.
“Ómicron se instalará en poco tiempo. Aunque Delta continúa siendo mayoritaria, la nueva variante se expande en distintos lugares de forma exponencial”, apunta Gamarnik. En Córdoba, por ejemplo, las infecciones por Delta continúan en ascenso, aunque Ómicron, al transmitirse de manera comunitaria, también hace lo propio. Una situación similar podría observarse durante las próximas semanas en el AMBA y en el resto del país. Geffner, de acuerdo con la postura de ambos, se estaciona en el examen de la experiencia internacional para, con antelación, prever lo que podría ocurrir en tierras rioplatenses.
“El impacto que ocasionaron las nuevas variantes en Europa y en el Hemisferio Norte es realmente impresionante, superando los 100 mil casos diarios en países como Reino Unido o Francia”, comenta. Después las distingue y puntualiza: “Ambas son muy transmisibles, pero Ómicron tiene una particularidad: posee capacidad para evadir la respuesta protectora de las vacunas para prevenir la infección”. La buena noticia es que Argentina dispone de vacunas. Ya recibió más de 100 millones de dosis y aplicó cerca de 75 millones. Dicho excedente le permite avanzar en la inoculación de terceras dosis. Como se sabe desde el comienzo: quienes están inmunizados están mucho mejor protegidos en cuanto a prevención de enfermedad grave y fallecimiento, en relación a quienes no lo están.
Acotar la brecha
“En esta época, hacia fin de año, es indispensable que se aceleren los refuerzos de vacunación. Sobre todo, que se enfatice en la inoculación pediátrica y de gente joven”, destaca Gamarnik. Y el adjetivo que utiliza no es azaroso: indispensable es indispensable. “Con la vacunación venimos bien. Tenemos el 70 por ciento de la población con esquema completo y aproximadamente un 12 por ciento con esquema incompleto. Necesitamos que unas seis millones de personas accedan a sus dosis y, para ello, necesitamos hacer una gran campaña y llegar a todos los puntos del país con este objetivo. Al mismo tiempo, se requerirán cambios en relación a Ómicron”, propone Geffner. Con “cambios”, el inmunólogo sugiere acotar la brecha entre la aplicación de las dosis. Si se recomendaba un lapso de cinco o seis meses entre cada aplicación, hoy ese lapso debería recortarse a 90 días.
El pasaporte sanitario, que entrará en vigencia a partir del 1° de enero, podría ser clave para fomentar que quienes no accedieron a sus vacunas finalmente puedan hacerlo. En este sentido, desde el Ministerio de Salud, se proponen multiplicar las ventanas de acceso a las inyecciones. La Provincia de Buenos Aires, por ejemplo, dispone de vacunatorios móviles para alcanzar a aquellas personas del territorio bonaerense a las que se les dificulta el acceso a los lugares en que fueron citados.
Enero para frenar la inercia
“El virus no nos busca, nosotros salimos en busca del virus”, señalaba el médico infectólogo y director de la Fundación Huésped, Pedro Cahn, a inicios de 2020. Esa metáfora continúa vigente y, por su poder explicativo, es útil para comprender a la pandemia como un fenómeno social. Entre otras cosas, indica que para frenar la propagación, hay que limitar la circulación de personas; y que, en efecto, para que las cosas cambien y comience a revertirse una pendiente de ascenso vertiginoso, será fundamental modificar el cuadro de flexibilizaciones y restricciones.
Ante la consulta de Página/12, Geffner enumera una serie de cambios que podrían realizarse: “No puede haber canchas de fútbol con 70 mil personas, recitales con decenas de miles ni boliches con cinco o tres mil individuos. Si no se toman ahora estas medidas, podrían ser más severas después, cuando el sistema de salud marche, una vez más, hacia el colapso”. Las acciones de limitar los encuentros masivos también podrían complementarse con acciones de comunicación efectiva. La socióloga del Conicet Sol Minoldo, desde hace meses, insiste con una estrategia comunicacional que se concentre en estimular el retorno de los cuidados. A dos años de iniciada la pandemia, muchas personas no saben cómo proceder cuando tienen síntomas, o bien, identificar con claridad cuándo son contactos estrechos.
Tras las fiestas y con un escenario por demás preocupante, puede que el miedo comience a actuar. La “inmunidad del susto”, como alguna vez sugirió el investigador del Conicet Roberto Etchenique, podría reactivarse otra vez. Quiroga se sincera: “Veo difícil que se apliquen restricciones por el ánimo social y por el costo económico y político que implica”. Sin embargo, relata: “La conducta social ya está cambiando. Estoy viendo que se retoman algunos cuidados y eso va a impactar en la curva. Se va a empezar a frenar esta velocidad increíble de aumentos. De hecho, enero debería ayudar porque durante ese mes bajan mucho los encuentros sociales”.
--¿Cuándo podrían comenzar a bajar?
--Es imposible responder a esa pregunta sin equivocarse. No sé, nadie lo sabe.