Yo me limité a sacar el arbolito de la caja y colgar, en cada una de las ramas que se bifurcan, numerosos objetos dorados, rojos, plateados, verdes, azules, casi todos con brillantina. Quien lo mire considerará que es un caos, un poner por poner, un conjunto de elementos graciosos y elementos estereotipados, pero no es así: lleva un orden estético-lógico-cultural que voy perfeccionando año tras año.

En el sótano, Lirio John, Rosa Babel y Lirio John de detrás del armario están desarrollando el algoritmo-árbol-de-Navidad. Uno, a simple vista podría ver un pino, pero en sus movimientos conceptuales, dice Rosa Babel (que todavía guarda reposo), es un tetraedro que consta de las siguientes partes:

Cuatro vértices que son las puntas del tetraedro. Los vértices giran sobre sí mismos libremente, pero con la impronta de la cultura judeocristiana, no intercambian su posición con ninguna otra pieza. Siempre están ahí, en las esquinas papales. De los vértices también salen ramitas símiles a los pinos del Polo Norte cubiertas de hojas en forma de agujas que, si fueran verdaderas, crecerían en fascículos colocados en espiral o bien protegidas por brácteas, pero como es un arbolito algorítmico comprado en el bazar de los chinos, las hojitas nacen de hilos de PVC que se pegan de a dos o tres, cortándolas en tiras rectangulares largas que luego se fijan a las ramas.

El centro está compuesto por cuatro piezas situadas inmediatamente debajo de cada uno de los vértices. Pueden rotar, pero no pueden intercambiar sus posiciones con otras piezas. Tienen más y más ramitas de PVC que la tecnología china ha perfeccionado y cuando el tetraedro de la Navidad es nuevo o hasta después de usarlo por espacio de tres o cuatro navidades, parece real. Vale lo que cuesta. Cada una de estas piezas, junto con su vértice, forma lo que Rosa Babel llama un bloque.

Si se observa una cara de la pirámide-arbolito, se verá que tiene tres de estos bloques: el superior (correspondiente al vértice que mira arriba), el izquierdo y el derecho. Estos tres bloques comparten aristas y ramitas, cosa que se puedan llenar de bolas doradas, angelitos plateados, pequeñas estrellas federales que solo por ser el mes de diciembre dejan de ser la flor de los ejércitos de Juan Manuel de Rosas, cuyos soldados llevaban un pañuelo rojo punzó en el cuello y, en sus banderas, la estrella federal de ocho puntas como símbolo de unidad entre las provincias. A los chinos, que las fabrican en serie, ni se les pasa por la cabeza que Juan Manuel de Rosas también la usó cuando combatió a ingleses y franceses que intentaban dominarnos, en la Batalla de la Vuelta de Obligado. Igualmente, sin que nadie lo ande pensando, en Navidad, cuando colgamos una estrella federal metalizada en las ramitas, ponemos un poquito del Chacho Peñaloza, otro poquito de Felipe Varela y claro, algo del Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires.

Aristas, dice Rosa Babel, para que Lirio John no se distraiga. Tiene seis aristas. Las demás piezas están situadas en el centro de cada lado con dos ramitas más, cada una, a su vez se bifurca, o sea, veinticuatro posibilidades de distribuir algorítmicamente seis estrellas federales, seis bolas doradas, seis campanillas y seis angelitos plateados, y todos ellos sí pueden intercambiar posiciones en el pino pensado por Rosa Babel y decorado por los dos Lirio John.

Supongamos que retiramos cada una de las piezas del árbol de Navidad del sótano. Seguramente al unirlo por nuestra cuenta nos quedaría un cachivache. Pero Rosa Babel ideó un método:

Lo primero que debemos hacer es conseguir que las puntas del árbol de Navidad coincidan, en las bolas doradas, con las campanillas que tienen a su lado. Así lo hice Lirio John, sin perderse un paso.

Luego que consigue juntar todas las puntas con sus colores, orienta las estrellas federales hacia una misma cara, de tal forma que, en cada cara, tiene las tres puntas con sus respectivos adornos. Después va completando las diferentes caras de la pirámide-arbolito mediante la intuición pero llega el momento en que necesita un algoritmo para permutar notas musicales por bolas doradas, bolas doradas por estrellas federales, estrellas federales por campanillas, campanillas por angelitos plateados. Al realizar el algoritmo deja la cara-ramita completa hacia abajo, sin verla, pues ya sabe que está completa.

A partir de aquí, dice Rosa Babel, puede pasar que todas las bolas doradas estén en su sitio. O que puedan cambiarse entre ellas en sentido horario. O en sentido anti horario. Porque la Navidad en general se rebela a los algoritmos. Lirio John de detrás del armario, a todo esto se limita a encender las velas que me regaló Eduardo porque piensa que ese arbolito no va a estar listo para la Nochebuena. Pero Rosa Babel no se mueve un milímetro de su método y le dice a Lirio John, desde el sillón roto que ya no se llama así, que si se enfrenta a la primera situación, simplemente salte al siguiente paso, pero si se encuentra con la segunda o tercera situación, debe aplicar el siguiente algoritmo, teniendo en cuanta que las piezas que vaya a intercambiar de posición son estrellas federales, campanillas y bolas doradas, por eso debe ejecutar el siguiente algoritmo:

R´ U´ R U´ R´ U´ R (jo ho jo ho)

Rosa Babel es tan precisa que no hace falta realizar el algoritmo más de una o dos veces hasta que, finalmente, con todas las ramitas adornadas, pasamos a poner, entre los cuatro una forma simbólica de estrella en la punta. Nos abrazamos y decimos lo que muchos dicen y dirán en estos casos, Feliz Navidad. Sonreímos y otra vez, Feliz Navidad, Feliz Navidad, Feliz Navidad…

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