Se trata de un retrato admirado, pleno de cariño. El documental Ilse Fuskova, que dirigen Liliana Furió y Lucas Santa Ana, hace dialogar algunas de las muchas aristas en la historia de vida de la extraordinaria activista del feminismo y lesbianismo en Argentina. Azafata, periodista –sus primeros pasos en la revista Chicas, de Divito–, fotógrafa, declarada públicamente feminista ¡en 1978! y lesbiana ¡en los almuerzos de Mirtha Legrand!, creadora –junto con Adriana Carrasco– de los Cuadernos de existencia lesbiana (primera publicación lésbica argentina editada desde el feminismo), autora –con Claudina Marek– del libro Amor de mujeres (1994). Ilse Fuskova es magnífica, el cine debía abordar su historia. Y El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120) ofrece una próxima función el jueves a las 22.30.
A la par de entrevistas a Adriana Carrasco, Diana Maffía, Mabel Bellucci, María Laura Rosa, Elsi San Martín, Mariela Silverstein, Susana Blaustein Muñoz, Amanda Alma, Marcelo Ferreyra y Keno Feldhaus; la película de Furió y Santa Ana exhuma material de archivo al que articula con la radiante actualidad de su protagonista: Fuskova tiene hoy 92 años y continúa en su luminosa lucha por la conquista de derechos.
“Reivindico el reconocimiento, el cariño, el marcar el camino por parte de muchas y muchos que nos preceden. En lo personal, no hubiese podido pararme tan pronto, con tanta convicción, de no haber encontrado el libro de Ilse y sus charlas con Claudina; y en un momento donde estaba saliendo del clóset y después de haber estado muchos años casada, motivo por el cual también tengo una identificación con su historia. Le tengo un enorme cariño y agradecimiento a Ilse”, explica Liliana Furió a Rosario/12. El cine de Furió y el de Lucas Santa Ana se encuentra vinculado a las luchas por los derechos de la comunidad LGTB; en el caso de la primera con su anterior Tango Queerido (2016), película dedicada al movimiento internacional de tango queer; mientras que Santa Ana dirigió El puto inolvidable, la historia de Carlos Jáuregui (2016), documental que junto al dedicado a Fuskova conforma un díptico tan indudable como necesario.
-¿De qué manera aparece la decisión de documentar la historia de Fuskova?
-Fue muy simple, así como es ella: simple y directa. Yo tengo un poco de eso también, aunque estoy muy lejos de su enorme lucha y talento. Sucedió al encontrármela en una muestra de sus obras de arte, de sus fotos, en un homenaje que le hacían en (el Centro Cultural) Tierra Violeta. Cuando fui a abrazarla y agradecerle, le pregunté: ¿cuándo podremos ver un material documental tuyo? Y me dice que no, que no hay nada. ¡Lo tenemos que hacer ya!, le dije, y aceptó de inmediato. Ahí mismo nos embarcamos. La anécdota la cuento siempre porque fue así. Yo me encontré con este honor, el de haber podido llevar a término un relato sobre la vida de una mujer imprescindible, una de las tantas mujeres imprescindibles cuyas vidas nos faltan contar.
-Allí la importancia del cine, había que acercarse a su historia de vida para acercarla a las y los demás.
-Con Lucas Santa Ana entendemos que lo colectivo siempre enriquece, que la diversidad es necesaria, y es eso lo que queda plasmado en nuestros trabajos, ese afán de por lo menos predicar un poco con el ejemplo. Siempre estamos hablando de la importancia de la diversidad y lo comunitario, y en ese sentido el cine es una muestra gigante, y me refiero a los logros de nuestro cine independiente. Tal vez me vaya un poco de tema, pero la estamos peleando, no estamos en la más bella de las situaciones a nivel nacional en cuanto al cine independiente. La luchamos a brazo partido, y lo que estamos padeciendo nos deja realmente atónitos. Pero nos llena el pecho de orgullo y alegría saber que tenemos que acompañar a las películas, más aún los documentalistas. Mi otro documental, Tango Queerido, todavía está dando vueltas por ahí y tengo el placer de presentarlo donde me lo piden. Además, las películas han sido fundamentales en las luchas que hemos llevado adelante por los derechos humanos, por los derechos de las minorías y la diversidad. El cine es una herramienta, y diría también un arma cargada de sentido, que tenemos que seguir bancando y es fundamental.
-¿Cómo accediste al material de archivo?
-El proceso fue complejo y trabajoso, nos agarró la pandemia y los archivos estaban cerrados. Ilse también donó muchas cosas. Por otro lado, ya sabemos que archivísticamente hay una deuda enorme y que atañe al cine. Pero fue maravilloso el aporte de Marcelo Ferreyra, que tiene un archivo envidiable y fue fundamental. Por su parte, Lucas tenía mucho material reunido a partir de su anterior documental, dedicado a Carlos Jáuregui. También María Laura Rosa, la diseñadora de arte, hizo su aporte. Y a Ilse le fui encontrando muchísimas cajas, arcones, verdaderas cajas de Pandora de donde salían un montón de cosas. La más valiosa fue una gigante, con unos 50 VHS sin digitalizar; de allí hicimos una selección que es lo que se ve en el documental.
-Es imposible no reparar en la irrupción mediática que hace Fuskova, con tanta claridad como para saber cómo desempeñarse en la pantalla televisiva ¡de Mirtha Legrand!
-¡Y con qué parsimonia, con qué lenguaje amoroso! Supo cómo llegar tanto a una señora paqueta de Barrio Norte como a la señora de barrio. Esa magia que tiene Ilse, ese carisma, es algo que ayudó mucho, y eso está bien claro en la película. ¡Las perlitas con Moria no se pueden creer!
-Por otra parte, pienso en los vínculos familiares y políticos, como la relación de Ilse con su nieto, vinculado con la protección del medio ambiente.
-Hay una amistad enorme con su nieto, es una posta generacional. Un montón de pibas y pibes hoy van a poder conocer a Ilse, porque hay muchísima gente de las nuevas generaciones que no saben quién es; ese nieto la tiene como referente y sigue adelante con otras luchas, tan necesarias como el cambio climático y ecológico, consecuencias de la devastación que genera el capitalismo salvaje.