El deporte argentino, en su despedida de este 2021, en esa reflexiva mirada hacia atrás, habrá de recordar con una sonrisa varias de las aventuras y los logros que celebró gracias al trabajo en equipo. Y es que sí algo quedará como huella de este año deportivo que se va, el segundo de estos tiempos pandémicos, será la alegría que entregaron, desde distintos lugares del mundo, las Selecciones argentinas, con actuaciones históricas. La Copa América en Brasil, las medallas de plata de las Leonas, de los Murciélagos y del futsal, el bronce del voley y de los Pumas 7s, que se quedaron con aquella primera presea albiceleste en Tokio, invitan a repasar momentos que se valieron de la labor colectiva para alcanzar la gloria deportiva.
Todo empezó con la Scaloneta
La Copa América, aquella que se mudó desde Colombia y Argentina rumbo a Brasil en unos tiempos especialmente difíciles de la pandemia en la región, quizás puede pensarse como un preámbulo de las varias alegrías que habrían de llegar después, en clave grupal, para el universo deportivo nacional. Posiblemente uno de los años más movilizantes en la vida de Lionel Messi -el de su salida del Barcelona, club al que llegó con 12 años-, encontró al crack rosarino envuelto en un equipo del que se sentía uno más y bien a gusto, o al menos eso parecía en cada uno de los desafíos que la Selección masculina de fútbol afrontó este año.
Las escenas en las que la Scaloneta -ese nombre con el que el país entero se adueñó de su seleccionado- se inmiscuyó en los días argentinos seguramente estarán entre las horas más felices del año de varias y varios. Sería imposible que Messi no destacara en cualquier equipo, y así también lo hizo en la Selección, pero los dirigidos por Lionel Scaloni fueron construyéndose como un sólido grupo deportivo, de fútbol solidario y hermanado, y la final con sonrisa en el Maracaná fue quizás su muestra más clara. También es prueba de ello la referencia constante del capitán a sus compañeros y al cuerpo técnico nacional cada vez que le han preguntado sus sensaciones de campeón de América, ya sea recibiendo el Premio Olimpia o conquistando su séptimo balón de oro. Las atajadas de Emiliano “Dibu” Martínez, la consolidación de Cristian Romero, el despliegue de Rodrigo De Paul, la dulce revancha futbolística de Angelito Di María y el fútbol lírico de Messi -en un torneo que se dio el gusto de disfrutar una de sus mejores versiones- son el mapa colectivo que llevó a la Selección a romper el maleficio de los 28 años sin títulos.
El Seven inauguró la alegría olímpica
Pero la magia no solo llegó desde tierras sudamericanas. Los Juegos Olímpicos también la aportaron, quizás como nunca antes. Tokio llegó como hechizado, conservando su nombre pero postergado en el tiempo y extraño en el vacío de público, desfasado. La máxima cita del deporte, en su particular versión de este año, vio brillar especialmente a tres seleccionados argentinos: casi un guiño de la valía del espíritu de equipo en estos tiempos, las tres medallas albicelestes fueron fruto de la labor colectiva.
Los Pumas 7s entregaron un bronce que brillaba tanto más por los distintos significados que poseía. La del equipo conducido por Santiago Gómez Cora fue, para empezar, la primera medalla de la delegación nacional en Tokio, aquella que inauguró el pasillito de honor improvisado con el que el resto de las y los deportistas albicelestes recibían a quienes acababan de mandar una alegría para la Argentina.
"Estábamos como colados en esta gala". Así lo definió su propio head coach, con la verdad particular que dan las estadísticas: los Pumas 7s, novenos del ránking mundial, debieron enfrentar a los cuatro mejores de esa misma clasificación en Tokio. Y, si querían entrar en zona de medallas, hasta debían ser mejores que ellos. El registro final dirá que Argentina fue mejor que dos -eliminó a Sudáfrica en cuartos y venció a Gran Bretaña en el partido por el bronce-, pero también estuvo cerca de imponerse sobre Fiji, la mayor potencia de la especialidad. Aquel histórico triunfo para meterse en semifinales fue la marca del equipo en Japón: un grupo con individualidades notables -Marcos Moneta, una de las figuras argentinas, cerró el año reconocido en los World Rugby Awards como el mejor jugador del mundo- pero aún con más potencia colectiva, capaz de jugar un partido casi entero ante los sudafricanos con un hombre menos, y hasta de terminarlo con solo cinco jugadores, sin que se desvanezca la ilusión de quedarse con una victoria épica.
El lenguaje se entrelazó con ese latir colectivo que parió en Tokio el primer metal argentino. Rodrigo Isgro intentó ponerle sentido a esa medalla que le colgaba del pecho: "Formamos una familia". El capitán Santiago Álvarez fue otro de los que encontró lindas palabras: "Lo vengo diciendo hace mucho, nosotros no jugamos para ganar, ni para 'matar' al rival. Jugamos por el de al lado, por los que no están".
Leonas, médanos y gloria
Cualquiera que observara una línea del tiempo en la historia de Las Leonas podría pensar que no se vieron afectadas por la pandemia. Que lo suyo no fue más que la continuidad casi imperturbable de un sólido trabajo que pareciera florecer automáticamente luego de tanta siembra. La desmentida llega con la emoción desconsolada de Belén Succi, a quien le costó su buen rato despegarse las manos del rostro y salir del arco luego de la derrota ante Países Bajos por la final olímpica. Sus lágrimas son prueba de aquello que la exigente cita en Tokio significó también para las argentinas, aun cuando ya son consolidado emblema de calidad nacional. La histórica arquera del seleccionado ya estaba compuesta cuando le habló directamente a su hijo Bautista, ese niño que le había pedido que no viajara a los Juegos y que ahora veía en la pantalla a su mamá con una enorme sonrisa en la cara: "Hijo, mamá ya vuelve, con la medalla que te prometió, del esfuerzo, de la entrega, del sacrificio que hicimos durante un año y medio juntos. Cuando llegue vamos a tener que esperar para vernos, pero cada vez falta menos para disfrutar de esto juntos".
"Son medallistas olímpicas. Los mil médanos. Los mil entrenamientos. Los mil esfuerzos. ¡Qué lindo! ¡A disfrutarlo!", celebró Carlos "Chapa" Retegui a sus dirigidas apenas concluida la victoria ante India que les dio el pase a la final. El DT, que llegaba a su tercera definición olímpica, les recordaba aquella exigente preparación que las Leonas encararon en Pinamar, en los tiempos de la cuarentena estricta para evitar el avance del coronavirus, cuando subían y bajaban médanos soñando con la gloria de los cinco anillos. En un año de brillo con signo colectivo, las Leonas fueron su metáfora mayor: se convirtieron en el equipo argentino con más podios -cinco, uno más que el fútbol masculino- de la historia olímpica nacional.
Puntos que cambian la historia
Así como el fútbol pudo dejar atrás la nostalgia y reencontrarse con su paraíso, también el vóley argentino volvió a escribir otra de sus páginas doradas. Bajo la conducción de Marcelo Méndez, la Selección masculina avanzó en Tokio persiguiendo sus sueños y enfrentándose a la realidad de un dificilísimo grupo y de rivales de primera talla mundial. Facundo Conte dijo que habían logrado "cambiar el curso de la historia" cuando Argentina venció a Estados Unidos para meterse en los cuartos de final. El equipo superó también a Francia -por fase de grupos le ganó 3-2 al que sería el campeón en Japón-, a la poderosa Italia y al gigante Brasil, protagonista hasta esta edición de las últimas cuatro finales olímpicas, en la mitad de las cuales se consagró.
Cuando esa épica travesía desembocó en el pase de la Selección a su semifinal, el central argentino Sebastián Solé recurrió al humor para ilustrar el trabajo fino detrás de un equipo que combinó esfuerzo, exclusividad y (mucho) tiempo para brillar en el torneo más importante. "Hace tres meses que estamos juntos -recordó-. Cuando nos vemos afuera, nos queremos cagar a trompadas. No seremos el grupo perfecto, pero cada jugador está aportando lo suyo y logramos algo que venimos buscando hace 10 años: estar unidos en la cancha". Tokio conoció esa amalgama colectiva de la generación que, después de 33 años, volvió a pisar la gloria deportiva más anhelada, el podio olímpico, para colgarse su segunda medalla tras los recordados Juegos de Seúl ‘88.
Goles que se hacen en equipo
Maximiliano Espinillo llegó a su casa en Santa Fe para reencontrarse con su familia, para mostrarles la medalla plateada que le habían colgado en el pecho, y ya eran varios los vecinos del barrio que se habían congregado en la vereda de su casa, entre distancias, barbijos y banderitas albicelestes para celebrarlo de regreso. La pandemia obligó al que llevaría la 15 de la Selección argentina de fútbol para no videntes a confinar parte de su preparación paralímpica a una habitación de su casa, hasta que descubrió cerca de su hogar un playón que lo invitaba a practicar con algo más de espacio y libertad. Aquel gol que le hizo a Marruecos en el debut -una jugada por la cual las redes de los Juegos lo compararon con Leo Messi- no solo hizo que aquellos vecinos reconocieran a aquel que practicaba por las calles del barrio sino que también demostró, una vez más, que la clausura pandémica no podría contra Espinillo. Que siempre había tenido todo el fútbol en su cuerpo y en su cabeza.
Esos Murciélagos, que volvieron al país con la presea plateada tras caer ante Brasil en la final por 1-0, también saben del plusvalor de lo colectivo. Lo sabe el propio Espinillo, goleador argentino en los Juegos y abanderado de la delegación en la ceremonia de clausura, cuando dice qué significa cada uno de los siete goles que marcó y le permitieron al equipo llegar hasta el último día. "Significa concretar no solo mi esfuerzo, sino también el de mis compañeros, los defensores que hacen un quite y los volantes que me dan un pase. Hay mucho sacrificio", definió en una entrevista con este diario el jugador cordobés, cuyos gritos fueron claves para que los Murciélagos se cuelguen la plata tal como habían logrado en Atenas 2004.
El “corazón enorme” del futsal
En sus últimos días, el 2021 se fue despidiendo con alegrías doradas también en las categorías formativas argentinas: los Leoncitos salieron campeones en el Mundial Junior y la Selección femenina de handball conquistó el oro en los Juegos Panamericanos Juniors de Cali, dos de las consagraciones que llegaron justo para el brindis. A nivel de Mayores, fue el futsal el que entregó los últimos instantes de aceleradas pulsaciones albicelestes, cuando el seleccionado masculino fue en busca de su bicampeonato mundial en Lituania. Leo Messi, desde París, fue uno de los que siguió de cerca el andar del equipo conducido por Matías Lucuix, en un simbólico abrazo deportivo que cerró perfectamente el año desde la primera a (la que sería) la última consagración en clave colectiva argentina.
La Selección masculina de futsal, que se había coronado en Colombia 2016 logrando un título histórico, no pudo en la final ante Portugal. Había avanzado desde su zona con puntaje ideal y, ya en fase eliminatoria, goleó a Paraguay y dejó atrás a Rusia en una sufrida definición por penales, antes de eliminar ni más ni menos que al gigante Brasil, máximo ganador del torneo con cinco trofeos. Si el equipo fue acaparando miradas a medida que se adentraba en las aguas profundas del Mundial, el clásico sudamericano ante la Canarinha quedó como la postal favorita de un torneo inolvidable. "Nos tiramos de cabeza a cada pelota y había otro atrás si uno se equivocaba", contó Maximiliano Rescia luego del histórico triunfo. El entrenador los definió dejando de lado la razón: "Estos muchachos tienen un corazón enorme".
"Somos un equipo de pandemia"
Las palabras todavía calentitas de aquella emotiva jornada del futsal se abrazan con las de Succi, que con su medalla también plateada recién colgada al cuello aportó un concepto que sirve de hilo conductor para este repaso de los equipos argentinos que alegraron el 2021. Delante de las cámaras de TyC Sports, la arquera leona dijo: "Somos un equipo de pandemia".
Y supo explicarlo en ese mismo instante consagratorio con toda su experiencia a cuestas, esa que le da ser campeona del mundo y de la Liga Mundial, doble medallista olímpica y seis veces oro en el Champions Trophy: "Estoy súper orgullosa del equipo: haber vivido un Juego Olímpico en pandemia fue agotador. Estar todos los días teniendo miedo de contagiarte y contagiar, teniéndole miedo a todo, haciéndote tests todo el tiempo… Es un estrés psicológico muy alto, pero creo que lo vale. El equipo se fortaleció muchísimo. Hay algo que digo siempre: nosotros jugamos como somos. Y Argentina siempre tiene ese plus de corazón, pasión y entrega que no tienen los demás equipos. Ahí es donde sacamos diferencia".