Epoca de invasiones de cancha, vueltas olímpicas en calzoncillos y tan sólo cinco suplentes en los bancos. Un día como hoy, 27 de diciembre, pero de hace 20 años, Racing gritaba "campeón" en el Torneo Apertura 2001, poniéndole fin a una maldición de 35 temporadas sin festejar en el plano local (ver recuadro), dado que en el internacional supo quedarse con la Supercopa de 1988.
"Ahora me enojé, vamos a salir campeones", había vaticinado Mostaza Merlo dos fechas antes del final, tras un detonante empate 0-0 ante Banfield en cancha de Huracán donde le fue anulado un gol lícito y otro polémico (ambos de Chanchi Estévez), permitiendo que su perseguidor River se le ponga a tres puntos. El emblemático "paso por paso" llegaba a su fin.
Con lo que no contaba el DT de rubia cabellera es que tendría que esperar casi 20 días para cumplir su predicción. A la fecha siguiente, Chatruc y Maceratesi le dieron el 2-0 sobre Lanús para llegar a la definición dependiendo de sí mismos pero, algunos días después, fue turno del estallido social.
Tras el triunfo del domingo en Avellaneda, a mitad de semana llegaron los cacerolazos, el Estado de sitio y el "que se vayan todos". La renuncia de Cavallo anticipó la huida aérea de De La Rúa, dejando 38 muertos por la represión en aquellos álgidos 19 y 20 de diciembre. Y en medio de todo esto, Racing, su ilusión y el fútbol, la más importante de las cosas menos importantes -en palabras de Jorge Valdano, según cuenta el mito-, se sumergieron en la incertidumbre.
Todo apuntaba a que la última fecha del torneo se disputaría en febrero del año próximo, tal como se lo había solicitado Futbolistas Agremiados a la AFA. Una idea un tanto extraña, pero qué no lo era por esos días en la Argentina. Rápidos de reflejos, los dirigentes de Racing -por entonces gerenciado- empezaron a realizar llamados y el sábado 22 se llevó a cabo una reunión en Casa Rosada entre Ramón Puerta (presidente previsional del país), Miguel Angel Toma (ministro del Interior interino), Julio Grondona (presidente de la AFA) y Fernando Martín (gerenciador académico) y se resolvió jugar los partidos definitorios el jueves siguiente, a pesar de las quejas de River, y dejar el resto de la fecha para 2002. A las horas, Adolfo Rodríguez Saá ya asumiría la presidencia.
Así las cosas, aquel jueves 27 a las 17 Racing visitó al Vélez de Edgardo Bauza, que penaba por debajo de la mitad de tabla. La Academia formó con Campagnuolo; Vitali, Maciel, Loeschbor, Ubeda, Bedoya; Bastía, Chatruc, Barros Schelotto; Estévez y Maceratesi. En el banco, desde hacía ya una fecha, esperaba su chance nada menos que Diego Alberto Milito, quien por entonces era dueño de un regate inmarcable pero sufría mucho -toda una ironía con el paso del tiempo- para hacer goles, algo que a su reemplazante, el Rafa Maceratesi, se le venía dando casi por arte de magia, con rebotes, desvíos y otras yerbas.
En simultáneo, River recibía a Rosario Central. El equipo de Ramón Díaz repleto de estrellas (Ortega, Cambiasso, D'Alessandro y un afiladísimo Cardetti, quien terminó el torneo con 17 goles en 19 fechas) había perdido su chance mano a mano con Racing en la fecha 16 (empate 1-1 en Avellaneda con "el gol del campeonato" de Bedoya), un día después de que se decretara el Corralito.
Como River abrió la cuenta a los dos minutos ante los rosarinos (la historia terminaría 6-1), en Liniers se sabía que Racing debía al menos sumar un punto para coronarse campeón y evitar el partido desempate programado para el domingo 30 (jornada en la que Rodríguez Saá terminaría renunciando), en caso de que académicos y millonarios terminen igualados en la cima de las posiciones.
Esta historia también se advertía en el Cilindro de Avellaneda, donde decenas de miles de hinchas que no pudieron conseguir entrada para ir al Amalfitani se juntaron a seguir el partido en pantalla gigante, dando letra para canciones futuras al llenar "dos canchas un mismo día".
En Liniers, para estar en sintonía con la realidad nacional, hubo drama. Primer tiempo sin goles y casi que sin situaciones, con un Vélez dominador pero poco concretador. Cada tanto, el por entonces inspiradísimo Estévez encontraba espacios, como en el inicio de la segunda parte, cuando dejó atrás a varios rivales y recibió una infracción luego de habilitar a su partener digno de dúo dinámico, Chatruc. El zurdo Bedoya ejecutó el tiro libre desde la derecha y Loeschbor, aquel lungo central de goles importantes, apareció por el fondo y la puso de palomita por entre las piernas del Gato Sessa, tras partir en posición adelantada.
La historia parecía resuelta, más con los baluartes defensivos de ese Racing: desde las atajadas imposibles de Campagnuolo, a la solidez de Panchito Maciel como líbero hasta las incansables corridas de Bastía en le medio. Pero a los 78, Vitali se mandó un macanón y le bajó un centro con el pecho al recién ingresado delantero de apellido curioso, Chirumbolo, quien puso el 1-1. Lo que siguió fue pura tensión. Incluso Sessa, exRacing, se mandó al área académica para intentar embocar al equipo de Mostaza en la última jugada del partido, previo al pitido salvador de Brazenas.
"Cada año que pasa se me viene a la mente lo hermoso que fue salir campeón con Racing después de tanto tiempo, por el festejo de la gente, por Racing mismo, por los jugadores y por todo lo que sentí a nivel personal como entrenador. Al final del partido sentí mucha alegría, terminé estresado, compartimos la cena con los muchachos y hasta el día de hoy recibo el cariño constante de los hinchas de Racing. Les voy a estar eternamente agradecido por el cariño que recibo día a día", recordó Merlo en diálogo con Télam sobre la gesta.
"Todo milagro es posible", tituló Página/12 aquel viernes posterior en su tapa. "Si Racing consiguió salir campeón después de 35 años y atravesando todos los círculos del infierno, hasta las utopías más audaces, como que la Argentina salga alguna vez de esta crisis, parecen ahora menos disparatadas", acompañó el texto. Casi una profecía de lo que vendría en los años siguientes.
La anterior, con José
La última vuelta olímpica de la Academia por campeonatos locales había sido nada menos que con el "Equipo de José", hacía 35 años, un mes y 7 días exactos. Aquel elenco comandado por Pizzuti, que al año conquistaría América y el mundo, firmó una campaña excepcional en el Campeonato de 1966, con una marca de 24 triunfos, 13 empates y apenas una derrota en 38 partidos jugados. En épocas de dos puntos por victoria, se coronó en la fecha 36 y terminó cinco unidades por encima del River de Amadeo Carrizo, Oscar Más y Ermindo Onega y 13 por arriba del tercero, el Boca de Antonio Roma, Silvio Marzolini y Antonio Rattín. En aquella escuadra memorable, ya despuntaban la mayoría de quienes luego le otorgarían a la Argentina su primera Copa Intercontinental.
En el arco, estuvo Luis Angel Carrizo mientras que el por entonces veinteañero y futuro ídolo Agustín Mario Cejas atajó apenas seis encuentros. En defensa, Roberto Perfumo (2 goles), Alfio Basile (9), Oscar Martín, Rubén "Panadero" Díaz (6) y Nelson Chabay (1). En el medio, Juan Carlos Rulli (5), Humberto Maschio (4), Miguel Angel Mori (3), Rodolfo VIcente y Rodolfo Vilanoba. Y en ataque, Juan "Chango" Cárdenas (7), Jaime Martinoli (18), Juan José Rodríguez (16), Néstor Rambert, Fernando Parenti y Osvaldo Canadel.