El presidente de la AFA, Claudio "Chiqui" Tapia está a punto de reunir la suma del poder del fútbol. Si prosperase la embestida para quitarle a Marcelo Tinelli, la titularidad de la Liga Profesional y colocar allí a un dirigente cercano, Tapia pasará a controlar todos los recursos institucionales y deportivos del fútbol argentino. La Selección, el Ascenso y ahora los torneos de la máxima categoría estarán políticamente alineados con él en una construcción de poder que resultaba impensada a principios de este año. Cuando el Gobierno Nacional quería desplazarlo del cargo y muchos de los que ahora lo rodean y alaban trataban de no aparecer en ninguna foto pegados a él.
Aunque sus voceros se apuraron en aclarar que fue el primer sorprendido cuando en el asado de fin de año en Ezeiza, el presidente de Argentinos Juniors, Cristian Malaspina, y el vice de Lanús, Hernán Arboleya, blanquearon la decisión compartida con 15 clubes de derrocar a Tinelli y ocupar la Liga Profesional, el silencio de Tapia es un aval concreto a la movida destituyente. Si hubiera querido, un comunicado, un par de posteos en las redes sociales o algunas entrevistas en los medios afines habrían sido suficientes para deshabilitar el operativo. Pero Tapia calla y deja hacer. En verdad, nunca se sintió cómodo con la presencia de Tinelli en la Liga y el manejo del presupuesto y de los contratos televisivos de Primera División a través de dirigentes que le responden, resulta una tentación irresistible para un hombre con hambre de poder como es él.
Los números, por ahora, le dan vía libre a la maniobra: 15 de los 28 clubes de Primera acusan a Tinelli de no tener tiempo ni ganas de ocupar la presidencia de la Liga. Pero de los cinco grandes, sólo Independiente acompaña a los rebeldes. River, Boca, Racing y desde luego, San Lorenzo (el club que presidía Tinelli hasta que pidió licencia) se mantienen al margen y no es un dato menor: los cuatro clubes ostentan vicepresidencias de la AFA y ninguna movida tendrá solidez sin su apoyo explícito. Un enfrentamiento de grandes contra chicos es un escenario que rápidamente Tapia debería desalentar o evitar. Lo que menos necesita el fútbol argentino es desatar una crisis política justo en el año del Mundial de Qatar.
La movida liderada por el presidente de Argentinos Juniors transparenta también, el habitual oportunismo de los dirigentes de fútbol. Y reconoce además, la creciente fortaleza política que Tapia supo acumular luego de que la Selección ganara la Copa América de Brasil. Si no se lo percibiera en su mejor momento desde que llegó a la AFA en 2017, nadie querría estar cerca de él. Como Tapia convirtió a la Selección en un bien propio, soportó la presión del Gobierno Nacional y encima, consiguió que su club, Barracas Central, subiera a Primera, los mismos que antes le daban vuelta la cara, ahora corren a su encuentro. Ofrendándole la Liga Profesional como muestra de lealtad y subordinación.