En 1559, el cardenal Antoine Perrenot de Granvelle, representante del rey Felipe II, describió a los Países Bajos como “demasiado prósperos”, afirmó que sus habitantes “eran incapaces de resistir al lujo y se daban a cualquier vicio, excediendo los propios límites”. Acusó a los nobles “de vivir más allá de lo que sus medios les permitían, pidiendo plata prestada a comerciantes, hundiéndose en deudas en su esfuerzo de vivir como reyes al tiempo que los mercaderes hacían ‘innecesarios gastos’ tratando de igualar y superar a los nobles”. Estas críticas comprendían tanto al gobierno caracterizado por la fuerte presión para obtener dinero para solventar sus gastos como a los que desarrollaban una vida llena de ostentaciones. Sin embargo, el mismo Granvelle estaba edificando una gran casa de campo junto a las puertas de Bruselas y fortificando el castillo Cantecroix en Mortsel. Dos años después, comenzaba a construir su palacio con fachada inspirada en el palacio Farnese de Roma, ejemplo temprano de la influencia italiana en la arquitectura de los Países Bajos.
Estas obras forman parte de la renovación que Amberes experimentó entre 1561 y 1565, cuya actividad portuaria la convirtió en la cabeza comercial del norte de Europa. Se debe sumar otro aspecto central: las prédicas de la reforma protestante, extendidas por todo el territorio de los Países Bajos, encontraron aquí el sitio propicio para las comunidades anabaptista, luterana y calvinista. Las disputas religiosas formaron parte de la política, con la iglesia católica defendida por la monarquía española, cuestión central para comprender el desarrollo artístico de la región y la elección de sus temas pictóricos.
Esta situación de ostentoso crecimiento, actividad comercial y proliferación de credos que no se entienden entre sí condujo a que Amberes fuera parangonada con Babilonia, ciudad caracterizada por la desmesura, el orgullo y la arrogancia, pecados que Dios castigó con la destrucción de la Torre de Babel, la confusión de las lenguas y la dispersión de los habitantes. Con el correr del siglo xvi, la imagen de Babilonia y de su torre canalizó sentimientos contra el gobierno español, despótico y opresor, que cercenaba la libertad religiosa, y condenaba por herejes a quienes profesaban otros credos. Un monje católico escribió: “Vean y escuchen, en las afueras de Amberes, la gran Babilonia… todos se paran y predican, despotrican y gesticulan unos contra otros. Aquí, un maldito Calvinista, allí, un condenado luterano o martinista o confesional, allá, un maldito anabaptista y, allí, un endiablado libertino, cada uno tratando de superar a los demás”.
Así, la figura de “Babilonia” se instaló en diferentes ámbitos; por ejemplo, el duque de Alba, llegado al frente de los ejércitos imperiales para exterminar la rebelión de los herejes, en una carta a Felipe II comparó a Amberes como “una Babilonia, confusión y receptáculo de todas las sectas indiferenciadas y el pueblo más frecuentado por gente perniciosa”. […]
La orden de construir la Torre de Babel, acto que no se menciona en la Biblia, ha sido atribuida al rey Nimrod (o Nemrod), hijo de Cus y nieto de Cam (Génesis 10, 8-10), también mencionado por Flavio Josefo en Antigüedades judías (1, 4), 93-94 d. C. Durante el siglo xv y a principios del xvi, el tema de esta torre apareció en pequeñas ilustraciones de breviarios y libros de horas. Las miniaturas iniciales representan un edificio aislado, inspirado en campanarios o torres civiles, con la presencia de operarios manejando bloques, escaleras, andamios, poleas y otros implementos, pero posteriormente los artistas utilizaron un punto de vista alto para lograr el panorama que posibilitara capturar la totalidad del edificio, generalmente precedido por un plano con diferentes personajes como Nimrod y su séquito visitando la obra.
La fuente literaria de la construcción es la descripción del zigurat en Los nueve libros de Historia de Heródoto (484?-420 a. C.). […] El zigurat es la torre piramidal de los asirios, babilonios y sumerios con muros inclinados; estos se recubrían de ladrillos cocidos que acentuaban el esplendor de sus ciudades y mediante rampas y escaleras exteriores se alcanzaba el último nivel, donde se ubicaba el templo. […]
La Torre de Babel de la Colección Fortabat. […] Realizada con un punto de vista alto y un horizonte igualmente elevado, muestra un extenso panorama dominado por la torre, que responde en líneas generales a la tipología desarrollada. La construcción ocupa casi todo el sector izquierdo de la composición, recortada contra el fondo matizado por la rica gama de azules en el cielo cubierto de nubes y con reflejos luminosos. Se observa una cadena montañosa en la lejanía y el mar con una costa accidentada. Una veduta rica y pintoresca.
La torre es una inmensa masa estructurada en una serie de niveles que se empequeñecen a medida que crece hacia el cielo, y responde a la forma de un zigurat, como ya se ha señalado. El camino helicoidal la rodea y la recorre en su totalidad hasta llegar a la cima, donde el trabajo continúa. Sobre el camino pueden distinguirse edificaciones blancas que la distancia y la inmensidad de la mole convierten en pequeñas. Además, presenta grandes arcos —cuya dimensión disminuye en lo alto— que horadan el edificio a fin de aliviar el peso generado por su propia materialidad. […]
En la ciudad se encuentran sectores que generan puntos de interés por estar resueltos de modo minucioso: la arquitectura del templo, las cascadas del río, la isla en el sector derecho, las barcas en el puerto y la barraca con los hombres trabajando. Colores y detalles generan notable contraste con la edificación de la torre, cuya corporeidad se asemeja a una masa terrosa y cónica recorrida por el helicoide del camino y los arcos. A diferencia de muchas torres que se pintaron en los Países Bajos, no hay aquí reminiscencias del Coliseo romano, ni tampoco a formas arquitectónicas que puedan vincularse con algún edificio conocido, sino más bien se trata de una gran masa.
La obra fue asociada tradicionalmente al nombre de Maarten van Heemskerck (Paises Bajos, 1498-1574), en particular por las analogías encontradas con Paisaje con el rapto de Elena, pintado en Roma en 1535-1536, desde el esquema compositivo general hasta el tema de la ciudad costera situada sobre la ladera de una cadena montañosa, además de la aparición de esculturas, obeliscos y formas arquitectónicas que proceden del mundo clásico. […]
La asociación de nuestra obra con el nombre de Van Heemskerck ha sido discutida y se planteó que se trata solamente una similitud tipológica […]
Debemos anotar que su trabajo es conocido a través de obras firmadas o documentadas a través de contratos y otros documentos; muchas de ellas fueron destruidas durante la revolución iconoclasta, mientras que otras se perdieron en diferentes circunstancias. En el caso de esta pintura, sostenemos la atribución a Maarten van Heemskerck, hasta que nuevos hallazgos permitan definir la discusión sobre la autoría.
* Profesor, investigador y curador. Autor de varios trabajos sobre arte europeo de los siglos XV al XVIII. Es curador de dibujos antiguos del Museo Nacional de Bellas Artes. Fragmento editado del ensayo La torre de Babel - Maarten van Heemskerck, de la serie “(detalle)”, publicado por la Colección Fortabat.